Palestina/Israel

El infierno de Israel en Cisjordania: la responsabilidad de los socialistas (II)



El siguiente artículo aparece en la edición de enero/febrero de 2024 de la publicación Against the Current (Contra la Corriente, o ATC por sus siglas en inglés). El autor, Alan Wald, es editor de esa publicación y desde 2016 ha sido miembro del Consejo Asesor Académico de Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz]. ATC es una revista patrocinada por la organización Solidaridad. Wald también es profesor emérito de Literatura Inglesa y Cultura Americana de la Universidad de Michigan en la ciudad de Ann Arbor.

Wald comienza su ensayo haciendo una reseña del libro de Nathan Thrall, que fue publicado recientemente: A Day in the Life of Abed Salama: Anatomy of a Jerusalem Tragedy [Un día en la vida de Abed Salama: Anatomía de una tragedia en Jerusalén]. Desde ese punto de partida, Wald aborda algunas de las cuestiones políticas más urgentes que surgen del ataque cada vez más genocida de Israel contra Gaza en respuesta al horrible ataque del 7 de octubre dirigido por Hamás.

Wald escribe: “Sí, el antisemitismo del pasado fue horrible, y las nuevas formas en que se manifiesta siguen siendo una verdadera amenaza en el mundo, a lo cual hay que oponerse; pero los antecedentes del conflicto palestino-israelí son diferentes. Lo que ocurrió en el Holocausto fue que un grupo marginado e impotente se enfrentaba a la violencia estatal y a un ejército muy poderoso; hoy son los palestinos los que no tienen Estado propio y los israelíes los que tienen el ejército avanzado que tiene a los palestinos bajo asedio y ocupación”.

El artículo de Wald coincide con algunas observaciones importantes hechas hace más de 50 años por los académicos marxistas Isaac Deutscher y George Novack, y las amplifica a la luz de las décadas de la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza desde entonces, así como de la continua discriminación contra los ciudadanos palestinos de Israel.[1]

De particular interés es el fragmento que analiza “El derecho a la resistencia” de los pueblos oprimidos. Wald explica: “Los radicales saben que el derecho a la lucha armada, que los palestinos sin duda poseen, no quiere decir que ‘todo se vale’. La resistencia palestina es necesaria, y la voluntad de luchar debe defenderse. Sin embargo, aprobar como robot lo que hizo Hamás tras su sorprendente fuga del encarcelamiento de Gaza es tan reprobable como respaldar los atentados suicidas de Hamás contra autobuses durante la Segunda Intifada del 2000 al 2005”.

El artículo de Wald va a ser de interés para cualquiera que se oponga al horror que se desenvuelve cada día hoy en Gaza, así como para todos aquellos interesados en aprender más sobre la historia de los problemas que hoy se nos plantean.

El artículo se publica con permiso del autor. El original apareció aquí. La introducción, los subtítulos adicionales, las fotos y leyendas añadidas y las notas a pie de página son de Panorama-Mundial. Debido a su extensión, publicamos el ensayo en dos partes, siendo esta la segunda.


(Esta es la segunda de dos partes. La primera puede encontrarse aquí).


Por Alan Wald

El derecho a la resistencia

Los radicales saben que el derecho a la lucha armada, que los palestinos sin duda poseen, no quiere decir que “todo se vale”. La resistencia palestina es necesaria, y la voluntad de luchar debe defenderse. Sin embargo, aprobar como robot lo que hizo Hamás tras su sorprendente fuga del encarcelamiento de Gaza es tan reprobable como respaldar los atentados suicidas de Hamás contra autobuses durante la Segunda Intifada del 2000 al 2005.

Por otro lado, es perfectamente razonable que los palestinos de Cisjordania se armen para defenderse de los colonos y soldados que están destruyendo sus hogares y medios de subsistencia; y muchos activistas han presentado argumentos convincentes de que las tácticas utilizadas en la primera Intifada de 1987 a 1993 y la Gran Marcha del Retorno de 2018 a 2019 hicieron mucho más por ganarse la simpatía mundial, que tanto se necesita, que cualquier ataque terrorista.

