Política Mundial

Thomas Sankara: ‘La libertad debe ser conquistada’ (I)



El 11 de octubre se inició un juicio en Uagadugú, capital de Burkina Faso, de 14 hombres acusados de planear el asesinato de Thomas Sankara hace 34 años. Sankara, que entonces tenía 37 años, fue presidente de Burkina Faso y líder de su gobierno revolucionario popular de 1983 a 1987. Sankara fue asesinado junto con cinco de los seis miembros especiales del gabinete y siete soldados. Después de ese acto traicionero, Blaise Compaoré, el ex ministro de Estado y Justicia, tomó el poder, y la revolución democrática y antiimperialista que comenzó el 4 de agosto de 1983 llegó a su fin.

Compaoré es el principal sospechoso de haber organizado la ejecución de Sankara y sus asociados. Bajo su régimen, el país volvió a un acuerdo con París en el que el gobierno francés siguió siendo el titiritero controlando a su antigua colonia. Después de 27 años en el poder, Compaoré intentó enmendar la constitución del país para extender su gobierno aún más. Las protestas populares, sin embargo, lo obligaron a renunciar en el 2014 y luego abandonó Burkina Faso. Ahora está siendo juzgado en ausencia porque Costa de Marfil, donde él vive, ha rechazado las solicitudes de extradición de Burkina Faso.

A un año del asesinato de Sankara, la editorial Pathfinder Press publicó Thomas Sankara Speaks: The Burkina Faso Revolution 1983-1987 (Habla Thomas Sankara: La revolución en Burkina Faso de 1983 a 1987). El libro sigue siendo la mejor presentación de la perspectiva revolucionaria de Sankara y del ejemplo que estableció. Como explica la introducción del libro, “Bajo el liderazgo de Thomas Sankara, el gobierno revolucionario de Burkina Faso en África Occidental movilizó a campesinos, trabajadores, artesanos, mujeres y jóvenes para llevar a cabo campañas de alfabetización e inmunización; para excavar pozos de agua, plantar árboles, construir presas, erigir viviendas; para combatir la opresión de la mujer y transformar las relaciones de explotación en el campo; para liberarse del yugo imperialista y solidarizarse con otros que estuvieran comprometidos a realizar esa lucha internacionalmente”.

Este libro de Pathfinder Press es la mejor presentación de la perspectiva revolucionaria de Sankara.

Un año después del inicio de la revolución, Sankara hizo acto de presencia en el escenario mundial pronunciando el discurso a continuación en la sesión 39 de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York el 4 de octubre de 1984. Posteriormente, la Misión Permanente de Burkina Faso ante Naciones Unidas lo publicó como folleto.

Panorama-Mundial publica nuevamente este discurso honrando la vida de Sankara y como un aporte para mantener viva la continuidad revolucionaria que él ayudó a enlazar.

El texto que publicamos a continuación es una nueva traducción al español basada en el original en francés proporcionado por la ONU[1]. Panorama-Mundial cotejó esta traducción con versiones en español y en portugués, y con la versión que hemos publicado ya en inglés. Los subtítulos y las notas al final son de Panorama-Mundial. Debido a su extensión, publicamos este discurso en dos partes, la primera de las cuales aparece a continuación. La segunda parte del discurso se puede encontrar aquí.


DOCUMENTOS


Por Thomas Sankara

Señor presidente,

Traigo saludos fraternos de un país que abarca 274 mil kilómetros cuadrados, donde 7 millones de hombres, mujeres y niños se niegan a morir de ignorancia, de hambre y de sed, aunque todavía no son capaces de tener una vida verdadera después de existir un cuarto de siglo como Estado soberano representado aquí en las Naciones Unidas.

Thomas Sankara se dirige a la Asamblea General de la ONU el 4 de octubre de 1984. (Foto: Naciones Unidas)

Vengo a esta trigésima novena sesión de la Asamblea General para hablar en nombre de un pueblo que de hoy en adelante ha elegido, en la tierra de sus antepasados, hacerse valer y asumir la responsabilidad de su propia historia, tanto los aspectos positivos como los negativos, sin ningún complejo.

