El artículo a continuación apareció por primera vez en la edición del 27 de marzo del 2022 de la revista Jacobin bajo el título “El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba es un acto de guerra”. Panorama-Mundial lo ha reeditado y lo publica con permiso del autor y Jacobin.
Panorama-Mundial publica este valioso recurso sobre la historia de la guerra económica de Washington contra la nación caribeña, que empezó hace seis décadas cuando una revolución popular en la isla derrocó a una dictadura respaldada por Estados Unidos y abrió el camino a la revolución socialista en las Américas.
Compartimos con la autora la opinión de que las políticas de Washington contra Cuba constituyen una guerra, una guerra económica. Al mismo tiempo creemos que debe hacerse una distinción entre este amplio bloqueo comercial, financiero y económico y la acción militar abierta.
Washington ha tomado medidas bélicas contra Cuba en el pasado. En la coyuntura conocida en Cuba como la Crisis de octubre de 1962—y en otros lugares como la “Crisis de los Misiles Cubanos”—el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, impuso un bloqueo naval de la isla y llevó al mundo al borde de la guerra nuclear.[1] Aproximadamente un año y medio antes, en abril de 1961, mercenarios armados y entrenados por Estados Unidos invadieron Cuba en Playa Girón (conocida en Estados Unidos como “Bahía de Cochinos”), pero fueron derrotados contundentemente. Después de esa derrota Washington planeó seriamente una nueva invasión con fuerzas estadounidenses, pero en última instancia el espectro de las enormes pérdidas que el pueblo cubano podría infligir defendiendo su revolución le hizo desistir.[2]
El titular, los subtítulos y las notas al pie de página son de Panorama-Mundial.
Por Helen Yaffe
El 25 de febrero, un alto funcionario de la administración de Joe Biden dijo que las sanciones que Estados Unidos le ha impuesto a Rusia como consecuencia por su invasión de Ucrania tenían también como objetivo golpear a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Ese mes se cumplió el sexagésimo aniversario del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, que empezó con el embargo a todo el comercio con Cuba impuesto por el presidente John F. Kennedy en febrero de 1962.
ANALISIS DE NOTICIAS
El embargo de Cuba constituye el conjunto de sanciones más largo y completo de la historia moderna. No es simplemente una cuestión legal o bilateral, como afirman sus partidarios. Es la piedra angular del conjunto de acciones que ha usado Estados Unidos para promover un cambio de régimen en la isla. Es un acto de guerra, una violación de los derechos humanos destinada a obstruir el desarrollo de Cuba, socavar su ejemplo como alternativa revolucionaria, y causar intencionalmente el sufrimiento del pueblo cubano.

Si bien el pretexto que da Estados Unidos para justificar sus acciones contra Cuba ha cambiado a lo largo de seis décadas, la meta sigue siendo la misma. El objetivo quedó claro bien en un memorando de abril de 1960 escrito por Lester D. Mallory, subsecretario de Estado de Estados Unidos, quien aconsejó tomar medidas “para debilitar la vida económica de Cuba… para provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”. La CIA ya había lanzado operaciones contra el gobierno revolucionario de Cuba a fines de 1959, orquestando actos de terrorismo y sabotaje y reclutando agentes en la isla. En vista de las penurias y la angustia que causaron estas acciones, es obvio que los derechos humanos de la población cubana no eran motivo de preocupación.
Aunque el gobierno revolucionario ya había llevado a cabo la Reforma Agraria de 1959,[3] confiscando en enero de 1960 plantaciones de bajo rendimiento de más de mil acres y expropiando setenta mil acres de compañías azucareras estadounidenses, la política de Mallory no se enmarcó como represalia por la nacionalización o como medio para presionar al gobierno sobre la cuestión de la compensación—afirmaciones que solo aparecieron más tarde para justificar ante el derecho internacional el embargo de Estados Unidos. La preocupación que la orientaba era la “influencia comunista”.