La Primera Intifada en Cisjordania, diciembre de 1987. (Foto: Micha Bar-Am / Magnum Photos)

Sí, los bombardeos y los secuestros atraen la atención inmediata y acaparan los titulares, pero se prestan a ser explotados de inmediato por Occidente para reforzar la imagen racista que siempre buscan crear de los oprimidos por el colonialismo, tachándolos de inmorales, irracionales y espeluznantemente inhumanos.

Para los socialistas, la meta es ganar un número masivo de partidarios a la idea de desmantelar permanentemente las estructuras políticas y económicas de la opresión, y no copiar la estrategia del Estado israelí de resolver cualquier situación difícil con una matanza, especialmente cuando las fuerzas militares son comparativamente tan desiguales.

No podemos cometer el error sionista de cerrar los ojos ante el sufrimiento humano que uno no considera ser ideológicamente útil. Sólo los fanáticos insensatos suprimen las preocupaciones éticas y destilan todo a lo que tratan de presentar como logros políticos inmediatos.

El reivindicar, durante la actual matanza israelí en Gaza, un alto al fuego permanente y el cese de la escalada de violencia por los colonos en Cisjordania son ahora la máxima  prioridad pública: consignas, peticiones, acciones masivas. Sin embargo, aún en el seno de sus propios espacios, la izquierda necesita pensar urgentemente en el futuro. ¿Cuál debería ser el siguiente paso en cuanto a las reivindicaciones por las que vamos a movilizar y educar?

Esto sin duda significa que tenemos que discutir si este tipo de violencia — el matar a civiles diciendo que son los ocupadores — realmente promueve de alguna manera la liberación palestina. ¿O fortalece en cambio a los fanáticos sionistas de línea dura y debilita a aquellos elementos de la izquierda israelí — el segmento que aboga por la paz y favorece el diálogo, las ONG de los Derechos Humanos — que necesitan crecer y volverse más militantes?

Al discutir lo que podría ser una resistencia efectiva no estamos hablando de ofrecer “instrucción moral” desde lejos, o de culpar a las víctimas por no haber encontrado el liderazgo político de nuestra preferencia. La historia pertinente e indispensable de la izquierda está llena de debates informativos que examinan y evalúan las diversas facciones en las luchas de liberación nacional.

Por ejemplo, en la lucha nacional irlandesa, tal como se desarrolló a finales del siglo XX, los socialistas se veían divididos en torno al apoyo del Ejército Republicano Irlandés “Oficial”, el Ejército Republicano Irlandés “Provisional”, la Democracia Popular y muchos otros grupos que afirmaban representar a la resistencia.

Durante la Revolución Argelina de 1954-62, muchos en la izquierda marxista estaban divididos entre los que apoyaban al Frente de Liberación Nacional (FLN) o los que apoyaban al Movimiento Nacional Argelino (MNA). En el caso de Irak, casi todo el mundo en la izquierda estaba en contra de la ocupación estadounidense, pero nadie en su sano juicio apoyaba al EIIL (el Estado Islámico de Irak y el Levante).

No podemos aceptar ciegamente la estrategia de Hamás

Los que creen erróneamente que apoyar la “resistencia” significa aceptar ciegamente la ideología y la estrategia de Hamás ignoran este rico legado de debate en el seno de la izquierda, y de hecho están tratando de silenciar la discusión sobre cuestiones cruciales.

No obstante, este debate es esencial, sobre todo porque necesitamos escuchar las voces de tantos en la izquierda palestina que no apoyan a Hamás, y de muchas otras personas plenamente informadas; y todas ellas deben poder proponer alternativas sin temor a ser difamados como cómplices del sionismo.

Este es un momento importantísimo para leer y discutir, por ejemplo, el imprescindible libro de Rashid Khalidi The Hundred Years War on Palestine: A History of Settler Colonialism and Resistance, 1917-2017 (2020) [La guerra de cien años contra Palestina: una historia del colonialismo de asentamientos y resistencia 1917-2017], con la cuidadosa crítica que hace de los puntos fuertes y los puntos débiles de pasadas estrategias de resistencia por parte de diversas organizaciones y movimientos, así como del engañoso papel que jugaron los autoritarios estados árabes en la región. También vale la pena echarle otro vistazo a las menciones de la resistencia palestina en el libro Confronting Empire (2000) [Haciéndole frente al imperio] y The Selected Writings of Eqbal Ahmad (2006) [Escritos escogidos de Eqbal Ahmad], obras de un politólogo pakistaní activo en la revolución argelina y asociado con la lucha contra el sionismo.

