Editorial

¡Puertas abiertas para los refugiados haitianos! Asilo, no deportaciones



Vea también el artículo, “Manifestantes exigen asilo para refugiados haitianos”.


El cruel desprecio de Washington por las vidas de miles de refugiados haitianos—a quienes está repatriando por la fuerza a un país desgarrado por la violencia diaria y devastado por el hambre y la pobreza—causa la indignación del mundo entero.


EDITORIAL


La desastrosa crisis humanitaria en Haití es tan grave que incluso Washington lo reconoce. Cuando extendió el Estatus de Protección Temporal (TPS) a los haitianos residentes en Estados Unidos en mayo, el Departamento de Seguridad Nacional dijo que lo estaba haciendo “debido a las condiciones extraordinarias y transitorias en Haití que impiden que los nacionales regresen de manera segura, específicamente, una crisis política y abusos contra los derechos humanos; serias preocupaciones de seguridad”. Y concluyó: “La designación del TPS para Haití además no es contraria al interés nacional de los Estados Unidos”.

Refugiados haitianos cruzan el Río Grande cerca de un campamento temporal bajo el puente internacional el 19 de septiembre en Del Río, Texas.  (Foto: Jordan Vonderhaar / Getty Images)

La brutal deportación de miles de haitianos en septiembre ignora estos hechos. Como dijo claramente un manifestante frente a los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos en Miami: “¡Prometieron y mintieron!”

La crueldad de la política de la administración Biden ha sido tan atroz que incluso el enviado de Estados Unidos a Haití no pudo soportarla. Renunció a su cargo y criticó las deportaciones masivas como “inhumanas” y “contraproducentes”.

La Casa Blanca defiende su bárbara política de deportación con el Título 42 del Código de Estados Unidos, una ley de la era Trump que permite a los agentes federales deportar a la mayoría de los inmigrantes a México, o a su país de origen, sin la oportunidad de solicitar asilo. Biden y la vicepresidenta Harris justifican este trato tan cruel a los refugiados como medida para proteger la salud pública en medio de una pandemia, tal como lo hizo Trump. Pero el gobierno de estados Unidos tiene los recursos para hacer pruebas a quienes buscan asilo para detectar infecciones de Covid-19, así como para poner en cuarentena y tratar a los que lo necesiten. Puede, y debe, ofrecer vacunas ya que menos del 1% de la población de Haití ha podido obtenerlas hasta ahora.

El gobierno de Biden derramó lágrimas de cocodrilo por las imágenes de haitianos cruzando el Río Bravo, atacados por agentes de la patrulla fronteriza a caballo usando sus riendas como látigos para devolver a los solicitantes de asilo a México. Estas horribles escenas recuerdan la brutalidad con que los hacendados del sur trataban a los africanos esclavizados durante el periodo de la esclavitud, así como la de otros racistas durante la era de Jim Crow. Con razón causaron una indignación generalizada. Pero las expulsiones masivas ya han infligido mayor dolor y miseria. Mientras intentaba culpar a los agentes “deshonestos” en la frontera, la Casa Blanca continuó obligando a miles de personas a regresar a Haití.

Ni el pueblo trabajador y ni los partidarios de la justicia social en Estados Unidos tienen interés alguno en mantener las fronteras de Estados Unidos cerradas a nuestros hermanos y hermanas haitianos que enfrentan condiciones tan desesperadas. En aras de la solidaridad humana, y la solidaridad internacional de la clase trabajadora sobre todo, debemos exigir una puerta abierta para todos los refugiados haitianos. Se les debe otorgar asilo en Estados Unidos. Los inmigrantes de América Central y de otros lugares que enfrentan crisis similares en sus países de origen deberían tener la misma oportunidad.

Tanto los políticos liberales como los conservadores argumentan que tal política abriría las compuertas, alentaría aún más la inmigración y aumentaría la competencia por los empleos en Estados Unidos. Sin embargo, en todo el país, los empleadores se quejan de una escasez de mano de obra. En todas partes se ven los letreros de “Se necesita ayuda”. Se necesitan trabajadores en las fábricas y en el campo. Restaurantes, tiendas de comestibles, hoteles y otros negocios desde Maine hasta California y desde el estado de Washington hasta Florida están buscando nuevos empleados.

¿Cuál es la fuente de las crisis humanitarias, económicas y políticas tan generalizadas que han creado la avalancha de refugiados de hoy? Aquellos que antes huyeron de la guerra civil en Siria o están huyendo de Afganistán hoy día, que se suben a barcos desvencijados tratando de cruzar el Mediterráneo para llegar al sur de Europa desde África, y otros que salen de Haití o de América Central, son todos víctimas de la crisis mundial del capitalismo. Este es un sistema social basado en aumentar al máximo las ganancias para una pequeña minoría, en lugar de satisfacer las necesidades humanas básicas de la gran mayoría.

Los capitalistas y los políticos que les sirven tratan de exacerbar las divisiones entre los trabajadores, dirigiéndose a los grupos más vulnerables, como los inmigrantes, para debilitar la capacidad de todos los trabajadores de defender y mejorar nuestro nivel de vida y los derechos democráticos. Los grupos de derecha, apelando a la inseguridad económica generada por la pandemia, tratan de culpar a los inmigrantes de los males de la sociedad.

Al mismo tiempo, los financieros de Wall Street y otros capitalistas viajan por el mundo por ocio y de negocios. Poseen villas en Acapulco o París, en prácticamente todos los continentes. Hacen lo que quieren, cuando quieren, y nunca o casi nunca tienen que preocuparse de que se les niegue una visa. Invierten su dinero en África, Asia, América Latina o donde quieran, y sacan sus ganancias a voluntad. Pero cuando se trata de refugiados, el derecho a viajar, a vivir y a trabajar donde ellos elijan está estrictamente limitado. No hay fronteras para el capital, sólo para el trabajo.

Hoy en día la respuesta a la política migratoria de Washington deben ser las protestas, con las bases más amplias posibles. Debemos señalar el largo historial de intervención y explotación de Haití por parte de Washington y sus aliados, que ha llevado a las crisis de la última década y ha obligado a decenas de miles de haitianos a huir de su país para buscar una vida digna en otro lugar.

Manifestantes en Miami el 22 de septiembre exigen asilo para los refugiados haitianos y el fin de las expulsiones masivas realizadas por la administración Biden.  (Foto: Captura de pantalla del video de José Iglesias publicado en el sitio web del Nuevo Herald)

Ya algunos funcionarios del gobierno han hecho condena pública de las repatriaciones forzosas. Y un número limitado de políticos, de sindicatos—inclusive la AFL-CIO—y de organizaciones de la comunidad negra, como el Fondo de Defensa Legal de la NAACP, también han hecho declaraciones al respecto. El movimiento obrero debería tomar la iniciativa, en alianza con grupos haitianos, para organizar la amplia opinión pública contra las expulsiones masivas y encauzarla en poderosas acciones de protesta que puedan ejercer presión sobre Washington.

Debemos exigir: ¡Alto ya a las deportaciones de haitianos! ¡Abran las fronteras a todos los refugiados haitianos! ¡Asilo, no expulsiones masivas!


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