Política Mundial

Luchando por la autodeterminación de Ucrania: una entrevista con Yuliya Yurchenko



Esta entrevista apareció por primera vez en la revista digital Spectre el 11 de abril del 2022. Panorama-Mundial la publica porque contiene información que será de interés para nuestros lectores. Yuliya Yurchenko es la autora del libro en inglés Ucrania y el Imperio del Capital: de la mercantilización al conflicto armado (Ukraine and the Empire of Capital: From Marketization to Armed Conflict). También es profesora titular de Economía Política en la Universidad de Greenwich en el Reino Unido y vicepresidenta de la Red de Investigación de Economía Política Crítica. La entrevista se realizó cuando Yurchenko estaba en Vinnytsia, Ucrania.

La entrevista ofrece información valiosa sobre la lucha en defensa del derecho de Ucrania a la autodeterminación tras siglos de dominación rusa. Incluye información sobre el establecimiento de las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk con el apoyo del gobierno ruso tras la toma de Crimea por parte de Putin en el año 2014. Yurchenko también discute el papel que juegan las fuerzas de extrema derecha en Ucrania. Su descripción de la forma en que el capitalismo se restableció en Ucrania después de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991 es muy persuasiva.

Los editores de Panorama-Mundial no comparten todos los puntos de vista de Yurchenko. Por ejemplo, ella describe a Rusia como un país imperialista. “A menudo se olvida que sufrimos siglos de imperialismo ruso, sobre todo bajo Stalin durante el período soviético. Eso se suavizó hasta cierto punto bajo Jrushchov”, afirma Yurchenko en la entrevista.

Hay dos puntos que desglosar. El primero es la definición del término “imperialismo”. El líder revolucionario ruso V.I. Lenin lo definió como “la etapa más alta del capitalismo”. Él explicó que: “Así, el siglo XX marca el punto de inflexión del viejo capitalismo al nuevo, de la dominación del capital en general a la dominación del capital financiero”. La opresión rusa de Ucrania tiene una historia mucho más larga y tal vez es a eso a lo que se refiere Yurchenko al hablar de “siglos”. Pero la URSS no fue una nación imperialista en el sentido leninista.

De igual importancia política es que Yurchenko se refiere al “período de Stalin” sin el menor reconocimiento del cambio que ocurrió en las relaciones entre Rusia y Ucrania como resultado de la revolución de octubre de 1917 dirigida por el Partido Bolchevique. Como ha documentado Panorama-Mundial,[1] Lenin insistió en que las naciones anteriormente oprimidas por el zarismo tenían derecho a una autodeterminación genuina, incluso al derecho de separarse de Rusia y ser independientes.

Se dieron pasos importantes en esa dirección bajo el liderazgo de Lenin, incluso en Ucrania. Cuando Lenin vio esa política amenazada inició una lucha política—una de las últimas de su vida—para garantizar que la Unión Soviética respetara realmente el derecho a la autodeterminación y que cualquier unión de las repúblicas que formaban parte de la URSS fuera totalmente voluntaria. Tras la muerte de Lenin esa batalla política se perdió, y la posición bolchevique en apoyo de la autodeterminación fue revertida como parte de la traición de la revolución rusa por parte de la burocracia estalinista.

El que Rusia sea o no sea un país imperialista hoy en día es un tema que puede discutirse y debatirse por separado, incluso entre aquellos, como los editores de Panorama-Mundial, que se oponen a la invasión rusa sin ambigüedades.

Tampoco estamos de acuerdo con la opinión de Yurchenko de que, “En el periodo de posguerra necesitaremos algún tipo de fuerza para mantener la paz, tal vez fuerzas de paz de las Naciones Unidas…” Su argumento es que “Será necesario construir un nuevo orden de seguridad internacional, con la suspensión automática de los agresores, sin vetos, sin miembros permanentes de un consejo de seguridad, con verdaderas garantías mutuas para que en el futuro el sufrimiento pueda prevenirse en un mundo desmilitarizado”. En un mundo dominado por el imperialismo y el capitalismo, una “nueva” versión de las Naciones Unidas no podrá garantizar la paz para los trabajadores del mundo.

A pesar de estos desacuerdos estamos convencidos de que, para los lectores de Panorama-Mundial, esta entrevista realmente vale la pena.

