Las presiones externas — e internas — que llevaron al derrocamiento de la revolución en Burkina Faso
(Esta es la segunda de dos partes. La primera puede encontrarse aquí.)
Por Ernest Harsch
Como toda revolución, la que fue dirigida por Thomas Sankara despertó una fuerte oposición. Su ejemplo inspiró a activistas en otros lugares, pero también despertó la hostilidad de gobernantes establecidos que temían que sus propios ciudadanos pudieran emular a los burkineses. Estados Unidos, Francia y otras potencias europeas no ocultaron su alarma ante la radical política exterior del Consejo Nacional de la Revolución (CNR) y su solidaridad con las luchas de liberación en África, América Latina y Asia. Sus estados satélites en África, especialmente los países vecinos Costa de Marfil, Malí y Togo, intentaron desestabilizar al gobierno de Sankara ayudando a los oficiales militares disidentes a llevar a cabo bombardeos. En 1986 Malí incluso libró una breve guerra contra Burkina Faso.
Dentro del país, aquellos círculos políticos y sociales que veían sus intereses amenazados opusieron resistencia a los programas y políticas del CNR. Entre ellos se encontraban: comerciantes vinculados a redes comerciales ilícitas o redes de contrabando; altos funcionarios y burócratas que habían sido removidos de posiciones de poder; personal corrupto que ya no podía robarse recursos estatales; y caciques tradicionales que tuvieron que ceder parte de su control sobre la tierra y otras prerrogativas a los jóvenes activistas en los Comités de Defensa de la Revolución (CDRs).
Dentro del CNR fueron desarrollándose desacuerdos sobre cómo hacer frente a esos desafíos. El propio Sankara no fue muy tierno con los que percibía como opositores. Más allá de los cientos de exlíderes políticos y burócratas de alto nivel que fueron señalados por abuso o por corrupción, algunos funcionarios públicos de menor rango también perdieron empleos debido a la incompetencia o por la sospecha de deslealtad política. Cuando en 1984 un sindicato en una escuela primaria alineado con una corriente de oposición lanzó una huelga, el CNR despidió a 1,380 maestros. Sankara más tarde ordenó la reincorporación de cientos de ellos, pero su despido inicial fue, sin embargo, bastante impactante para muchos burkineses.
Entre los oficiales militares y líderes de grupos políticos civiles que apoyaban al CNR, algunos eran excepcionalmente intolerantes. En 1984, un incendio misterioso destruyó las oficinas de un periódico independiente, y nadie fue acusado. Los activistas armados de los CDR a veces usaban tácticas de mano dura para hacer cumplir los toques de queda o el cumplimiento de las directivas gubernamentales.