Esa influencia quedó confirmada el 16 de abril de 1961 cuando, en vísperas de la invasión de Bahía de Cochinos, Fidel Castro anunció: “Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!” Las primeras medidas del estado revolucionario restringieron rápidamente los intereses privados tanto nacionales como extranjeros, desmantelando las instituciones económicas y políticas de la Cuba de antes, como estado satélite de Estados Unidos, y creando nuevas instituciones, estructuras de poder y relaciones sociales, así como adoptando una economía socialista planificada centralmente y estableciendo “organizaciones de masas”.


Si bien fue la amenaza del comunismo lo que convirtió a Cuba en el blanco de las sanciones de Estados Unidos, la adopción del socialismo y el viraje al comercio con la URSS y con el bloque socialista le permitieron a Cuba sobrevivir el impacto potencialmente devastador del bloqueo de Estados Unidos.
¿Embargo o bloqueo?
Un embargo es cuando una nación establece una política de no comerciar con otra nación; cualquier nación tiene esa prerrogativa. Un bloqueo es cuando un país utiliza la amenaza o la fuerza militar para cerrar las fronteras de otra entidad al comercio internacional, impidiendo la actividad comercial normal con terceros. Un bloqueo es un acto de guerra. El efecto cumulativo que las sanciones de Estados Unidos tienen sobre Cuba es de impedir, a través de mecanismos financieros, legales y políticos, el comercio de la isla con ciudadanos y empresas de otros estados.
De hecho, durante los primeros seis años de la presidencia de Barack Obama, se les impusieron cincuenta y seis multas récord, por un monto de casi $14.3 mil millones de dólares, a entidades extranjeras que colaboraron con Cuba, con $2.8 mil millones en multas adicionales impuestas después de que la administración anunciara el acercamiento con Cuba en diciembre del 2014.
Los bancos europeos multados por realizar transacciones con Cuba (entre otros países sancionados) incluyen ING ($619 millones), BNP Paribas ($8.9 mil millones), Commerzbank ($718 millones), Credit Suisse ($536 millones) y el Royal Bank of Scotland ($100 millones). Bancos de todo el mundo ahora tienen a Cuba en su lista de los países con los que no realizan transacciones. El bloqueo de pagos bancarios impide el comercio en bienes y servicios y el envío de remesas y donaciones. Estados Unidos también ejerce presión política sobre gobiernos, presionando a estados para que rechacen la asistencia médica cubana, inclusive durante la reciente pandemia de COVID-19, según funcionarios cubanos.
Es indiscutible, por lo tanto, que Estados Unidos está imponiendo un bloqueo a Cuba.


Una historia de sanciones cada vez más duras
En julio de 1960, tres meses después del memorándum de Mallory, el presidente Dwight D. Eisenhower usó la Ley de Control de Exportaciones de 1949 para restringir las exportaciones de azúcar de Cuba a Estados Unidos, supuestamente en respuesta a la nacionalización de empresas azucareras en la isla. Cuba respondió con nacionalizaciones adicionales de empresas estadounidenses, cuyos propietarios tenían instrucciones del gobierno de Estados Unidos de rechazar las ofertas de compensación por parte de Cuba. Como la isla dependía de sus exportaciones de azúcar a Estados Unidos, la intención era asestarle un golpe devastador a la economía cubana. La URSS intervino, comprando el azúcar que Estados Unidos dejó de comprar. El intercambio de represalias entre el gobierno cubano y el estadounidense culminó en la ruptura de relaciones diplomáticas por Estados Unidos el 3 de enero de 1961.
Desde entonces el bloqueo de Estados Unidos se ha ejecutado a través de seis estatutos principales:
- El artículo 5 (b) de la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917 (TWEA por su sigla en inglés): Prohíbe, limita o regula el comercio y las transacciones financieras, inclusive las relacionadas al viaje, el transporte o los negocios en tiempos de guerra o cuando se ha declarado una emergencia nacional.
- El artículo 620 (a) de la Ley de Asistencia Exterior de 1961: Prohíbe la ayuda al gobierno cubano y a los países que ayudan a Cuba, lo que ya confiere a las sanciones de Estados Unidos un carácter extraterritorial. Autoriza al presidente establecer un embargo total de Cuba, lo que Kennedy hizo el 3 de febrero de 1962.