Aquí publicamos nuevamente la entrevista por el gerente de publicación de Spectre Ashley Smith con el permiso de esa publicación. El original en inlgés puede encontrarse aquí, Las fotos, leyendas y notas al final son de Panorama-Mundial.

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¿Cómo son, en medio de esta guerra, las condiciones actuales para la gente en Ucrania? ¿En qué estado se encuentra la resistencia militar y civil a la invasión rusa?

En primer lugar, es realmente bueno charlar contigo y contar la historia de esta guerra y de la resistencia desde un punto de vista ucraniano y de izquierda. Creo que todo el mundo sabe que los bombardeos de Rusia han dañado gravemente ciudades enteras, especialmente Mariupol, y han matado a un número incalculable de personas. Sus tropas y ataques con misiles han empujado a un gran número de refugiados a salir del país y han desplazado internamente a muchas personas más. Nadie sabe los números exactos.

Millones de refugiados han huido a países vecinos y han sido acogidos y han recibido refugio y ayuda. Al mismo tiempo, ha habido casos de migrantes y refugiados no blancos que han sido bloqueados o enviados al final de la línea. Eso ha creado algunos enfrentamientos muy feos en la frontera.

Refugiados ucranianos en la frontera entre Ucrania y Moldavia el 1º de marzo del 2022. La invasión de Ucrania por parte de Moscú ha obligado a millones de ucranianos a abandonar sus hogares y ha desencadenado la migración más masiva en Europa en por lo menos tres décadas. (Foto: Laetitia Vancon / New York Times)

Actualmente estoy en Vinnytsia, aproximadamente a medio camino entre Kiev y Lviv. Es considerada una de las ciudades más tranquilas de Ucrania. Hemos sido alcanzados por misiles rusos, pero no con tanta frecuencia como en otros lugares. Tenemos a muchas de las personas desplazadas internamente que han huido y que aquí han encontrado amparo en escuelas, hoteles, pisos alquilados y los hogares de la gente. Redes de voluntarios les están proporcionando alimentos, ropa y medicamentos.

Desde que se declaró la ley marcial y se requisaron suministros médicos para las tropas, el acceso a medicamentos es un problema grave. Hay verdaderas dificultades para obtener recetas de insulina y medicamentos que espesan la sangre cuando la gente no puede ver a su médico familiar y cuando los suministros son tan bajos.

Por eso las personas que se encuentran desplazadas internamente se enfrentan a agudos problemas de salud, incluso cuando los voluntarios los ayudan. No sabremos el alcance o el daño que la guerra ha causado hasta después de que haya terminado. Pero una gran cantidad de personas están pagando un precio muy alto en cuanto a vidas, salud, y especialmente salud mental.

Sin embargo, la resistencia es masiva. Un gran número de gente se ha ofrecido como voluntaria para servir en el ejército, más de lo que los militares podrían acomodar. Aquellos que no tenían ningún entrenamiento militar previo fueron rechazados, por ahora.

Por lo tanto, hay grandes reservas de personas dispuestas a unirse a la resistencia militar que fueron entrenadas para luchar bajo el antiguo sistema soviético. Rusia ciertamente no puede presumir de eso. No tiene la confianza política para siquiera llamar a las reservas, porque los rusos no tienen ninguna razón convincente para luchar, salvo algunos mitos imperiales poco convincentes.

Para los ucranianos es una lucha existencial. La identidad de nuestro país, las fronteras territoriales y nuestra propia existencia están bajo ataque en este momento. Por lo tanto, la solidaridad y movilización a nivel nacional en defensa del país ha sido muy grande a pesar de la abrumadora ventaja militar de Rusia.

Civiles ucranianos se entrenan para defenderse y defender a su país de la invasión rusa en febrero del 2022 en Kyiv.

La gente no se rinde, a pesar del impacto inevitablemente deshumanizador de la guerra, la violencia sexual y las imágenes, videos e historias desmoralizantes de la destrucción en regiones enteras del país. Estamos haciendo retroceder la invasión rusa. Es una resistencia popular total que te hace sentir muy orgulloso.

Pocas personas esperaban este nivel de resistencia militar y civil, ni siquiera los que son más optimistas y patrióticos en Ucrania. También sorprendió a las potencias occidentales, quienes, creo, minimizaron la amenaza de la invasión rusa y luego pensaron que Ucrania capitularía rápidamente. Pensaron que sería horrible pero que duraría sólo un par de semanas.