Vengo aquí, por mandato del Consejo Nacional de la Revolución de Burkina Faso, para expresar las opiniones de mi pueblo sobre los problemas que se han incluido en el programa de la Asamblea General, que forman el trágico telón de fondo de los acontecimientos que lamentablemente están socavando los cimientos del mundo a finales del siglo veinte. Un mundo en el que la humanidad se ha transformado en circo, desgarrado por las luchas entre los grandes y los no tan grandes, atacada por bandas armadas y sometida a la violencia y el saqueo. Es un mundo en el que las naciones, sustrayéndose de la jurisdicción internacional, dirigen grupos que operan fuera de la ley y que, fusil en mano, viven de rapiñas y organizando negocios despreciables.

Señor presidente,

No pretendo aquí enunciar dogmas. No soy ni mesías ni profeta. No poseo verdad alguna. Mi única ambición es una doble aspiración: en primer lugar, poder hablar en un lenguaje sencillo, el lenguaje de los hechos y la claridad, en nombre de mi pueblo, el pueblo de Burkina Faso, y en segundo lugar, poder expresar a mi manera los sentimientos de la gran masa de los desheredados—los que pertenecen a ese mundo bautizado maliciosamente como “el tercer mundo”—y afirmar, aunque no pueda darlas a entender, las razones que nos llevaron a sublevarnos.

Eso explica el interés que tenemos en comunicar a las Naciones Unidas los derechos que exigimos, tomando la fuerza y el rigor de la clara conciencia de nuestros deberes.

A nadie le sorprenderá oírnos asociar el viejo Alto-Volta, ahora Burkina Faso, con esa despreciable bolsa de trapos, el tercer mundo, que otros mundos inventaron en el momento de las independencias formales para mejor mantener nuestra enajenación intelectual, cultural y política. Queremos insertarnos en él sin justificar esta estafa gigantesca de la historia. Y menos aún aceptar ser la “parte atrasada de un mundo Occidente saciado”.

Por el contrario, lo hacemos para afirmar conscientemente que pertenecemos a un conjunto tricontinental y afirmar, como uno de los países no alineados, nuestra profunda convicción de que una solidaridad especial une a los tres continentes de Asia, América Latina y África en la misma batalla contra los mismos traficantes políticos, los mismos explotadores económicos”.

Ahora hemos abierto los ojos a la lucha de clases

El reconocer entonces nuestra presencia en el tercer mundo es, parafraseando a José Martí[2], “afirmar que sentimos en nuestro rostro cada golpe contra cualquier hombre del mundo”. Hasta ahora hemos puesto la otra mejilla. Las bofetadas en la cara se redoblaron. Pero el corazón de los malhechores no se ablandó. Pisaron la verdad de los justos. Traicionaron la palabra de Cristo. Convirtieron su cruz en un garrote, y después de ponerse su túnica, han lacerado nuestros cuerpos y nuestras almas. Oscurecieron Su mensaje. Lo han occidentalizado mientras nosotros lo recibíamos como liberación universal. Ahora hemos abierto los ojos a la lucha de clases. No habrá más golpes contra nosotros.

Debe proclamarse que no habrá salvación para nuestros pueblos a menos que le demos la espalda por completo a todos los modelos que esos charlatanes han tratado de vendernos durante 20 años. No puede haber salvación para nosotros a menos que rechacemos estos modelos. No puede haber desarrollo sin esa ruptura.

Por otra parte, todos esos nuevos “grandes intelectuales” que van despertando, despabilados por el vertiginoso ascenso de millones de hombres en harapos y espantados por la amenaza a su digestión que representa esta turba acechada por el hambre, están ahora cambiando de tono. Miran en nuestra dirección ansiosamente buscando cómo ensartarnos con ideas milagrosas de nuevas formas de desarrollo para nuestros países. Para entenderlo basta solamente leer las actas de innumerables coloquios y seminarios.

Por mi parte no quiero menospreciar el esfuerzo paciente de aquellos intelectuales honestos que, como tienen ojos propios, van descubriendo las terribles consecuencias del daño causado en el tercer mundo por los llamados especialistas del desarrollo.