- El Reglamento de Control de Bienes en Cuba de 1963, bajo el artículo 5 (b) de la TWEA: Los activos cubanos en Estados Unidos fueron congelados, todas las transacciones financieras y comerciales fueron prohibidas a menos que fueran aprobadas por un permiso. Se prohibió la exportación directa e indirecta de productos, servicios y tecnologías estadounidenses a Cuba, así como las exportaciones cubanas a Estados Unidos y las transacciones en dólares estadounidenses en Cuba por parte de ciudadanos de cualquier país. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por su sigla en inglés) del Tesoro de Estados Unidos impone sanciones por cualquier infracción.
Aprovechando que la isla dependía tanto económicamente de Estados Unidos en materia de comercio, inversión y préstamos, esas primeras sanciones podrían haber puesto de rodillas a la Revolución Cubana. El dólar estadounidense se había establecido como la base para el comercio internacional en 1944, dando al país una enorme influencia sobre el comercio internacional. La decisión de la Unión Soviética de ayudar a los cubanos en 1960 fue un salvavidas. Si bien el comercio de Cuba con la URSS a veces era problemático, fue decisivo para la supervivencia de la revolución cubana, amortiguando el impacto de las sanciones estadounidenses.
Eso, sin embargo, se vino abajo después del colapso de la URSS, la cual generó una grave crisis económica. Cuba perdió el 87 por ciento de su comercio e inversión, y en tres años el PIB decayó en una tercera parte.
La historia de cómo el sistema socialista de Cuba sobrevivió el “Período Especial” de esta crisis económica es un capítulo aparte.
La economía cubana fue reestructurada para su reintegración a un mercado mundial capitalista que operaba bajo el neoliberalismo y estaba dominado por su némesis, Estados Unidos. Los cubanos demostraron una resiliencia y creatividad notables, incluso mientras sus opositores en Estados Unidos buscaban arruinarlos a través de nuevas sanciones:
- La Ley de la Democracia Cubana (Torricelli) de 1992: Prohibió a las subsidiarias extranjeras de empresas estadounidenses en terceros países comerciar con Cuba o ciudadanos cubanos, prohibió que barcos extranjeros que atracaran en Cuba pudieran ingresar a puertos estadounidenses durante los seis meses subsiguientes, prohibió que ciudadanos estadounidenses pudieran viajar a Cuba y limitó las remesas familiares a la isla. Les negó ayuda exterior y mitigación de la deuda externa a países que ayudaran a Cuba, confirmando que las sanciones son en realidad un bloqueo, no un embargo. La ley estipula que los suministros médicos podían exportarse a Cuba solo con autorización presidencial después de “inspecciones sobre el terreno” para verificar su uso y quiénes serían beneficiados por los artículos médicos. Añade que “alimentos, medicinas y suministros médicos con fines humanitarios” solo son permitidos si Cuba toma medidas para implementar lo que el presidente de Estados Unidos considere elecciones libres y justas para un nuevo gobierno.
- La Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática de 1996 (Helms-Burton): Fortaleció el impacto extraterritorial de las sanciones, amenazando a entidades e individuos en terceros países con acciones legales y la prohibición de entrada a Estados Unidos por el “comercio” de propiedades nacionalizadas. Incluye planes para un gobierno de transición en una era post-Castro, con una economía explícitamente capitalista, codificando además el bloqueo de Estados Unidos en ley para que un Presidente de Estados Unidos no pueda eliminarlo sin legislación.
- La Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Fomento de las Exportaciones del 2000: Autoriza la venta de productos agrícolas y medicamentos a Cuba por razones humanitarias. Sin embargo, no anula las estipulaciones de la Ley Torricelli sobre la autorización presidencial y las verificaciones in situ. Reglamentos añadidos en el 2005 estipulan que Cuba debe pagar los bienes en su totalidad, en efectivo, antes del envío. La ley limitó también los viajes a Cuba por ciudadanos estadounidenses a doce categorías autorizadas que requieren una licencia.