Una historia emblemática de los cien años de guerra contra los palestinos por el principal historiador estadounidense del Medio Oriente, narrada en base a acontecimientos claves y la historia de su familia. Metropolitan Books, 335 páginas, tapa dura, en inglés, $35.61. También disponible como libro electrónico y audiolibro.

Es un concepto elemental del marxismo, elaborado claramente por Lenin, que apoyar el contenido de una lucha de liberación de manera incondicional no significa, en principio, apoyar ciegamente toda estrategia o táctica que surja en esa lucha.

En el caso de Hamás, también está la cuestión de evaluar su ideología general; por supuesto es posible que Hamás evolucione, y ciertamente existen contradicciones en sus declaraciones, pero ¿podemos simplemente cerrar los ojos ante la evidencia de que su pasado ha sido socialmente reaccionario, brutal y antisemita? La solidaridad no debe suprimir las duras verdades.

El punto de vista alternativo, que dice que el apoyo a un movimiento de liberación o de resistencia requiere que uno se abstenga de criticar a sus diversos líderes, elimina de nuestra consideración solamente aquellas opiniones constructivas y honestas que se basan en un análisis cuidadoso. Lo que eso nos trae como resultado es una porra incondicional desde la seguridad y la comodidad de las redes sociales, que está más al estilo de los “idiotas útiles” del nacionalismo sionista y carecen de la mentalidad analítica del internacionalismo marxista.

Además, cuando algunos usan retórica innecesariamente incendiaria, arrogante y performativa con la intención de reforzar sus propias credenciales revolucionarias el resultado puede ser tan contraproducente hoy, en la construcción de un movimiento de masas, como fueron durante la guerra de Vietnam las consignas “Quémate, nene, quémate” y “Traigan la guerra a casa”. Las consignas que resultaron mucho más efectivas para alcanzar a aquellos que aún no se habían radicalizado fueron: “Control comunitario de la policía” y “Traigan las tropas a casa ya”.

La guerra sionista contra los judíos

Sin embargo, la narrativa que promueven los partidarios de Israel, compuesta de frases prefabricadas, son en sí mismos una especie de engaño cínico. La repetición constante de que Israel tiene derecho a “defenderse” es una excusa para una masacre indiscriminada que manchará la reputación del Estado israelí para la eternidad, y su verdadero objetivo es humillar, desmoralizar y limpiar étnicamente a la población palestina.

No puede tomarse en serio la afirmación de la administración Biden de que ha presionado a Israel a que “haga más para proteger las vidas inocentes”. De hecho, la repetición constante esas piadosas banalidades nos hacen recordar de forma mordaz que el liberalismo ya no es suficiente.

El argumento de que Hamás se vale de “escudos humanos” ha demostrado ser una excusa para justificar convertir todo en Gaza en objetivos legítimos. No puede haber nada más obvio que ver que la matanza de miles de civiles por parte de Israel es la forma más segura de reclutar para Hamás, y garantiza que llevará a la población a caer en brazos de grupos que le sigan que estarán aún más desesperados por vengar el sufrimiento humano que el estado israelí les ha impuesto.

Durante mucho tiempo organizaciones como la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) han puesto la defensa del Estado israelí de toda crítica por activistas antirracistas por encima de la lucha contra el antisemitismo de los supremacistas blancos, que existe y es verdadero. El odio contra los judíos es aceptable, en su retorcido cálculo, siempre y cuando uno ame al Estado de Israel.

Mientras permiten que el tele-evangelista antisemita John Hagee se dirija a su “Marcha por Israel” el 14 de noviembre, y elogian al conspirador neonazi Elon Musk por “luchar contra el odio”, sí hacen blanco, entre sus principales objetivos, de los partidarios judíos que en su mayoría son jóvenes de organizaciones como Jewish Voice for Peace [Voz judía por la paz] y If Not Now [Si no (actuamos) ahora].

