Marxismo

Los pueblos musulmanes del Este y la Revolución Rusa



Nota introductoria

Por Mike Taber

22 de octubre del 2021—El final este agosto de los 20 años de guerra estadounidense en Afganistán y la toma del país por los talibanes[1] destaca, una vez más, la importancia política mundial que tienen los países del Este islámico. ¿Están acaso los pueblos de estos países condenados al atraso permanente, como muchos creen, agobiados por una ideología religiosa reaccionaria? ¿O podrían ser, en cambio, una fuerza revolucionaria en la lucha por liberar a la humanidad? ¿Qué tiene que ocurrir para que pueda cimentarse una alianza entre los trabajadores del Oriente y del Occidente?

Gente corre junto a un avión transporte C-17 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos mientras avanza por una pista del aeropuerto de Kabul el 17 de agosto de 2021, durante la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán después de 20 años de ocupación. El final de la guerra puso en relieve la importancia política mundial de los países del Este islámico. (Foto: AP)

Estas preguntas fueron planteadas en la práctica ya hace un siglo, tras la victoria de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.

Durante sus primeros años, los bolcheviques liderados por Lenin implementaron políticas que buscaban liberar a los trabajadores del Oriente de la opresión del antiguo régimen zarista ruso. El nuevo gobierno obrero y campesino se propuso transformar las relaciones sociales en estas áreas, promover la alfabetización y la cultura, y ayudar a las masas oprimidas a convertirse en actores conscientes que hacen su propia historia. La Internacional Comunista (Comintern) extendió esa perspectiva internacionalmente. El objetivo de la Internacional Comunista era crear, por primera vez, un movimiento revolucionario genuinamente mundial que enlazara a los trabajadores del Este y del Oeste como compañeros de lucha.

Antes de 1917 el Imperio ruso era una prisión de naciones: finlandeses, polacos, ucranianos, armenios, pueblos de Crimea, el Cáucaso, y Asia central y nororiental, entre otros. En total, los pueblos oprimidos constituían la mayoría de la población del imperio. A la mayoría de estos pueblos se les negaron los derechos y el reconocimiento nacionales. En general, quedaron prohibidas las lenguas nativas en las escuelas y en las oficinas de la administración pública. Además, muchas poblaciones nativas estaban sujetas a una colonización basada en asentamientos, que despojaba a los pueblos locales de sus tierras y los hacía ciudadanos de segunda clase en sus propios territorios.

Mucho antes de 1917 la cuestión del potencial revolucionario del Oriente, y la necesidad de una alianza con los obreros de estos países, había sido una preocupación de Lenin. Su artículo de 1913 La Europa atrasada y el Asia avanzada revela lo que pensaba sobre estos temas.

“En Asia crece, se extiende y se fortalece en todas partes un poderoso movimiento democrático”, escribió Lenin. “Despiertan a la vida, a la luz y a la libertad centenares de millones de hombres”. Escribió que “los centenares de millones de trabajadores de Asia [tienen] un firme aliado en la persona del proletariado de todos los países civilizados. No hay en el mundo fuerza capaz de impedir su victoria, que libertará tanto a los pueblos de Europa como a los pueblos de Asia”.[2]

El artículo de John Riddell que publicamos a continuación es una breve introducción al trabajo que hicieron y las medidas que tomaron los bolcheviques en Rusia—así como el trabajo de la primera Internacional Comunista—sobre esta cuestión. En particular destaca la importancia del Congreso de los Pueblos del Este, celebrado en Bakú, Azerbaiyán, en 1920. El congreso reunió a más de 2 mil delegados que representaban a trabajadores y campesinos de más de dos docenas de pueblos de Asia. El libro To See the Dawn: Baku, 1920—First Congress of the Peoples of the East (Alumbra el Amanecer: Bakú, 1920—Primer Congreso de los Pueblos del Este),[3] incluye el acta de ese congreso.