Otros reglamentos han sido añadidos a lo largo de los años, modificando y ampliando las disposiciones existentes. Por ejemplo, fabricantes en terceros países no pueden exportar a Cuba ningún producto que tenga un 20 por ciento de componentes estadounidenses y deben solicitar una licencia para aquellos productos con hasta un 10 por ciento de componentes estadounidenses. El resultado es una compleja red de legislación superpuesta que es casi imposible de sortear. El blanco de estas sanciones han sido las piedras angulares y estratégicas de la economía y del desarrollo de Cuba: las exportaciones de azúcar y níquel, el turismo, los hidrocarburos y los proyectos de infraestructura, así como, más recientemente, la biotecnología.
¿Republicano o demócrata?
Los republicanos y los demócratas le han apretado las tuercas a Cuba por igual. Podemos verlo en la implementación de sanciones y multas de la OFAC que continuaron en el nuevo milenio.
El análisis de los académicos cubanos Ernesto Domínguez López y Seida Barrera Rodríguez revela que entre el 2001 y el 2020, Estados Unidos aplicó legislación de sanciones 121 veces contra Cuba, en gran parte como herramienta política para movilizar, premiar o compensar a sectores electorales clave, particularmente a la comunidad de exiliados cubanos en Florida, que es un estado decisivo en las contiendas presidenciales de Estados Unidos. La administración del presidente George W. Bush impuso un promedio de 4.75 sanciones por año; la administración de Obama 6.38 sanciones por año; después la tasa se disparó a un 10.67 anual durante los primeros tres años de Donald Trump. Las sanciones han ido acompañadas de una presión más intensa por un cambio de régimen con planes sofisticados y multifacéticos, desde los programas “de pueblo a pueblo” de Bill Clinton, el Plan por una Cuba Libre de Bush, y el “compromiso con la sociedad civil” de Obama. Desde el fin de la década del 2000, se han asignado abiertamente presupuestos anuales de $20 millones para estos programas designados como promoción de la democracia.
En el 2015, Obama restableció relaciones diplomáticas con Cuba. Se establecieron embajadas, Cuba fue sustraída de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, se establecieron comisiones bilaterales, se restablecieron los vuelos regulares y los servicios postales después de décadas sin esos servicios, y se suavizaron las restricciones de viaje a la isla para los ciudadanos estadounidenses. En los últimos días de su mandato, Obama eliminó la política de “pies mojados, pies secos” que alentaba la emigración desde Cuba. Sin embargo, el progreso comercial y económico fue mínimo. En septiembre del 2015 y del 2016, Obama firmó las extensiones anuales de la Ley de Comercio con el Enemigo (TWEA) contra Cuba, que ahora es el único país restringido por la TWEA.
Su administración tomó pequeños pasos estratégicos para “involucrar” a Cuba, usando la firma de órdenes ejecutivas para eludir al Congreso. Se introdujeron cinco paquetes de medidas, y un puñado de licencias fueron otorgadas a empresas estadounidenses para comerciar y operar en Cuba. Sin embargo, los bancos internacionales seguían aterrorizados por la imposición de multas, mientras que Cuba permanecía en la lista de países sancionados por Estados Unidos. En realidad, Cuba seguía sin poder usar el dólar en la economía internacional y sin poder hacer depósitos en bancos internacionales. Los productos cubanos aún no podían ser exportados a Estados Unidos.
A partir del 2017, la administración del presidente Trump revirtió el acercamiento y aumentó la hostilidad, culminando en 243 nuevas acciones, sanciones y medidas coercitivas contra Cuba, generando una nueva crisis energética y una escasez de bienes básicos (combustible, alimentos y medicinas) que replicaron la severa crisis económica de la década de 1990. Por no ser algo planeado ni presupuestado, el alto costo de encontrar suministros para reemplazar lo perdido ejerce una presión horrible sobre la ya debilitada economía cubana. El gobierno utilizó su control sobre la distribución para racionar los bienes, en lugar de abandonar el reparto a la supervivencia del más fuerte bajo el mecanismo del mercado. Levantarse al amanecer para unirse a las colas se ha convertido para los cubanos en parte de su rutina diaria.