El temor que me da es ver el resultado de tanta energía acaparada por Prósperos[3] de todo tipo tratando de encontrar una varita mágica que pueda devolvernos a un mundo de esclavitud, arropados según el gusto de nuestros tiempos.

Este temor se justifica por el hecho de que la pequeña burguesía africana con sus diplomas, si no los de todo el tercer mundo, no está dispuesta a renunciar—ya sea por pereza intelectual o simplemente porque ha degustado el modo de vida occidental—a sus privilegios. Por eso se les olvida que toda lucha política verdadera postula un riguroso debate teórico, y se niegan a hacer el esfuerzo de reflexión necesario para crear e inventar las nuevas ideas que precisamos para librar la lucha a muerte que nos espera. Los consumidores pasivos y patéticos se regodean con frases fetichizadas del Occidente, como se regodean con su whisky y su champán en salones donde existe una armonía dudosa.

Buscaremos en vano ideas verdaderamente nuevas que surjan de las mentes de nuestros supuestos “gigantes” intelectuales ahora que lucen un poco anticuados los conceptos de la Negritud o de la “Personalidad africana”[4]. Las palabras y las ideas vienen de otros lugares. Nuestros profesores, ingenieros y economistas se contentan simplemente con agregar un poco de color porque, a menudo, lo único que traen de regreso de las universidades europeas que los han forjado son sus diplomas y sedosos adjetivos y superlativos.

Es necesario, es urgente que nuestros cuadros calificados y aquellos que trabajan con las ideas aprendan que no hay escritura inocente. En estos tiempos tormentosos, no podemos ceder a nuestros enemigos del pasado y del presente el monopolio del pensamiento, la imaginación y la creatividad. Antes que sea demasiado tarde—y ya es demasiado tarde—esta élite, estos hombres de África, del tercer mundo, deben regresar a lo que son ellos mismos; en otras palabras, deben recurrir a sus propias sociedades, deben encarar esta miseria que hemos heredado, para entender que la batalla por las ideas que ayudarán a las masas indigentes no sólo no es vanidad, sino que para ser creíble a nivel internacional debe ser realmente innovadora, debe reflejar una imagen fiel de sus propios pueblos. Una imagen que les permita hacer cambios profundos en la situación social y política, para que podamos liberarnos de la dominación y explotación extranjera que no deja a nuestros Estados otra perspectiva que el fracaso.

Tuvimos que hacer una revolución

Esto es algo que comprendimos, nosotros, el pueblo de Burkina Faso, aquella noche del 4 de agosto de 1983, cuando las estrellas comenzaron a brillar en los cielos de nuestra patria. Tuvimos que asumir la dirección de las revueltas campesinas en el campo, amenazados por la desertificación, agotados por el hambre y la sed, y abandonados. Nos tocó darles sentido a las revueltas de las masas urbanas desempleadas, frustradas y cansadas de ver a las élites alienadas circular en limusinas y tomarse turnos como jefes de Estado, sin ofrecer otra cosa que soluciones falsas concebidas y diseñadas en los cerebros de los demás. Tuvimos que darles un alma ideológica a las justas luchas de nuestras masas movilizadas contra la monstruosidad del imperialismo.

En lugar de una revuelta pasajera, o de un simple fogonazo efímero, tuvimos que hacer una revolución y emprender la lucha permanente contra la dominación de todos tipos”.

Escena del levantamiento revolucionario que derrocó al régimen proimperialista y dio paso a una revolución democrática en Burkina Faso. Uagadugú, agosto de 1983. La pancarta dice: “Sankara, nuestro líder”. (Foto: Afrique Asie)

Otros lo han notado antes que yo, y otros lo dirán después de mí, cuán grande es ahora la brecha entre las personas ricas y aquellos que aspiran a tener lo suficiente para comer, lo suficiente para saciar su sed, sobrevivir y defender su dignidad. Y nadie puede imaginarse hasta qué punto “el grano del hombre pobre” termina alimentando a “la vaca del hombre rico”.

En el caso de Alto Volta, el proceso fue aún más claro. Nosotros fuimos el caso mágico, la vía corta a todas las calamidades que han aplastado a los llamados “países en vías de desarrollo”.