Cientos de personas, organizadas por Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz], protestan en el edificio de la oficina de Cannon House en Washington, DC, el 18 de octubre de 2023, exigiendo un alto al fuego en Gaza. Las consignas incluían “Dejemos vivir a Gaza” y “No en nuestro nombre”. (Foto: Al Drago / New York Times)

Estos grupos que apoyan a Israel saben que estos judíos, en colaboración con los Socialistas Democráticos de América (DSA) y otras organizaciones pro-palestinas de justicia social son antirracistas y se oponen al antisemitismo, se valen cínicamente de la amenaza de la acusación de antisemitismo para intimidar y silenciar. El insistir en que ciertas frases, consignas o eslóganes — generalmente fuera de contexto — constituyen odio contra los judíos está ahora tan extendida en los campus de las universidades, en las empresas, dentro de los partidos Demócrata y Republicano, e incluso en el mundo del arte, que es difícil no ver cómo esto se asemeja a las listas negras de la cacería de brujas contra los radicales durante la década de 1950.

Al mismo tiempo no es del todo cierto afirmar que la ADL y otras fuerzas pro-israelíes declaran que “cualquier crítica de Israel es antisemita”. Los sionistas liberales tienen, después de todo, muchos desacuerdos con el gobierno de Netanyahu, y algunos se oponen a la expansión de los asentamientos.

Incluso el senador Chuck Schumer señaló en el New York Times del 29 de noviembre que “criticar al gobierno israelí no es inherentemente antisemita”, y en cambio acusó con el dedo a “la negación en cualquier forma de un estado judío”. Por eso el enfoque principal (pero no exclusivo) de la acusación de antisemitismo ha sido el llamado a alguna forma de estado “democrático” en Palestina/Israel, precisamente porque la evidencia de que el etno-estado de Israel no puede serlo es ahora tan abrumadora.

Esta guerra sionista contra los judíos internacionalistas es una de las muchas razones por las que los judíos de izquierda deben luchar contra las calumnias difamatorias propagadas por aquellos que afirman, falsamente, estar llevando a cabo en nuestro nombre sus monstruosas actividades — atando así el futuro de los judíos al injusto proyecto del sionismo. Aquí es donde debemos ser conscientes del juego de palabras que Schumer y otros usan para ofuscar nuestros objetivos y valores.

Los argumentos que esgrimimos para transformar a Israel en un estado secular moderno que trate a todos los ciudadanos por igual, ellos los presentan como caricaturas, e implican que estamos “señalándolos sólo a ellos” y los estamos “vilipendiando”. Y regularmente “interpretan” nuestro llamado por una transformación que elimine el sionismo del Estado de Israel como si estuviéramos llamando por “la destrucción de Israel” de tal manera que implica la eliminación de la población judía.

Este es un tema que se aborda muy bien en Except for Palestine: The Limits of Progressive Politics (2021) [Excepto por Palestina: los límites de la política progresista] de Marc Lamont Hill y Mitchell Plitnick. La esencia del tema puede resumirse en esta frase completa: Israel no tiene “derecho a existir” en la forma de un Estado expansionista y etno-nacionalista que se basa en el despojo y en negarle la igualdad de derechos a la mayoría autóctona. El equiparar la “autodeterminación judía” con esta forma específica del estado se parece mucho a usar los “derechos de los estados” para mantener el sistema racista Jim Crow en el sur [de Estados Unidos].

Los socialistas, por supuesto, no se oponen a un Estado judío en principio, pero, como ocurre con cualquier otra reivindicación nacionalista, la cuestión es dónde y cómo. Un proyecto colonial de remoción y privación de las poblaciones autóctonas, que en este caso eran la mayor parte de los habitantes, se pasa de la raya en cualquier lugar donde haya ocurrido.

La aplanadora sionista hacia un “Gran Israel”

Además, queda muchísimo en duda la promesa de la futura seguridad judía si ésta depende de un etno-estado expansionista, debido a lo que ha provocado la actual situación de hegemonía sionista. No es ningún secreto que, a medida que la aplanadora sionista sige avanzando despiadadamente hacia un “Gran Israel”, Israel es ahora más controvertido que nunca; la afirmación de que los judíos están más seguros allí que en otros lugares es cada vez menos convincente.