Más de cincuenta de las medidas que impuso Trump se introdujeron durante la pandemia, mientras Cuba luchaba por importar ventiladores médicos, EPP, jeringas y tanques de oxígeno como parte de su respuesta al COVID-19. Los recursos, aunque disminuían, se canalizaron para efectuar una movilización en aras de la salud pública. Para proteger a la población, Cuba cerró sus fronteras al comienzo de la pandemia, lo que provocó una caída del 70 por ciento en el turismo y una enorme pérdida de ingresos. El 2020 terminó con una caída del PIB de un 11 por ciento. A diferencia de la mayoría de los países del mundo, Cuba no tiene un prestamista de último recurso ni fondos de emergencia para ayudarla a superar las crisis.
En un acto de venganza pocos días antes de dejar el cargo, Trump volvió a insertar a Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo, calificando inmediatamente a Cuba como un “alto riesgo” para bancos e inversores internacionales. Ahora son pocos los bancos internacionales que realizan transacciones con Cuba por temor a las multas de la OFAC. Esto complica enormemente el comercio normal; incluso las donaciones humanitarias quedan obstruidas. Ignorando su promesa de campaña de revertir estas medidas, el presidente Biden ha agregado sanciones propias.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos contra Rusia
Como resultado de las sanciones contra Rusia, Cuba se verá afectada por el aumento de los precios mundiales del petróleo y de alimentos esenciales, al igual que el resto del mundo. También se verá afectada de maneras específicas:
- Las instituciones financieras rusas facilitan los pagos a Cuba, incluso por parte de terceros países. Estos ahora se verán bloqueados.
- El comercio en petróleo y otros servicios que realizan Cuba y Venezuela podría verse obstaculizado porque en 2019, para evadir sanciones de Estados Unidos, la petrolera venezolana PDVSA trasladó sus funciones administrativas de Portugal a Rusia.
- Los convenios para el desarrollo entre Rusia y Cuba ahora podrían ser suspendidos, inclusive las mejoras planeadas en Cuba para su sistema ferroviario, su flota de aeronaves, una planta de acero, instalaciones para la producción de petróleo, y plantas de energía térmica.
- El fin abrupto del turismo ruso. Como resultado directo de las sanciones, las aerolíneas rusas han dejado de volar a Cuba y la venta de boletos ha sido suspendida. En el 2021 Rusia se convirtió en la principal fuente de turismo a Cuba, y se esperaba que los rusos representaran el 20 por ciento de todos los visitantes en el 2022. El sector turístico es vital para la recuperación de la isla después de la pandemia de COVID.
Las sanciones como actos de guerra
Estados Unidos tiene actualmente programas de sanciones contra más de veinte países. En el 2019, el 88 por ciento de las transacciones internacionales se realizaron en dólares estadounidenses, lo que le confiere a Estados Unidos un poder extraordinario sobre el comercio mundial. En el año 2018, la Asociación Nacional de Economistas de Cuba calculó que el costo del bloqueo era de 4,400 millones de dólares anuales, lo que equivale a 12 millones de dólares diarios. Cuba calcula que el costo total acumulado durante seis décadas de sanciones es de más de $144 mil millones de dólares.
Organismos internacionales han documentado el alto costo para Cuba en términos de sufrimiento humano, lo que, junto con su carácter extraterritorial, ubica a las sanciones de Estados Unidos contra Cuba en violación de tratados y convenios internacionales. Las sanciones que Estados Unidos y el Reino Unido impusieron contra Irak mataron a medio millón de niños en la década de 1990, más de 150 cada día. El hecho de que este nivel de devastación no haya sido evidente en Cuba ha permitido que algunos comentaristas le resten importancia. En 1997, la Asociación Norteamericana para la Salud Mundial concluyó que: “Una catástrofe humanitaria ha podido evitarse solamente porque el gobierno cubano ha mantenido un alto nivel de apoyo presupuestario para un sistema de salud pública diseñado para brindar atención médica primaria y preventiva a todos sus ciudadanos”. En otras palabras, el estado socialista ha utilizado su economía—basada en el bienestar y planificada centralmente—para proteger a la población.