El testimonio que dejó la ayuda exterior, representada como la panacea para todos los males y a menudo elogiada más allá de toda rima o razón, es harto elocuente. Muy pocos países han sido inundados con tanta ayuda de todo tipo como el mío.

La ayuda debería ayudar al desarrollo, pero uno puede buscar en vano en lo que solía ser el Alto Volta para ver signo alguno de cualquier tipo de desarrollo. La gente en el poder, por inocentes o por el egoísmo de clase no podían o no querían tomar el control sobre este flujo externo, y ni comprendieron su alcance ni lo usaron en interés de nuestro pueblo.

Analizando una tabla que fue publicada en 1983 por el Club Sahel, Jacques Giri, en su libro titulado Le Sahel Demain (El Sahel Mañana), sacó con bastante sensatez la conclusión de que ayudar al Sahel[5], debido a su naturaleza y los mecanismos existentes, es ayuda que le permite solamente sobrevivir. Enfatizó que apenas el 30% de esta ayuda le permitiría al Sahel mantenerse vivo. Según Jacques Giri, esta ayuda exterior no hace más que mantener el desarrollo de los sectores improductivos, imponiendo una carga intolerable a nuestros pequeños presupuestos, desorganizando completamente a nuestros campesinos, creando déficits en nuestra balanza comercial y acelerando nuestro endeudamiento.

Campesino extrae agua para regar su tierra cerca de Dori, desierto del Sahel, en el norte del Alto Volta, a mediados de la década de 1970. (Foto: ONU)

Sólo algunos datos básicos para describir cómo era el Alto Volta:

  • 7 millones de habitantes, con más de 6 millones de campesinos y campesinas
  • Una tasa de mortalidad infantil de 180 por mil
  • Una esperanza de vida de apenas 40 años
  • Una tasa de analfabetismo del 98%, si concebimos que el alfabetizado es capaz de leer, escribir y hablar un idioma
  • Un médico para 50 mil habitantes
  • Una tasa de escolarización del 16 por ciento recibiendo educación
  • Y finalmente un producto interno bruto por persona de 53,356 francos CFA [francos africanos], o poco más de 100 dólares per cápita.

El diagnóstico era obviamente muy malo. La causa de esta enfermedad era la política y, por lo tanto, la única cura debe ser la política.

“Por supuesto que respaldamos esa ayuda que nos permita prescindir de la ayuda, pero en general las políticas de ayuda y asistencia simplemente nos han llevado a desorganizarnos por completo, a esclavizarnos, a impedir que nos responsabilicemos por nuestros espacios económicos, políticos y culturales”.

Hemos elegido arriesgarnos a tomar un camino diferente para lograr mejores resultados. Hemos elegido establecer nuevas técnicas. Hemos elegido buscar formas de organización que se adapten mejor a nuestra civilización, rechazando abruptamente y de manera definitiva cualquier tipo de dictado externo, para crear así las condiciones de una dignidad a la altura de nuestras ambiciones.

Queremos liberar al campo del estancamento medieval

Rechazamos la simple supervivencia. Queremos aliviar las presiones, liberar nuestro territorio del estancamiento medieval, de un retroceso.

Queremos democratizar nuestra sociedad, abrir nuestras mentes a un universo de responsabilidad colectiva, para que podamos ser lo suficientemente audaces como para inventar el futuro”.

Queremos cambiar la administración y reconstruirla con un tipo diferente de funcionario público, insertar a nuestro ejército en el pueblo para realizar el trabajo productivo y recordarles constantemente que, sin entrenamiento patriótico, un soldado es solo un criminal con poder. Ése es nuestro programa político.

A nivel económico, estamos aprendiendo a vivir modestamente, a aceptar y exigirnos la austeridad necesaria para llevar a cabo nuestros grandes proyectos.

Gracias al ejemplo del Fondo de Solidaridad Nacional, financiado con contribuciones voluntarias, ahora estamos empezando a abordar los crueles problemas planteados por la sequía. Apoyamos y aplicamos los principios de la Declaración de Alma-Ata ampliando la atención a la salud primaria. Hemos hecho nuestra, como política de Estado, la estrategia global del GOBI FFF defendida por UNICEF[6].