La Internacional Comunista también organizó un Congreso de los Trabajadores del Lejano Oriente en 1922, al que asistieron combatientes por la liberación nacional y proletaria de China, Japón, Mongolia y Corea. Las actas de ese congreso se publicaron recientemente en Alliance of Adversaries: The Congress of the Toilers of the Far East (Una alianza de adversarios: el congreso de los trabajadores del lejano Oriente).[4]


ANÁLISIS DE NOTICIAS


El artículo de Riddell también señala cómo la degeneración estalinista de la revolución rusa anuló las políticas que los bolcheviques elaboraron para con los pueblos del Este. A finales de la década de 1920, una casta burocrática había tomado las riendas del poder en la Unión Soviética. La animaba un espíritu de chovinismo ruso y era hostil a las reivindicaciones de las naciones y nacionalidades oprimidas. De hecho, Lenin ya había hecho la advertencia de las señas de este peligro en sus últimos escritos dirigidos a la dirección del Partido Comunista. Después de su muerte en 1924, estas políticas erróneas se arraigaron más, y bajo Stalin la Unión Soviética se convirtió eventualmente en lo que el régimen zarista había sido: una prisión de naciones. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, muchas de estas naciones aprovecharon el compromiso con la autodeterminación que se promulgó en 1917 y declararon su independencia.

En 1979 este enfoque, que menospreciaba los derechos y sentimientos nacionales, condujo a la desastrosa invasión de Afganistán por parte de la URSS y su posterior ocupación de este país soberano durante una década. La intervención militar soviética resultó en una férrea resistencia, alentada y financiada por Washington, que finalmente engendró a los talibanes y a al-Queda.

Presentamos a continuación la segunda mitad del artículo “La libertad nacional y la Revolución Rusa”, que fue publicado originalmente el 1º de noviembre de 2006 en el sitio web “John Riddell: Marxist Essays and Commentary” (johnriddell.com). El original se puede encontrar aquí.

Panorama-Mundial lo publica aquí con permiso.


La libertad nacional y la revolución rusa: los soviets toman el poder

Por John Riddell

El 15 de noviembre de 1917, una semana después de que los trabajadores y soldados de Rusia tomaran el poder, el gobierno soviético decretó la “igualdad y la soberanía de los pueblos de Rusia” y el derecho de estos pueblos a la autodeterminación, inclusive el derecho a la misma independencia[5]. Posteriormente cinco naciones en la frontera occidental, entre ellas Polonia y Finlandia, afirmaron su independencia, y el gobierno soviético la reconoció. Otros optaron por federarse con la república soviética rusa.

Pero el asunto no se quedó allí. El gobierno soviético invitó a cada nación dentro de Rusia a celebrar un congreso soviético para decidir si querían participar en su estructura federal, y de ser así sobre qué bases. A las minorías nacionales no sólo se les ofreció el derecho total a poderes separados, sino autonomía sobre el idioma, la educación y la cultura que daban expresión al derecho a la libre determinación. El gobierno detalló esta política en abril de 1918 con referencia a los pueblos orientales de Rusia en un artículo de Stalin, entonces el comisario de nacionalidades. Estas regiones, afirmó, deben ser “autónomas, es decir, tener sus propias escuelas, tribunales, administraciones, órganos de poder e instituciones sociales, políticas y culturales”, con plenos derechos a utilizar la lengua minoritaria “en todas las esferas de la actividad social y política”. (Smith, p. 24.)

Esta política se aplicaba también a las costumbres y tradiciones religiosas. Por esa razón la Sharia, la ley común musulmana, fue reconocida en los territorios tradicionalmente musulmanes como una parte integral de la estructura legal soviética.[6]

El gobierno soviético también respaldó los derechos de los pueblos musulmanes a las tierras recientemente confiscadas por colonos rusos, incluso cuando estas tierras habían sido utilizadas solo parte del año por los nómadas campesinos musulmanes. Apoyó también iniciativas locales para recuperar dichas tierras en el Cáucaso Norte y respaldó el reasentamiento de colonos rusos en Turquestán, una medida tomada para restaurar las tierras confiscadas por los colonos después de la derrota de un levantamiento en 1916 de los pueblos subyugados.