En junio del 2021 la Asamblea General de la ONU votó por poner fin al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba por vigésimo noveno año consecutivo; 184 países apoyaron la moción de Cuba y solo se opusieron Estados Unidos e Israel. Además de esta votación anual, Gran Bretaña, la Unión Europea, Canadá y otros países cuentan con su propia legislación de “bloqueo” que protege a sus propias entidades y ciudadanos de las sanciones de Estados Unidos contra Cuba. Sin embargo, no han implementado esa legislación por temor a incurrir la ira de Estados Unidos y las multas de la OFAC. Les corresponde a los ciudadanos de esos países insistir en que lo hagan. Es más urgente que nunca poner fin al bloqueo de Estados Unidos y darles a los cubanos, por fin, la oportunidad de prosperar, no solo de sobrevivir.
Helen Yaffe es profesora titular en la Universidad de Glasgow. Es autora del libro en inglés We Are Cuba! [¡Somos Cuba! Cómo un pueblo revolucionario ha sobrevivido en un mundo postsoviético] y del libro en inglés Che Guevara: The Economics of Revolution [Che Guevara: la economía de revolución].
NOTAS
[1] En Cuba, el peligro de una invasión militar estadounidense en octubre de 1962 llevó a una movilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. El autor cubano Tomás Diez Acosta recuenta esta historia desde el punto de vista de Cuba en su libro “Octubre de 1962: a un paso del holocausto”. Acosta se desempeñó como instructor político en la Unidad Militar 2562 durante la crisis de octubre de 1962. De 1970 a 1986 enseñó historia en la Academia General Máximo Gómez de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y otras escuelas militares. Se retiró del servicio militar activo en 1998 como teniente coronel.
[2] En abril de 1961, en menos de 72 horas de combate, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba derrotaron una invasión de 1,500 mercenarios organizada por Estados Unidos. En el proceso, el pueblo cubano se convirtió en ejemplo para los trabajadores, agricultores y jóvenes de todo el mundo, demostrando que—aunque las probabilidades sean aparentemente insuperables—con conciencia política, solidaridad de clase, coraje y liderazgo revolucionarios, uno puede hacer frente y vencer a una potencia enorme. La historia de esta épica batalla se cuenta en el libro Playa Girón/Bahía de Cochinos—Primer derrota militar de Washington en América, de José Ramón Fernández y Fidel Castro. Fernández (1923-2019) fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. También se desempeñó como vicepresidente del comité ejecutivo del Consejo de Ministros, ministro de Educación, diputado a la Asamblea Nacional y presidente del Comité Olímpico Cubano. En abril de 1961, Fernández era el comandante de campo en Playa Girón, donde las milicias populares y las Fuerzas Armadas Revolucionarias derrotaron a la fuerza de invasión organizada por Estados Unidos en Bahía de Cochinos. Fidel Castro (1926-2016) fue el líder central de la revolución cubana.
Funcionarios del gobierno de Estados Unidos han reconocido públicamente que Washington llevó a cabo una campaña secreta de terror contrarrevolucionario y desestabilización de Cuba de fines de 1961 hasta 1962, un programa de sabotaje que llevaba el nombre de Operation Mongoose [Operación Mangosta]. De hecho, el alcance de la operación fue mucho más amplia, e incluía escenarios detallados de pretextos que podrían conducir a una invasión directa de Cuba por Estados Unidos.
[3] Durante la primera reforma agraria de Cuba en mayo de 1959, las tierras que eran propiedad del exdictador cubano Fulgencio Batista, de sus aliados y de empresas estadounidenses fueron confiscadas y distribuidas entre los campesinos cubanos. En octubre de 1960 el gobierno revolucionario nacionalizó los bancos del país y 382 grandes empresas. Estas fueron algunas de las medidas más populares de la revolución cubana y ocurrieron justo antes de la imposición del amplio embargo estadounidense.
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