Sankara expresó que se sentía alarmado por tales excesos. En repetidas ocasiones instó a sus partidarios a favorecer la persuasión para con los burkineses que aun no estaban seguros de la revolución. En 1987, declaró: “La revolución democrática y popular necesita un pueblo convencido, no un pueblo conquistado, un pueblo convencido, no un pueblo sumiso que soporta pasivamente su destino”. La represión debe reservarse estrictamente para “explotadores” y “enemigos”, dijo.
ANÁLISIS DE NOTICIAS
Sankara acotó las lecciones de otras revoluciones. Aunque a menudo elogiaba la Revolución Rusa de 1917, a veces agregaba que los burkineses “aprendieron de algunos fracasos terribles que condujeron a trágicas violaciones de los derechos humanos”. Según el periodista Sennen Andriamirado, que escribió dos de los primeros libros sobre Sankara, el líder burkinés creía que “Stalin mató al leninismo sofocando a los soviets y haciendo todopoderosos a la Cheka [policía secreta], al ejército” y otros cuerpos represivos.
Mientras que un par de grupos políticos en el CNR generalmente respaldaron el enfoque más abierto e inclusivo de Sankara, otros no estuvieron de acuerdo. El más importante de ellos fue la Unión Comunista de Burkina Faso (UCB), cuyos líderes incluían académicos y oficiales militares. La UCB y varios otros grupos citaban como sus héroes a Iósif Stalin y a Enver Hoxha (el líder declaradamente estalinista de Albania). Su prensa citaba a Stalin y mostraban su retrato en la cabecera. Cuando Compaoré era ministro de Justicia, un gran retrato de Stalin colgaba en el palacio de justicia principal de Uagadugú.
Los enfoques divergentes salieron a relucir en un incidente muy revelador. En mayo de 1987, un CDR controlado por la UCB en Uagadugú detuvo a varios sindicalistas por actividades de oposición. Entre ellos estaba Soumane Touré, uno de los primeros partidarios del CNR, líder de la federación sindical más grande de Burkina Faso y amigo de Sankara desde la infancia. De manera extremadamente provocadora, el CDR pidió la ejecución de Touré. Sankara tuvo que argumentar enérgicamente dentro del Consejo Nacional de la Revolución para evitar la ejecución y lograr que varios otros sindicalistas arrestados fueran puestos en libertad. Frédéric Kiemdé, un ayudante de Sankara, me dijo que Sankara se oponía a la represión antisindical porque hubiera dañado a la revolución.
Aparte de las diferencias políticas, algunos de los críticos militares y civiles de Sankara se molestaron por sus fuertes medidas contra la corrupción y por insistir en que los funcionarios públicos llevaran estilos de vida frugales. Durante el último año de la revolución, de hecho, las restricciones se volvieron especialmente severas para aquellos en el liderazgo, con todos los altos funcionarios obligados a declarar públicamente sus ingresos y activos. Algunos no lo hicieron completamente, entre ellos Compaoré y su esposa, que era hija adoptiva de Félix Houphouët-Boigny, el presidente conservador pro-francés de Costa de Marfil.
Un asesinato planeado
Si bien muchos burkineses eran conscientes de la hostilidad de Francia y sus aliados regionales (como Houphouët-Boigny), pocos esperaban que un ataque se llevara a cabo desde el interior del CNR. Algunos activistas en Uagadugú sabían que había tensiones, pero casi nadie fuera de la dirección central comprendía hasta qué punto había llegado la brecha. Sankara, todavía con la esperanza de resolver las diferencias con sus camaradas, se mostró reacio a ventilarlas públicamente. La última vez que hablé con él fue cuatro días antes de su muerte, y no dio indicios de problemas graves.
En la tarde del 15 de octubre de 1987 Sankara se reunió con varios ayudantes en el Conseil de l’Entente (el complejo del Consejo de la Entente), que servía como sede del CNR. Lo que se llegó a saber sobre los eventos posteriores es gracias al relato presencial de Alouna Traoré, un ayudante que logró sobrevivir sus heridas. Según él, la reunión comenzó alrededor de las 4:15 p.m., y duró un corto tiempo antes de que se comenzaran a escuchar tiros desde el pequeño patio exterior. Al escuchar los disparos, todos en la sala de reuniones trataron de refugiarse.
Sankara les dijo a sus ayudantes que se quedaran adentro por su propia seguridad. “A mí es al que quieren”. Salió de la habitación, con las manos en alto, para enfrentarse a los asaltantes. Lo acribillaron a balazos y murió sin decir nada más. Los atacantes luego rociaron la sala de reuniones con ráfagas de sus metralletas. Aparte de Sankara, otros doce fueron asesinados en el Consejo del Entente ese día (entre ellos dos personas que yo también conocía, Frédéric Kiemdé y Babou Paulin Bamouni).

El relato de Traoré contradice una de las primeras declaraciones del capitán Gilbert Diendéré, un comandante que pronto encabezaría la seguridad de Compaoré. Diendéré alegó que un complot de Sankara para eliminar a Compaoré fue descubierto en el último instante. Luego, cuando Diendéré envió un destacamento para arrestar a Sankara, el presidente les disparó y murió en el tiroteo. Durante el reciente juicio, el testimonio de expertos forenses y algunos de los presentes durante el ataque confirmaron la versión de Traoré: que Sankara estaba desarmado y con las manos en alto cuando fue abatido a tiros. Un chofer de Compaoré también confirmó la presencia de Diendéré durante el asesinato, aunque el capitán afirmó que había llegado más tarde.
El testimonio de ese chofer también expuso la afirmación que hizo el mismo Compaoré de que no sabía nada de lo transcurrido hasta después. El chofer dijo que él fue el conductor de un vehículo que transportó, directamente desde la casa de Compaoré, tropas y armas para el ataque contra el Consejo de la Entente por orden de Hyacinthe Kafando, el jefe de seguridad personal de Compaoré y líder del escuadrón de asesinos.
Otros eventos, aunque quedaron fuera del marco de este juicio, demuestran que se trataba de un complot golpista cuidadosamente preparado. Oficiales claves de Compaoré estaban listos para asumir el control de varias bases militares, y personas importantes que eran leales a Sankara fueron arrestadas o eliminadas. Durante el golpe y el periodo subsiguiente, de los 16 oficiales y soldados asesinados fuera de Uagadugú que apoyaban a Sankara, el más notable fue Michel Koama, jefe de una fuerza de intervención rápida, asesinado ese mismo día.
Toda la evidencia demuestra que la muerte de Sankara no fue el resultado “trágico” de un tiroteo, como afirmaron Compaoré y Diendéré. Fue un asesinato planeado de antemano como parte de un complot golpista.
‘Un héroe nunca muere’
La noche de la usurpación del poder, los cuerpos de Sankara y sus camaradas asesinados fueron enterrados en tumbas sin nombre en el polvoriento cementerio Dagnoën de Uagadugú. Cuando empezó a difundirse la ubicación, cientos de personas—y algunos días miles—caminaron hasta las tumbas para llorar, depositar flores y dejar mensajes escritos a mano diciendo, por ejemplo: “¿Es posible olvidarte?” y “Un héroe nunca muere”.