También trabajó para educar al personal del gobierno en cuanto a la estructura social de los pueblos orientales. Un llamamiento al personal del Ejército Rojo en 1920 instó a que los soldados vieran a los pequeños productores y comerciantes independientes de estas regiones como aliados, como trabajadores, y no como especuladores. Señaló que entre estos pueblos, “aún no se ha producido una clara diferenciación de clases… Los productores aún no han sido arrancados de los medios de producción. Cada artesano … también es un comerciante. El comercio… descansa en manos de millones de pequeños comerciantes, [cada uno de los cuales] solo tiene un centavo de bienes”. Teniendo todo esto en cuenta, “la rápida implementación del comunismo… la nacionalización de todo el comercio… de los artesanos… es imposible”. Este análisis es sorprendentemente aplicable a las condiciones actuales de las masas indígenas en Bolivia y otros países latinoamericanos.[7]

El Congreso de Bakú, Azerbaiyán, 1920. (Foto: Archivo Hulton)

Promoción de la cultura nacional

Con respecto a los pueblos orientales, la política soviética fue mucho más allá del apoyo a las reclamaciones de tierras y las estructuras gubernamentales autónomas. El gobierno soviético apoyó la evolución, entre pueblos que apenas se encontraban en los albores de una conciencia nacional, hacia una nacionalidad madura. De esta manera, estos pueblos podrían alcanzar un nivel cultural y político que facilitaría su integración a la sociedad soviética sobre una base de igualdad.

Los soviets, por lo tanto, se embarcaron en un ambicioso programa para promover el desarrollo de la cultural nacional. Contrataron a expertos locales para que eligieran, para cada grupo étnico, el dialecto que mejor podría servir de base para un idioma nacional. Se idearon alfabetos para pueblos que en su mayoría aún no habían sido alfabetizados. Se elaboraron diccionarios y gramáticas que fueron utilizados para publicar periódicos en idiomas minoritarios.

Se inició la educación en los idiomas minoritarios, incluso en el interior de las zonas de habla rusa, para cada localidad donde hubiera al menos 25 estudiantes del grupo de idiomas minoritarios. En 1927, en toda la Unión Soviética, más del 90% de los estudiantes de nacionalidades minoritarias estaban siendo educados en sus propios idiomas. Los gobiernos de las repúblicas autónomas eran responsables por la educación en su idioma nacional aun más allá de sus propias fronteras, una política que tenía cierta similitud con el programa austro-marxista de “autonomía nacional-cultural” contra el que los bolcheviques habían argumentado antes de 1917.[8]

La orquesta oriental actúa durante el Congreso de Bakú de 1920. La política bolchevique hacia los pueblos del Oriente promovió el desarrollo de la cultura nacional.

El mismo principio fue aplicado a la minoría judía, que no tenía territorio nacional. Una comisión judía del gobierno soviético administró cientos de escuelas en el idioma yiddish que estaban dispersas entre varias repúblicas nacionales. Muchos líderes de esta comisión provenían del Bund, una corriente socialista judía que antes de 1917 había defendido estas estructuras contra las objeciones de los bolcheviques.

En 1924, la actividad editorial en la Unión Soviética ya estaba en marcha en 25 idiomas diferentes, aumentando a 44 en 1927.

Contratación preferencial

El gobierno soviético se esforzó por asegurar que cada nacionalidad estuviera representada en los órganos gubernamentales locales en proporción a su magnitud en la población en su conjunto. Esta política fue denominada “korenizatsiia” o “indigenización”, según el diccionario Oxford, lo que en el lenguaje moderno sería “acción afirmativa”.

La región de Turquestán en Asia Central presenta un buen caso de ensayo, ya que allí los soviéticos inicialmente excluyeron a los musulmanes de entre sus filas y vieron de manera hostil las demandas de la mayoría musulmana. En marzo de 1918, el gobierno soviético puso un alto a esta política, y cuando se celebraron elecciones soviéticas en Turquestán al mes siguiente, el 40% de los electos fueron musulmanes. La proporción de musulmanes en la membresía local del Partido Comunista aumentó de casi cero al 45% a fines de 1918. En 1919, el comité central del Partido Comunista dictaminó que los candidatos para cualquier cargo gubernamental podían ser nominados independientemente del partido por cualquier organización de trabajadores musulmanes.

Un veterano de aquellos días recuerda que Lenin reaccionó con enojo a la información de que todos los soviets en Turquestán usaban el idioma ruso, diciendo: “Todo lo que decimos sobre el poder soviético va a parecer falso mientras los que trabajan en Turkestán no hablen en su lengua materna en sus instituciones”.[9]

Para 1927 personas de nacionalidades minoritarias predominaban en los órganos ejecutivos soviéticos que había en sus regiones.