Putin también pensó eso. Así que la resistencia ha conmocionado al mundo. Pero en realidad esto no debería haber sorprendido a todos. Rusia ha desencadenado una resistencia que está profundamente arraigada en una lucha centenaria de los ucranianos contra el imperialismo ruso.


Algo que se ha podido apreciar es la resistencia en las áreas de habla rusa de Ucrania. Como sabemos, desde el levantamiento de Euro-Maidan a fines del 2013, Rusia ha tratado de aprovecharse de las divisiones entre los que hablan ucraniano y ruso en el país. Se apoderaron de Crimea y apoyaron a las llamadas Repúblicas Populares en Lugansk y Donetsk. ¿Cómo es la resistencia en las zonas que son predominantemente de habla rusa?

La resistencia en áreas de habla rusa como Mariupol ha sido inspiradora. Ha hecho añicos el mito que Putin propagó de que estaba liberando a los que hablan ruso de la opresión fascista. Eso ya nadie se lo puede creer.

Miembros del Cuerpo de Voluntarios de Ucrania operan un obús en la región de Zaporizhzhia en marzo del 2022. (Foto: Stanislav Yurchenko/Reuters)
Natalia Popko, centro derecha, llega en autobuses de evacuación con docenas de otras familias ucranianas a Zaporizhzhia después de huir de Mariupol. Para el 21 de abril del 2022 las fuerzas rusas habían ocupado la mayor parte de esa ciudad. (Foto: Lynsey Addario / New York Times)

Al mismo tiempo, necesitamos entender el origen de la división entre los que hablan ucraniano y los que hablan ruso. Se fueron implantando en la conciencia pública desde la campaña presidencial del 2004 y se solidificaron después del levantamiento de Maidan en los años 2013-14. El Maidan fue un levantamiento popular no tanto para unirse a la Unión Europea, sino más bien para oponerse a los oligarcas que controlan el país, a la brutalidad del gobierno contra los manifestantes y a la frustración por décadas de anarquía y corrupción.

En ese levantamiento, la extrema derecha, que era solo una pequeña parte de la protesta, desempeñó un papel descomunal desde el punto de vista organizativo. Los comentaristas de medios de comunicación que pertenecen a oligarcas pro-rusos, sin mencionar al estado ruso, los interpretaron en la televisión, representando a Ucrania como si estuviera invadida por fascistas. No se trata de negar que exista una extrema derecha en Ucrania o la amenaza inherente que representa, sino de decir solamente que Rusia y sus aliados la exageraron por razones políticas, razones que utilizaron para justificar la toma de Crimea y su respaldo a los separatistas rusos en Lugansk y Donetsk, muchos de cuyos líderes fueron instalados allí por Rusia.

En Crimea y en las llamadas Repúblicas Populares las reacciones populares fueron complejas. No tenemos un sentido preciso y objetivo de lo que la gente pensaba. Lo que sí está claro es que muchos temían la violación de sus derechos lingüísticos, pero al mismo tiempo, muchos querían seguir siendo parte de Ucrania.

Era un panorama muy complejo que incluso dividía a las familias. A muchos también les preocupaba que no tuvieran futuro en el país debido a la privación socioeconómica que cualquiera de los regímenes pudiera traer. Los datos sociológicos revelan un panorama complejo que va más allá de los sesgos o los errores de cálculo.

El conflicto militar entre el gobierno ucraniano y sus paramilitares de derecha en el Donbás exacerbó estas divisiones. Fue la causa de todo tipo de atrocidades de ambos lados. La gente huyó de la zona, muchos a Ucrania y algunos a Rusia.

El resultado es que la composición de Crimea y de las llamadas Repúblicas ha cambiado drásticamente. Pero eso no significa que todos en esos territorios estén desesperados por ser parte de Rusia. Sabemos que hay mucha resistencia en esas áreas a la invasión rusa.

En Crimea, la población tártara, que fue oprimida bajo el zar y luego por Stalin, ha resistido la represión del estado ruso. También hay serios problemas en las llamadas Repúblicas que han llevado a una profunda enajenación de los separatistas que las controlan. Ha ocurrido una desindustrialización y algunas minas han cerrado. Como resultado, los sindicatos han presentado quejas contra los estados separatistas y han sufrido violaciones de derechos humanos y represión.