Compaoré y los otros conspiradores hicieron todo lo que estuvo a su alcance para enterrar a la revolución junto con su líder. Los jóvenes protestaron contra el golpe, pero muchos fueron golpeados y arrestados. Algunos partidarios claves de Sankara pudieron huir al extranjero. Varios de los que se quedaron fueron detenidos y torturados durante meses. El CNR y otras instituciones centrales fueron disueltas. Los masivos CDRs, ahora sin ningún propósito, simplemente desaparecieron. Muchos de los programas y de las políticas que eran símbolos de la revolución fueron desechados, o se fueron marchitando.
El régimen de Compaoré se constituyó en torno a los golpistas y sus colaboradores civiles. Inicialmente, los colaboradores civiles provenían de la UCB y facciones similares, pero a medida que pasó el tiempo, algunos de los viejos líderes conservadores resurgieron y se apoderaron de las posiciones claves. Los jefes tradicionales, la clase mercantil y los burócratas corruptos se unieron al nuevo orden.
En cuanto a la política exterior, se fortalecieron los vínculos con los gobiernos de Houphouët-Boigny (los suegros de Compaoré) y de Togo, y sobre todo con Francia. Las autoridades francesas en París no solo dieron la bienvenida a Compaoré regularmente, sino que incluso le otorgaron a Diendéré la Orden Nacional de la Legión de Honor.
Gracias a la importante ayuda financiera de Francia y otras potencias, y a la predisposición de usar la fuerza más brutal contra los opositores nacionales, Compaoré pudo montar una maquinaria formidable que duró 27 años. Lo que él no se esperaba era que el nombre y el legado de Sankara surgieran nuevamente — y que tomaran un matiz tan formidable a medida que aumentaba la oposición popular.
Las movilizaciones contra el régimen llegaron en oleadas. El asesinato en 1998 de Norbert Zongo, el editor de un periódico independiente, desencadenó meses de manifestaciones y huelgas de protesta contra la represión de Compaoré y otros abusos. Luego, en el transcurso de la primera mitad del 2011, se dieron cientos de manifestaciones estudiantiles y juveniles, marchas laborales, protestas de comerciantes, huelgas de jueces, boicots de agricultores, motines del ejército y de la policía, y ataques a las casas de las principales figuras políticas.

La resistencia en las calles debilitó seriamente el sistema aparentemente enquistado de Compaoré, con sus elecciones fraudulentas y la corrupción a los niveles más altos para sus compinches más cercanos. En el año 2013, con la intención de aferrarse al poder, Compaoré se pasó de la raya al intentar subvertir el límite constitucional del mandato presidencial. Ya indignados por la pobreza generalizada y los abusos contra sus derechos, la gente de todo el país reaccionó con furia. Meses de manifestaciones masivas en las calles empujaron a los divididos partidos de oposición, a grupos de activistas y a sindicatos a unirse en torno a una insurrección popular que expulsó a Compaoré del país a finales de octubre del 2014.
Incluso mucho antes de eso, Sankara ya se había convertido en un mártir antiimperialista en todo el mundo, pero especialmente en las antiguas colonias francesas de África. Sus discursos están en línea y pueden leerse fácilmente. Varios músicos populares han incorporado citas de Sankara en sus canciones y videos, y activistas desde Senegal hasta Sudáfrica usan camisetas con su imagen.


Dentro de Burkina Faso, como el régimen se vio obligado a tolerar una prensa independiente y cierta oposición organizada, los admiradores de Sankara aprovecharon esas aperturas para poner fin al silencio sobre su revolución. Algunos de los viejos camaradas de Sankara lanzaron pequeños partidos “sankaristas” que presentaron candidatos en las elecciones, y ocasionalmente ganaron escaños. Estudiantes y otros jóvenes formaron asociaciones y círculos de estudio para discutir sus ideas.
Entre los grupos más influyentes de este tipo estaba Balai Citoyen (Escoba de los Ciudadanos), fundada por varios músicos populares burkineses y con miles de seguidores. El artista de rap conocido como Smockey me dijo que Balai Citoyen adoptó a Sankara como su “patrón” espiritual debido a su “valentía y su empeño en construir un Burkina Faso de justicia social y desarrollo inclusivo”.