Ceremonia en Bobo-Dioulasso, provincia de Houet, el 4 de agosto de 1986, celebrando el tercer aniversario de la revolución burkinesa. La pancarta dice: “Niños vacunados”, parte de las campañas de salud primaria de la revolución. (Foto: August Conchiglia / Afrique Asie)

Creemos que a través de la Oficina de Naciones Unidas para Sudán y el Sahel, las Naciones Unidas deben permitir que los países afectados por la sequía establezcan un plan a mediano y largo plazo para lograr la autosuficiencia alimentaria.

Para prepararnos para el siglo 21, comenzamos creando una sección especial de la lotería, una inmensa campaña para la educación y la capacitación de nuestros hijos en una nueva escuela. El programa se llama “Enseñemos a nuestros hijos”. A través de comités para la defensa de la revolución, hemos establecido un vasto programa de construcción de viviendas, 500 unidades en tres meses—y también estamos construyendo carreteras, pequeños colectores de agua, etc. Nuestra ambición económica es trabajar para garantizar que cada habitante de Burkina Faso pueda usar su mente y sus fuerzas para inventar y producir lo necesario para garantizarle dos comidas al día y agua que beber.

Construcción de un edificio de apartamentos en Uagadugú, 1985. (Foto: Charaffi El / La Documentación Française)

“Juramos que en el futuro nada va a ocurrir en Burkina Faso sin la participación del pueblo de Burkina Faso, nada que no hayamos decidido nosotros, que no haya sido elaborado por nosotros. No habrán más ataques a nuestro honor y a nuestra dignidad”.

Fortalecidos por esta convicción, queremos que nuestras palabras amparen a todos aquellos que sufren, a todos aquellos cuya dignidad humana haya sido aplastada por una minoría o un sistema que los oprime.

“Permítanme decir a quienes me escuchan ahora que hablo no sólo en nombre de Burkina Faso, mi país, al que tanto amo, sino también en nombre de todos los que sufren, dondequiera que estén”.

Hablo por millones de seres humanos que viven en favelas porque su piel es negra

Hablo en nombre de los millones de seres humanos que viven en favelas porque su piel es negra, o porque tienen un tipo diferente de cultura, aquellos cuyo estatus es apenas mayor que el de un animal.

Sankara viajó por todo el mundo para forjar lazos de solidaridad y defender la liberación nacional y otras luchas de los oprimidos y explotados. Se le muestra aquí en Harlem, Nueva York, el 2 de octubre de 1984.rk, on October 2, 1984. (Foto: Balazi R. Harvey)

También sufro en nombre de aquellos indios que han sido masacrados, pisoteados, humillados y que, durante siglos, han sido confinados a reservaciones, para impedirles que aspiren a sus derechos, para que su cultura no pueda enriquecerse a través del contacto con otras culturas, incluida la del invasor. Me pronuncio en nombre de aquellos que están desempleados debido a un sistema estructuralmente injusto y periódicamente devastador, los desempleados que se ven reducidos a una vida que no es más que el reflejo pálido de las vidas de aquellos que tienen más que ellos mismos.

“Hablo en nombre de las mujeres de todo el mundo que sufren bajo un sistema de explotación impuesto por los hombres. En cuanto a nosotros, queremos darle la bienvenida a todas las sugerencias de cualquier parte del mundo que nos ayude a promover el pleno desarrollo y la prosperidad de las mujeres de Burkina Faso”.

A cambio, compartiremos con todos los países las experiencias positivas que estamos viendo con nuestras mujeres, que ahora están involucradas en todos los niveles del aparato estatal y la vida social en Burkina Faso, mujeres que luchan y que nos dicen que la esclava que no asume la responsabilidad de rebelarse no merece piedad. Ese esclavo será el único responsable de su propia desgracia si se hace ilusiones sobre la indulgencia sospechosa del amo que pretende darle su libertad.

“Sólo la lucha nos permite liberarnos, y pedimos a todas nuestras hermanas de todas las razas que se pongan de pie para recuperar sus derechos”.