Aquí recomiendo el excelente folleto [en inglés] de 1969 del trotskista George Novack, ¿Cómo pueden sobrevivir los judíos? Una respuesta socialista al sionismo: “Si los israelíes no quieren caer en una trampa sangrienta inventada por los sionistas, tendrán que abandonar el exclusivo y agresivo Estado judío y optar por una federación del Medio Oriente para los pueblos árabe y judío”.

Portada del folleto How can the Jews survive? A socialist answer to Zionism, [¿Cómo pueden sobrevivir los judíos? Una respuesta socialista al sionismo]. A pesar de que el folleto ya está agotado, todavía pueden encontrarse copias en línea. El autor, George Novack, aparece a la derecha. (Foto: Archivos de Medios Noticiosos de Fairfax)

Si bien es una difamación escandalosa tildar de antisemitismo cualquier oposición al sionismo, los socialistas deben reconocer que el aborrecimiento que surge del comportamiento sionista de Israel puede convertirse en un verdadero odio contra los judíos. Esto es algo que los sionistas están haciendo todo lo posible por promover al equiparar la identidad judía con el autoproclamado “Estado-nación judío”. Su objetivo es hacer que el público piense que ser judío es apoyar los crímenes del Estado israelí y especialmente la actual campaña de asesinatos en Gaza y Cisjordania.

Por supuesto que debemos oponernos agresivamente al odio contra los judíos en cualquier lugar que ocurra. Si individuos o grupos se infiltran en actividades pro-palestinas con pancartas, memes o consignas como “Denles gas a los judíos” o “Los judíos se lo merecían”, debemos excluirlos categóricamente — y expulsarlos por la fuerza de ser es necesario. Los que niegan el Holocausto, incluso los que dicen ser judíos, no pueden ser aceptados.

El falso argumento de que los judíos controlan la política del gobierno de Estados Unidos es una expresión trillada estándar de las teorías conspirativas de los grupos supremacistas blancos y debe ser derribado intelectualmente. Estados Unidos tiene sus propias razones para querer tener un puesto de avanzada imperialista en la región y de aparecer una opción mejor abandonaría a Israel.

Al elegir un lugar para hacer una protesta, debe hacerse un esfuerzo por seleccionar lugres que el público pueda ver como claramente vinculados al estado israelí, como las numerosas embajadas y consulados en todo Estados Unidos; no hay que dar la falsa impresión de que los judíos per se son el objetivo. Uno puede pensar que existen buenas razones para elegir una acción contra un individuo o una empresa pro-sionista, pero la imagen resultante puede ser muy mala cuando el clima nacional es tan hostil y los políticos demagogos están en todas partes.

Sin embargo, la base de la unidad de la izquierda durante la invasión y el bombardeo de Gaza debería ser detener permanentemente el ataque de Israel, alcanzando a la mayor cantidad de personas posible para construir una acción de masas. A mí personalmente no me gusta acceder a las demandas de los partidarios de Israel, y sospecho cuando imponen condiciones políticas sobre qué lenguaje es aceptable en las peticiones y pancartas de protesta cuando casi todas las críticas contundentes son calificadas como una “demonización de Israel”.

Si bien la situación de cada persona es diferente, dependiendo de su comunidad política, me parece que es apropiado caracterizar las políticas israelíes como “genocidio” (según la definición de las Naciones Unidas en 1948), aunque cause un escándalo. Por otro lado, cualquier cosa que sugiera un apoyo político a Hamás sería, para mí, imperdonable, incluso cuando no sea necesario condenar explícitamente a Hamás, dependiendo del propósito de la declaración.

Reconstruir a la sociedad entera

Por último, podríamos considerar lo que ocurrió con el admirable libro de Thrall Un día en la vida de Abed Salama. Si los partidarios de Israel pudieran ver más de cerca lo que es la realidad palestina, ¿podrían cambiar de opinión?

Aunque su libro comenzó recibiendo críticas encomiables en varias publicaciones respetadas a nivel nacional, la atención disminuyó después del 7 de octubre y al menos la cuarta parte de sus lecturas y eventos públicos programados en Londres, Nueva York, Los Ángeles y Washington fueron cancelados.