En realidad, esas llamadas Repúblicas Populares no son ni del pueblo ni repúblicas. Ahora están bajo control semidictatorial y endeudadas al estado ruso. ¡Y Putin ni siquiera confía en su lealtad ni en su confiabilidad! Así que, mientras se preparaba la invasión, Rusia comenzó a ordenarles a los funcionarios separatistas en esas repúblicas que se alistaran para movilizarse para el próximo asalto. No todo el mundo estaba entusiasmado con eso, ni siquiera los funcionarios. Para mantener su lealtad, Moscú se llevó a sus familias a Rusia—esencialmente como rehenes para chantajearlos y forzarlos a obedecer.

Si bien Rusia tiene adherentes en las repúblicas separatistas, hay un rechazo y cierta oposición abierta a la guerra. Eso es cierto incluso en Crimea, donde a pesar de que Rusia goza de un apoyo más amplio, también hay disidencia y oposición.


Alejémonos de esta dinámica para explorar las causas subyacentes de la guerra. ¿Por qué es incorrecto reducir la guerra a un conflicto inter-imperialista directo entre Estados Unidos/OTAN y Rusia? ¿Cómo ignora esto la lucha por la liberación nacional?

Reducir esta guerra a un conflicto entre Occidente y Rusia pasa por alto a Ucrania y la trata como un mero peón entre las potencias. Ese análisis nos niega a los ucranianos nuestra subjetividad y nuestra agencia en el conflicto. También suprime la discusión de nuestro derecho a la autodeterminación y de nuestra lucha por la liberación nacional.

Por supuesto que todo esto tiene una dimensión inter-imperialista. Eso es obvio. Pero también hay una dimensión nacional que debe ser reconocida. Y para reconocerlo, tienes que ponerte tu gorrita de pensamiento anticolonial.

Hay que aprovechar todas las lecciones aprendidas de las luchas de liberación nacional en África y en otros lugares. Incluso en los casos en que estaban involucradas potencias en conflicto, también existía la lucha por la liberación nacional de los pueblos oprimidos. Y los pensadores y líderes anticoloniales nos enseñaron a darles voz a ellos y a su lucha.

Ucrania está en una lucha similar. A menudo se olvida que sufrimos siglos de imperialismo ruso, sobre todo bajo Stalin durante el período soviético. Eso se alivió hasta cierto punto bajo Jrushchov.

Sí, el ucraniano se enseñaba en las escuelas, pero principalmente como segundo idioma. Sí, la cultura ucraniana estaba permitida, pero a menudo se reducía a estereotipos exotizados. Más allá de este reconocimiento superficial de Ucrania, todavía reinaban supremas Rusia, su idioma, y su cultura. Si realmente querías progresar, tenías que escribir en ruso, adoptar la cultura rusa y seguir las normas artísticas rusas.

Carretas confiscando grano de campesinos en Ucrania en 1932. El régimen dirigido por Stalin revirtió las políticas que defendían Lenin y los bolcheviques y que reconocían el derecho de Ucrania a la autodeterminación nacional. Stalin volvió a imponer políticas basadas en el chovinismo de la Gran Rusia que prevalecía bajo los zares. (Foto: Sovfoto)

Este chovinismo cultural solo se ha intensificado en la Rusia de Putin. A medida que fue relegada internacionalmente por Estados Unidos, y para restaurar su esfera de influencia, las élites rusas soñaban con restaurar el dominio sobre sus antiguas colonias como Ucrania. Por supuesto, eso puso a Rusia en conflicto con Estados Unidos, que sigue siendo la potencia hegemónica global.

En este conflicto, Rusia no puede de ninguna manera considerarse como un esquema diferente al de Estados Unidos y el resto de las potencias capitalistas. Al igual que ellos, Rusia es un estado capitalista neoliberal que lucha por adquirir más territorio, recursos y ganancias. A sus gobernantes no les importa mejorar la vida de los rusos ordinarios que son explotados y oprimidos.

En algunas ciudades como San Petersburgo las condiciones son mejores. La infraestructura, los salarios y las pensiones son mejores. Pero aparte de eso el país está en ruinas. Aquí en Ucrania, eso es lo que nos dicen los soldados rusos capturados, generalmente reclutados de ciudades más pequeñas y pobres. Se quedan absolutamente conmocionados al ver cosas tan simples como carreteras pavimentadas en las aldeas y en la campiña de Ucrania.