Las universidades del Partido Comunista, una fuente importante de nuevos cuadros para el partido y el estado, dieron preferencia a candidatos de los pueblos minoritarios. En 1924 estos pueblos conformaban el 50% del cuerpo estudiantil en general, aproximadamente igual a su parte de la población. Pero tomó tiempo compensar el desequilibrio en la membresía del partido. En 1927 la participación de los pueblos musulmanes en la membresía del partido había alcanzado aproximadamente la mitad de su proporción de la población en su conjunto.

También se hicieron esfuerzos por acelerar el desarrollo económico en los territorios de los pueblos musulmanes. Se les animó a ingresar a la clase obrera, que hasta entonces en estos territorios había sido casi enteramente rusa en su composición. El progreso fue rápido: en 1926 los pueblos minoritarios conformaban la mayoría de la fuerza laboral en Tayikistán, Turkmenistán y Daguestán, y alrededor del 40% en Azerbaiyán y Kazajstán.

Estos logros, por supuesto, sólo fueron posibles a través de la iniciativa y el liderazgo de los revolucionarios de las propias nacionalidades minoritarias. Con raras excepciones, no existía un movimiento bolchevique entre los pueblos musulmanes antes de 1917. Los líderes de esta transformación provenían principalmente de movimientos nacionalistas revolucionarios que muchos marxistas, tanto entonces como ahora, denominan despectivamente “burgueses”. La dirección central del Partido Comunista se alió repetidamente con estas fuerzas con el fin de superar la resistencia, dentro de sus propias filas, a sus políticas para con los pueblos musulmanes.[10]

Congreso de Bakú

Los bolcheviques argumentaron en el seno de la Internacional Comunista respaldando su enfoque hacia las nacionalidades oprimidas, y esto fue codificado en las resoluciones del Congreso de los Pueblos del Este de la Internacional Comunista en Bakú, en 1920, y en el Segundo y el Cuarto Congreso Mundial en 1920 y 1922. En sus observaciones finales ante el Congreso de Bakú, Gregory Zinoviev propuso una enmienda a las últimas palabras del Manifiesto Comunista: “Trabajadores de todas las tierras y pueblos oprimidos de todo el mundo, uníos”, un concepto que sigue siendo válido en nuestros tiempos.[11] Y armada con esta concepción, durante esos años la Internacional ganó apoyo rápidamente en toda Asia.

Delegados al Congreso de Bakú de 1920. Miles de personas, convencidas de que no había contradicción entre ser bolchevique y musulmán, se unieron a las filas bolcheviques de la época.

Babayev, quien asistió al Congreso de los Pueblos del Este en Bakú como un joven azerbaiyano musulmán en 1920, sirviendo como guardia, capturó el estado de ánimo de esos años. En una entrevista muchos años después, recordó que “cuando llegó el llamado a la oración, le pareció natural dejar a un lado su arma durante las devociones, para después ‘volver a defender con nuestra sangre la conferencia y la revolución’”. Inspirado por la “declaración de guerra santa contra el enemigo de la revolución” que se hizo en la conferencia, explica, “miles de personas, convencidas de que no había contradicción entre ser bolchevique y ser musulmán, se unieron a las filas bolcheviques”.[12]

Los delegados musulmanes también se valieron del congreso de Bakú para expresar sus inquietudes sobre los abusos chovinistas por parte de funcionarios soviéticos en las repúblicas autónomas. Una larga resolución sobre este tema fue presentada por 21 delegados que representaban a una amplia gama de nacionalidades. En sus comentarios finales, Zinoviev prometió una enérgica acción correctiva. Después de que terminó el congreso, 27 delegados viajaron a Moscú para reunirse con el Buró Político del Partido Comunista, que adoptó una resolución redactada por Lenin. Las amplias disposiciones de la resolución incluían la decisión de fundar la Universidad de los Pueblos del Este, mas instrucciones para controlar, en las regiones autónomas, la autoridad de los emisarios del gobierno central.