Un día en la vida de Abed Salama es una historia inmersiva, apasionante e íntima de un accidente mortal en las afueras de Jerusalén que desentraña una maraña de vidas, amores, enemistades e historias en el transcurso de un día revelador y desgarrador. Nueva York: Metropolitan Books, 2023. 255 páginas en inglés. $29.99 tapa dura. También disponible en inglés como libro electrónico y audiolibro.

Anuncios sobre la publicación del libro fueron cancelados y Thrall se vio obligado a retirarse de al menos un evento patrocinado por una universidad cuando se le exigió que firmara un documento oponiéndose a cualquier boicot contra Israel. Sí, su trabajo muestra que es posible tener otro enfoque de esta controversia, uno sin invectiva, duras denuncias del sionismo, o referencias al colonialismo o al genocidio. Aun así, los activistas pueden preguntarse con mucha razón si esto puede lograr un cambio.

Al final de cuentas los activistas deben enfocarse en construir un movimiento social que pueda hacernos avanzar. Independientemente de la cuestión de las formas de Estado que puedan concebirse, tanto la población palestina como la israelí están allí para quedarse y están considerablemente entrelazadas.

Por lo tanto, resolver el conflicto de manera duradera exige que elevemos la perspectiva a un plano cualitativamente nuevo: ya sean dos Estados (uno palestino, otro judío), un Estado (democrático y laico) o algún tipo de federación (con regiones culturalmente autónomas), siempre y cuando los palestinos logren la autodeterminación y ya no sean los dependientes apátridas de una potencia estatal hostil.

El objetivo es la paz y la seguridad para todos, pero esto no puede suceder si se mantiene el privilegio colonial israelí, algo que algunos sionistas liberales y partidarios de los dos estados parecen negarse a reconocer. Sin embargo, es necesario alcanzar y ganarse a la población judía de Israel sobre la base de que la igualdad es algo más sólido para todos; no podemos confundir a la población judía israelí con su grupo gobernante, como tampoco podemos confundir a los palestinos con Hamás.

No será fácil, pero hay que hacer un esfuerzo por separar a la mayoría israelí de su gobierno militarista y de la ideología sionista en su forma actual. Al mismo tiempo, una campaña a favor de la revolución democrática en las numerosas dictaduras del Medio Oriente también es vital para el proceso.

Como señaló Martin Luther King en relación con el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, que sigue siendo relevante, existen situaciones en las que lo que se requiere es una transformación más dramática: “Trabajé durante años con la idea de reformar las instituciones existentes en el Sur, un pequeño cambio aquí, un pequeño cambio allá”, le dijo King al periodista David Halberstam en abril de 1967. “Ahora veo las cosas de manera muy diferente. Creo que hay que reconstruir a la sociedad entera, una revolución de valores”.

Necesitamos un mundo post-sionista para que pueda haber una población palestina post-Hamás, totalmente liberada. La consigna del día debería ser “¡Nunca jamás, para nadie!”


(Esta fue la segunda de dos partes. La primera puede encontrarse aquí).


NOTAS

[1] En una entrevista de 1967 por la revista New Left Review [Reseña de la Izquierda Nueva], Deutscher explicó: “Paradójica y grotescamente, los israelíes aparecen ahora en el papel de los prusianos del Medio Oriente. Ya han ganado tres guerras contra sus vecinos árabes. Del mismo modo, los prusianos derrotaron hace un siglo a todos sus vecinos en pocos años, los daneses, los austriacos y los franceses. La sucesión de victorias engendró en ellos una confianza absoluta en su propia eficiencia, una confianza ciega en la fuerza de sus armas, una arrogancia chovinista y un desprecio por otros pueblos. Me temo que una degeneración similar, porque es degeneración, puede estar teniendo lugar en el carácter político de Israel”.

Nuestros lectores pueden encontrar más información sobre los puntos de vista de Deutscher y Novack en el artículo de Panorama-Mundial¿Cómo pueden sobrevivir los judíos? Una respuesta socialista al sionismo“. Panorama-Mundial ha obtenido permiso del New Left Review para reimprimir la entrevista de 1967 con Deutscher. Aparecerá en las próximas semanas.


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