El régimen ruso, la burocracia estatal y los oligarcas han despojado a su propio país y ahora gobiernan por medio de la represión y reorientando la atención del público hacia las amenazas externas de cambio de régimen y las fantasías imperiales de reconstruir el imperio de antaño.  Eso los ha llevado a desafiar a Estados Unidos y han podido obtener al menos el apoyo tácito de China.

Esta dimensión inter-imperial no debería impedirnos reconocer el papel central de la lucha de Ucrania por la independencia de la dominación imperial rusa y occidental. Y la competencia entre los imperios no debería impedirnos ver la comunidad de intereses de clase internacionales que trascienden este conflicto.

Hay oligarcas rusos que explotan la mano de obra rusa. Hay oligarcas estadounidenses que explotan la mano de obra estadounidense. Hay oligarcas ucranianos que explotan la mano de obra ucraniana. Y hay oligarcas chinos que explotan la mano de obra china. Y los oligarcas transnacionales nos explotan a todos. Ese análisis de clase orienta nuestros intereses comunes contra esta banda de engendros capitalistas en pie de guerra.


Pasemos a una discusión sobre el desarrollo del capitalismo oligárquico en Ucrania, que usted analiza en su libro, Ucrania y el imperio del capital. ¿Cuáles son sus características económicas y políticas? ¿Cómo encaja el actual presidente, Zelensky, en estos patrones o se aparta de ellos?

Las últimas décadas han presenciado una expansión masiva del imperio del capital. Se extendió por el Sur global después de que sus proyectos desarrollistas quedaron socavados, debilitados y fracasados. Después de la caída de la Unión Soviética el imperio del capital hizo lo mismo en Europa oriental y en Rusia.

Rusia heredó todas las responsabilidades legales de la URSS, las obligaciones en virtud de los tratados internacionales, la moneda y el acceso al capital. Bajo la presión del sistema y sus asesores neoliberales, Rusia se sometió a una privatización masiva, los oligarcas aprovecharon las políticas de libre mercado para concentrar el capital en sus manos, y Putin construyó un nuevo estado capitalista represivo y neoliberal para supervisar el país.

Después de la caída de la Unión Soviética, las otras repúblicas quedaron repentinamente independientes, sin su propia moneda, y desprovistas de capital. En esa situación, no tuvieron más remedio que recurrir a las instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial.

Ucrania estableció su relación con el FMI en 1992. Bajo su tutela, el nuevo gobierno ucraniano privatizó la propiedad estatal, que era casi todo en el país. Por supuesto, la gente tenía su propiedad personal como automóviles. Pero casi todo lo demás, desde la tierra hasta la vivienda, era propiedad del estado.

La vivienda, por ejemplo, era construida por el estado y entregada a los trabajadores vinculados a empresas particulares. De repente, todo eso se vendió. Los trabajadores podrían elegir privatizar—o “comprar”—sus casas a bajo precio, y por eso es tan alta en Ucrania la proporción de gente que es dueña de su vivienda.

El mismo programa de privatización se llevó a cabo en las industrias estatales. Se crearon acciones para las empresas y se distribuyeron a los trabajadores como vales. Pero los trabajadores, que estaban empobrecidos por la inflación desbocada, necesitaban efectivo para sobrevivir, así que vendieron sus vales a los gerentes. Algo similar ocurrió con la tierra, el agua y los servicios—con ciertas diferencias por región o sector. Los gerentes simplemente se tragaron al país entero.

Planta siderúrgica en Ucrania. Tras el colapso de la URSS en 1991, un programa de privatización favoreció a los gerentes y a otros burócratas estatales que se apropiaron de los vales, o acciones, que el gobierno había distribuido. Muchos de ellos eventualmente se convirtieron en la nueva clase capitalista.

Esencialmente fuimos testigos de lo que Marx llama la acumulación primitiva u original de capital. Y para los nuevos oligarcas capitalistas había mucho que acumular. En la región de Donbás, por ejemplo, hay industria pesada y muchos recursos naturales como gas natural, mineral de hierro, otros minerales y carbón. Los oligarcas recién creados simplemente se apropiaron de la mayor parte.