Reverso estalinista

Durante la década de 1920 surgió una casta burocrática privilegiada en la Unión Soviética, encabezada por Stalin, que mostró una creciente hostilidad hacia los derechos de las nacionalidades minoritarias. Esta tendencia llevó a Lenin, en sus últimos meses de actividad, a lanzar una campaña en defensa de los derechos de estos pueblos.[13]

Después de la muerte de Lenin en 1924, las fuerzas estalinistas tomaron control del Partido Comunista de la Unión Soviética y del aparato estatal soviético. Las repúblicas soviéticas en Asia fueron sometidas a la centralización burocrática, las políticas chovinistas, la hostilidad a los derechos lingüísticos de las minorías, y a un masivo terror contrarrevolucionario. Sin embargo, los logros de la revolución rusa en el ámbito de los derechos nacionales no se extinguieron por completo. En particular, cuando ocurrió el colapso de la Unión Soviética en 1991, las repúblicas soviéticas en Asia mantuvieron la fuerza suficiente como para hacer valer su independencia.

Conclusión

Los artículos de Lenin sobre la autodeterminación antes de 1917 le dieron a los bolcheviques una base para su trayectoria durante la revolución. Pero el criterio bolchevique sobre la lucha de las nacionalidades oprimidas fue radicalmente perfeccionado por las experiencias de la revolución misma. En el proceso, los bolcheviques mostraron una capacidad para aliarse y aprender de los más avanzados luchadores por la libertad nacional. Dejaron de lado viejos esquemas y permitieron que fuerzas sociales verdaderas moldearan su estrategia, una que hoy podría llamarse “unidad por medio de la diversidad”.

Hoy día, en medio del nuevo auge de las luchas de liberación en varios continentes, las políticas de los bolcheviques en la época de Lenin nos brindan un ejemplo de cómo la clase obrera puede aliase con los pueblos oprimidos en la lucha común. La unidad de la clase obrera depende de la solidaridad con los pueblos y sectores oprimidos. El programa de esta lucha incluye no solamente la autodeterminación política de las nacionalidades oprimidas, sino el apoyo incondicional a su lucha por ganar los derechos políticos, culturales y económicos necesarios para lograr una igualdad genuina. Y eso bien puede implicar, como en el caso de los pueblos indígenas de Rusia en los años posteriores a la revolución de 1917, medidas positivas para ayudar a estos pueblos a desarrollar, como nacionalidades, su potencial cultural y político.


NOTAS

[1] Ver “Afganistán: Última señal del declive del imperialismo estadounidense” parte 1 y parte 2.

[2] Tomado de las Obras Completas de Lenin, vol. 23, pp. 175-177.

[3] En el libro To See the Dawn: Baku, 1920—First Congress of the Peoples of the East (Nueva York: Pathfinder Press, 1983)

[4] John Sexton, ed., Alliance of Adversaries: The Congress of the Toilers of the Far East (Chicago: Haymarket Books, 2019). Para una reseña de este libro, véase https://johnriddell.com/2020/12/16/national-revolutionary-movements-and-the-comintern/

[5] John Riddell, ed. To See the Dawn (de ahora en adelante TSD) (Nueva York: Pathfinder Press, 1983), p. 248.

[6] La ley Sharia, hoy comúnmente asociada con grupos políticamente reaccionarios como el Estado Islámico, es en realidad simplemente un código basado en el Corán al que pueden adherirse todos los musulmanes y que está abierto a la interpretación de eruditos religiosos y clérigos.

[7] TSD, p. 307.

[8] El austro-marxismo fue una tendencia asociada con el Partido Socialdemócrata Austriaco. Sus principales portavoces fueron Otto Bauer, Max Adler, Rudolf Hilferding, Karl Renner, Victor Adler y Friedrich Adler. Se hicieron especialmente conocidos por su posición sobre la cuestión nacional, contraponiendo la autonomía cultural de las minorías nacionales al derecho de las naciones a la libre determinación. Para la visión de Lenin sobre esta última posición, véase su artículo “Observaciones críticas sobre la cuestión nacional”, en las Obras Completas.

[9] Jeremy Smith, The Bolsheviks and the National Question, 1917-23, (Londres: Universidad de Londres, s.f.), p. 145.

[10] Para los comentarios de Lenin en 1920 sobre la faceta terminológica de esta cuestión, véase Riddell, ed. Workers of the World and Oppressed Peoples, Unite (Nueva York: Pathfinder, 1991), vol. 1, p. 212 o Lenin Obras Completas.

[11] TSD, p. 219.

[12] TSD, pp. 29-30.

[13] Véase La última lucha de Lenin, discursos y escritos, 1922 a 1923] (Nueva York: Pathfinder Press, 1994).


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