En los meses de manifestaciones que condujeron al derrocamiento de Compaoré, los símbolos de Sankara estaban prácticamente en todas partes. Los manifestantes llevaban su retrato y sistemas de sonido proyectaban su voz grabada. Frases de sus discursos aparecían en canciones populares. Incluso los líderes políticamente moderados de la oposición lo citaban. Cuando las protestas se convirtieron en insurrección, los miembros de Balai Citoyen estaban en la primera línea. Varios partidarios declarados de Sankara desempeñaron papeles prominentes, tanto en el gobierno de transición que siguió al derrocamiento de Compaoré como en las legislaturas que fueron elegidas posteriormente.
La justicia a la orden del día
Mientras Compaoré fue presidente, los crímenes de su régimen permanecieron impunes. Aunque un soldado fue declarado culpable en un caso relacionado con el asesinato de Norbert Zongo, en realidad nadie fue acusado por el asesinato del periodista. La viuda de Sankara intentó presentar cargos civiles contra “X” individuos por su asesinato, pero ningún fiscal o juez estaba dispuesto a tocar el caso.
Finalmente, en el 2015, con Compaoré fuera del país, jueces de la fiscalía anunciaron que estaban iniciando investigaciones sobre los asesinatos de Sankara y Zongo. El hermano de Compaoré, François, ha sido implicado en la muerte de Zongo y actualmente está detenido en Francia, esperando su posible extradición para ser juzgado en su país. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha prometido que cualquier archivo que exista en Francia relacionado con el asesinato de Sankara será divulgado.
Los documentos franceses que fueron enviados a los fiscales burkineses proporcionaron algunos detalles útiles sobre los aspectos internos del golpe de Estado en 1987, pero no incluyeron ninguna evidencia que estuviera clasificada bajo la designación de “defensa nacional” de Francia, lo que impidió que los investigadores pudieran asumir la posible participación de la metrópoli. Por esa razón, el caso será encausado en dos vías distintas: la doméstica, que se realizará primero, y después la internacional ya que se reúnan más pruebas.

En abril del 2021, el tribunal militar que supervisaba el caso finalmente anunció que estaba acusando a 14 personas por cargos que van desde asesinato y complicidad de asesinato, hasta ataque a la seguridad del estado y manipulación de pruebas. De los acusados, tanto Compaoré como Kafando sólo podían ser juzgados en ausencia. Pero el resto estaba en el país, incluido Diendéré (ahora general), encarcelado tras un fallido intento de golpe de Estado en el 2015. Todos los acusados tenían antecedentes militares, y ningún civil que formara parte del complot de Compaoré fue acusado.
El juicio en sí comenzó el 11 de octubre del 2021, cuatro días antes del 34 aniversario de la muerte de Sankara. El comienzo fue discreto, dominado por cuestiones de procedimiento. Los jueces, conscientes de que se enfrentarían a un intenso escrutinio legal, accedieron a numerosas solicitudes de los abogados defensores. Para aquellos que habían estado esperando tanto tiempo por la justicia, sin embargo, fue un logro trascendental. Según Mariam Sankara, el simple hecho de que se iniciara el juicio es señal de que los gobernantes “ya no pueden matar con impunidad”.
A algunos les preocupaba que el juicio pudiera estancarse, especialmente después de que un golpe militar derrocó al gobierno electo del presidente Roch Marc Christian Kaboré en enero, aparentemente porque no había logrado detener una insurgencia yihadista. De hecho, los procedimientos se suspendieron durante varias semanas, pero la nueva junta dirigida por el teniente coronel Paul-Henri Damiba permitió que se reanudaran.
Después de casi seis meses, más de 100 testigos y unas 20 mil páginas de documentación, el juicio concluyó el 6 de abril. El presidente del tribunal, Urbain Méda (el único civil entre los jueces militares del panel), leyó los veredictos y las sentencias. Tres acusados fueron declarados culpables de la mayoría de los cargos y condenados a cadena perpetua: Compaoré y Kafando (ambos ausentes) y el general Diendéré. Otros ocho recibieron sentencias que oscilan entre tres años y veinte años de trabajos forzados. La mayoría de las sentencias fueron más severas aún de lo que los fiscales habían solicitado, excepto que las penas de cinco años de prisión de dos de los acusados fueron suspendidas y otros tres (un chofer y dos médicos militares) fueron completamente absueltos.
De los que comparecieron ante el tribunal y fueron condenados a prisión, siete presentaron posteriormente apelaciones, entre ellos Diendéré, preparando el escenario para una audiencia ante un tribunal militar de apelaciones. Los abogados de Compaoré, que se negaron a reconocer la validez del tribunal y no participaron en el procedimiento de forma alguna, no apelaron. El tribunal dejó en pie las órdenes internacionales de arresto contra Compaoré y Kafando.
Aparte de las apelaciones, quedan otros desafíos por delante. Miembros de los partidos que apoyan a Compaoré han planteado la posibilidad de un indulto presidencial o una amnistía, aparentemente para ayudar a promover la “reconciliación nacional”. Los activistas rechazan esa idea, enfatizando que el mejor camino hacia la reconciliación radica en garantizar la justicia cuando se trata de los peores crímenes políticos del pasado. Los abogados de las familias de Sankara y de las otras víctimas le han advertido a las autoridades que cualquier medida para otorgar indultos enfrentará una fuerte oposición.