En el proceso de incautación de estas propiedades, los oligarcas y sus redes políticas y criminales forjaron grupos industriales y financieros exitosos. Están compuestos tanto por empresas como por bancos. Estos conglomerados están altamente concentrados y diversificados.

Ejercen este poder capitalista para controlar la política directa e indirectamente. Algunos oligarcas se convirtieron en políticos. Otros usaron representantes políticos. Contrataron a consultores, agencias de relaciones públicas, y tecnologías políticas capacitadas en Occidente para crear bases electorales y poder ganar cargos por medio de los comicios.

Al mismo tiempo su control del estado les permitió acelerar aún más la acumulación en la década de 1990. Tenían la pista libre ya que el capital europeo estaba preocupado por Europa Central, Rusia era débil y el capital multinacional aún no estaba en juego. Fue así como saquearon la propiedad estatal para su propio enriquecimiento.

Estos oligarcas también competían entre sí. Esta competencia estaba superpuesta a las divisiones territoriales y lingüísticas entre los que hablaban ucraniano y ruso. Los oligarcas avivaron estas divisiones para su propio beneficio político durante las campañas electorales. En el proceso, los oligarcas convirtieron diferencias preexistentes que en gran medida no eran conflictivas en nuevas animosidades y prejuicios.

Esta fue una estrategia efectiva para dividir y gobernar a la población, que seguía oponiéndose al saqueo con olas de resistencia desde abajo, desde la Revolución Naranja en el 2004 y el levantamiento de Maidan en el 2013. Estas divisiones se amplificaron aún más debido a las relaciones de los diferentes oligarcas con la UE y Rusia. Amplificaron las divisiones para establecer relaciones con una u otra de esas potencias.

Todo esto alcanzó a un punto crítico durante Maidan. La gente se levantó contra los oligarcas y el gobierno, los nacionalistas de derecha se aprovecharon y sus partidos trataron de secuestrar al movimiento. Los separatistas rusos establecieron sus llamadas repúblicas, Rusia se apoderó de Crimea y el conflicto armado surgió en Donbás. El Batallón fascista Azov se desarrolló en este proceso.

Pero seamos claros: Ucrania no es el semillero del fascismo que afirma la propaganda rusa. Por ejemplo, los partidos de extrema derecha fueron derrotados en las elecciones del 2014. Su voto bajó dramáticamente y perdieron escaños.

La elección de Zelenski fue un rechazo popular a las divisiones chovinistas y una expresión de la esperanza de paz. Es una figura interesante. Detrás de él hay un conjunto de fuerzas oligárquicas y una campaña basada en una promesa de paz y anticorrupción, aunque ingenua.

Al fin y al cabo, ha gobernado como cualquier otro político neoliberal, no logró asegurar la paz y supervisa la corrupción y el saqueo oligárquico que continúan. Además de eso, fue expuesto como incompetente para gobernar. Su índice de aprobación ha bajado a medida que el nivel de vida se desploma.

Es muy poco probable que hubiera sido reelegido antes de desatarse esta guerra. Pero ahora es un héroe de guerra y tiene la garantía de ganar un segundo término si Ucrania sigue existiendo como un estado-nación con un proceso electoral democrático al final de esta guerra.


Hasta ahora, hemos hablado principalmente sobre el papel del imperialismo ruso en Ucrania. ¿Qué nos dice del imperialismo occidental, especialmente sus políticas económicas?

Hemos soportado el gobierno dictatorial de los estados occidentales y sus instituciones financieras internacionales (IFI). Han llevado a cabo los preceptos establecidos por Francis Fukuyama a principios de la década de 1990 de que debe dársele rienda suelta al libre mercado y su lógica de competencia capitalista.

Las IFI otorgaron préstamos con la condición de que el Estado abandonara su propiedad de la industria y los servicios, eliminara reglamentos económicos, diluyera los derechos laborales y diera protección y trato preferencial a los inversionistas, todo para supuestamente mejorar la competitividad de la economía. El nuevo rol del Estado se redujo a mantener el orden social.

En otras palabras, proteger a los ricos de los pobres. Por lo tanto, lejos de democratizar la sociedad, la receta del libre mercado permite el giro autoritario que hemos presenciado en Europa del Este, Rusia y Ucrania.