Hablo en nombre de las madres de nuestros países pobres que ven morir a sus hijos de paludismo y diarrea, sin saber que para salvarlos existen métodos sencillos que la ciencia de las multinacionales no nos va a ofrecer, prefiriendo invertir en laboratorios de cosméticos y dedicarse a la cirugía plástica para complacer los caprichos y fantasías de algunos hombres y mujeres que creen que su apariencia se ve menoscabada debido a las calorías de los ricos alimentos que consumen regularmente. Esto debería dejar atónitos incluso a los miembros de esta Cámara, por no hablar de los pueblos del Sahel. Hemos decidido adoptar y popularizar las simples recomendaciones propuestas por la OMS y el UNICEF.

Hablo en nombre del niño, del hijo de los pobres, que tiene hambre y que mira sigilosamente la riqueza apilada en la tienda del hombre rico, una tienda que está protegida por un grueso escaparate, una ventana que está defendida por una reja infranqueable, la barandilla custodiada por un policía con casco, con guantes y ametralladora, el policía colocado allí por el padre de otro niño, que viene allí a servirse lo que quiera, porque son garantías de representatividad capitalista y normas del sistema.

Hablo en nombre de los artistas, poetas, pintores, escultores, músicos, actores, etc., personas de buena voluntad que ven su arte prostituido por los magos del mundo del espectáculo. Lloro en nombre de los periodistas que han sido reducidos al silencio o a la mentira simplemente para evitar las dificultades del desempleo.

Protesto en nombre de atletas de todo el mundo, cuyos músculos están siendo explotados por los sistemas políticos o por aquellos que se ocupan de la esclavitud moderna en los estadios.

Mi país es la concentración de todas las miserias de los pueblos, una síntesis trágica de todo el sufrimiento de la humanidad, pero también, y sobre todo, la síntesis de las esperanzas de nuestras luchas. Es por eso que hablo en nombre de los enfermos que están ansiosos por ver lo que la ciencia puede hacer por ellos, una ciencia que ha sido dominada por los traficantes de armas.

“Mis pensamientos están con todos aquellos que han sido afectados por la destrucción de la naturaleza, esos 30 millones que mueren cada año abatidos por el arma más temible, el hambre”.

Como soldado, no puedo olvidar a ese soldado obediente que hace lo que se le dice, cuyo dedo está en el gatillo y que sabe que la bala que sale de su arma sólo trae un mensaje de muerte.

(Continúe a la segunda parte)


NOTAS AL FINAL

[1] Pronunciado en francés el 4 de octubre de 1984 ante la trigésimo-novena sesión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York.

[2] José Martí, el héroe nacional de Cuba, fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892 para luchar contra el dominio colonial español. Organizó la reanudación de la guerra de independencia en 1895 y murió en el campo de batalla ese mismo año.

[3] En la obra de William Shakespeare La Tempestad, Próspero es un hechicero que usa su poder para controlar el destino de los demás. Algunos combatientes anticoloniales del siglo 20 llegaron a ver esta figura como un símbolo de los opresores.

[4] La personalidad africana era un concepto que atribuía cualidades únicas a la cultura africana y les atribuía a los africanos una predisposición al socialismo. Negritude fue un movimiento literario que comenzó entre escritores africanos y caribeños de habla francesa que vivían en París en la década de 1930. Surgió como una protesta contra el dominio colonial francés y su política de asimilación cultural. Destacó el valor de las tradiciones culturales africanas.

[5] El Sahel es la región semiárada de África occidental y centro-norte que se extiende desde Senegal hacia el este hasta Sudán. Forma una zona de transición entre el árido desierto del Sahara al norte y la franja de sabanas húmedas al sur.

[6] Los principios de Alma Ata de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo Internacional de Emergencia para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF) enfatizaron la nutrición adecuada, el agua potable, los sistemas de saneamiento, la atención de la salud maternoinfantil, la inmunización y una reserva de medicamentos básicos. La estrategia GOBI FFF de UNICEF se centró en las mujeres y los niños. Incluyó el tratamiento de la deshidratación causada por la diarrea con una solución barata de agua limpia, glucosa y sales; la lactancia materna; la inoculación contra las seis enfermedades transmisibles más importantes; y la educación.


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