Los activistas también instan a los investigadores a continuar reuniendo evidencia sobre los aspectos internacionales del caso, entre ellos el papel que jugaron Costa de Marfil, Francia y cualquier otro gobierno que pudiera haber estado involucrado. “No toda la verdad ha salido a la luz”, comentó Serge Bayala, una figura clave en el comité internacional que administra el sitio conmemorativo de Sankara (el complejo del Consejo de la Entente donde fue asesinado). Prosper Farama, el abogado de la familia, le ha pedido públicamente al gobierno francés que desclasifique todos los documentos relacionados con los asesinatos y el golpe. Eso, dijo, sería un paso positivo hacia “el amanecer de un nuevo día en las relaciones entre África y Francia”.
Los miembros del comité conmemorativo de Sankara están planeando nuevas conmemoraciones para él y sus doce ayudantes asesinados, así como para las otras 16 personas que murieron durante o inmediatamente después del golpe. Esperan que se puedan organizar funerales nacionales para estos mártires.
Pase lo que pase, el resultado del juicio ya le ha brindado al pueblo burkinés una medida de justicia.
Hablando inmediatamente después de emitidos los veredictos, Farama declaró: “Este día histórico marcará el comienzo de una nueva era para la justicia burkinesa, una nueva era en las relaciones políticas. Que la violencia sea desterrada para siempre. Que este país nunca más tenga huérfanos o viudas que lloran durante 30 años simplemente porque algunas personas deciden un día asesinar a sus adversarios y tomar el poder”.

(Esta era la segunda de dos partes. La primera puede encontrarse aquí.)
Ernest Harsch es periodista e investigador en el Instituto de Estudios Africanos de Columbia University en Nueva York. Ha viajado a Burkina Faso, Ghana, Sudáfrica y más de una docena de otros países africanos en tareas periodísticas y de investigación. Ha escrito sobre Burkina Faso desde los primeros días de la revolución en la década de 1980. Ha visitado Burkina Faso seis veces, y entrevistó o tuvo conversaciones con Sankara en media docena de ocasiones antes del golpe de Estado de 1987 que truncó la vida del líder revolucionario. Sus libros más recientes incluyen: Thomas Sankara: An African Revolutionary (Ohio University Press, 2014) y Burkina Faso: A History of Power, Protest and Revolution (Londres: Zed Books, 2017). Entre otras obras, también es autor de South Africa: White Rule, Black Revolt (Monad Press, Nueva York, 1980. 1983).
Para más información:
Sennen Andriamirado, Il s’appelait Sankara, París: Jeune Afrique livres, 1989.
Ernest Harsch, Thomas Sankara: An African Revolutionary, Athens, OH: Ohio University Press, 2014.
Ernest Harsch, Burkina Faso: A History of Power, Protest and Revolution, Londres: Zed Books, 2017.
Bruno Jaffré, Biographie de Thomas Sankara: La patrie ou la mort…, 2ª edición, París: L’Harmattan, 2007.
Amber Murrey (ed.), A Certain Amount of Madness: The Life, Politics and Legacies of Thomas Sankara, Londres: Pluto Press, 2018.
Brian J. Peterson, Thomas Sankara: A Revolutionary in Cold War Africa, Bloomington: Indiana University Press, 2021.
Thomas Sankara, Thomas Sankara Speaks: The Burkina Faso Revolution, 1983-87, 2ª edición, Nueva York: Pathfinder Press, 2007.
Categories: Política Mundial