El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), el FMI y el Banco Mundial permitieron solamente ciertos tipos de políticas en el terreno económico y el político. Estos edictos neoliberales fueron supuestamente diseñados para mejorar la competitividad y la eficiencia, afirmaciones que, por supuesto, son discutibles. De hecho, permitieron el surgimiento de los oligarcas y su contienda competitiva, semicriminal y, en algunos casos, abiertamente criminal por la propiedad privada de la industria, los servicios y la tierra.

Lo que ciertamente no lograron fue la eficacia en los servicios públicos. ¿Por qué? Porque si los servicios son gobernados por la competencia, inevitablemente excluyen a la gente sentando precios regidos por el mercado. Eso socava la provisión básica de servicios universales en todo, desde la educación hasta la atención médica, lo que a su vez debilita la reproducción social de la fuerza laboral del capital. La austeridad fluye del neoliberalismo. Y lejos de expandir las economías de los países, en realidad impide su crecimiento, produciendo subdesarrollo.

Ucrania es un ejemplo paradigmático. Era una economía industrializada con infraestructura desarrollada, atención médica, servicios públicos y una fuerza laboral altamente educada y calificada. La imposición del neoliberalismo por el occidente la destruyó. En 1991, su economía era del tamaño de Francia; ahora es el país más pobre de Europa. Eso no fue por accidente. Así fue diseñado.

Cada ronda de préstamos del BERD y del FMI solo empeora aún más este desarrollo en reversa. Literalmente nos estamos ahogando en deudas como los países de África, América Latina y el resto de la región postsoviética. Ucrania les debe a varias instituciones financieras internacionales y estados $129 mil millones, que es casi el 80 por ciento de nuestro PIB.


¿Cómo es que las interacciones de los imperialismos occidental y ruso con los gobernantes de Ucrania han llevado a las divisiones dentro del país, especialmente entre los que hablan ucraniano y ruso?

Han magnificado esas divisiones. Es un ejemplo clave de la dinámica que llevó al levantamiento de Maidan en los años 2013-14 y a sus consecuencias. El entonces presidente Yanukovich había estado planeando firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, pero dió vuelta atrás al último minuto.

A pesar de ser un oligarca criminal, tenía razón. Hubo algunos casos en los que realmente dio en el clavo. El acuerdo no era favorable para Ucrania, por lo que se negó a firmarlo, para sorpresa de todos. Eso desató protestas, que el gobierno reprimió brutalmente, desencadenando el levantamiento masivo y toda la secuela de eventos que he descrito.

La gente estaba tan sorprendida porque desde el principio Yanukovich conocía los términos del acuerdo. Así que no se retiró porque estaba preocupado por Ucrania. La verdadera razón por la que no lo firmó fue porque Rusia, y los oligarcas asociados a Rusia, lo presionaron para que retrocediera.

Muchos de los activos de estos oligarcas se encuentran en Donbás, en industrias que usan energía de manera intensiva y que dependen del gas y el petróleo rusos a precios asequibles para sus líneas de producción. Estos oligarcas comenzaron a correr la voz de que, si se firmaba el acuerdo, aumentarían los precios de la energía—lo que Rusia ya estaba amenazando. Las industrias cerrarían y la gente perdería sus empleos. Esto contrasta con la región occidental del país, que históricamente ha estado más vinculada a Europa occidental, y sus empresas tienden a estar más orientadas a ese mercado que a Rusia.

Por supuesto, la realidad sobre el terreno es más compleja; los intereses empresariales no se alinean simplemente a lo largo de esas divisiones territoriales. Sin embargo, el conflicto imperial ahondó las divisiones entre los oligarcas, que después forjaron bases electorales que se basan en lealtades a Occidente o a Rusia, lo que hizo que las nuevas divisiones territoriales fueran muy prominentes.

Una vez que esto se afianzó, los diferentes bloques oligárquicos y sus políticos utilizaron amenazas de limitar los derechos lingüísticos para ocultar las medidas de austeridad que estaban imponiendo, desviando la ira de clase hacia conflictos lingüísticos y culturales. Eso llevó al surgimiento de los separatistas ucranianos y rusos de extrema derecha, con cada lado deshumanizando al otro cada vez más.

Esto es una política realmente repugnante. Las facciones políticas oligárquicas lo presentaron como una elección entre las civilizaciones de Occidente y Rusia. Los de orientación occidental presentaron a la UE—que, debemos recordar, es la fuente de tanta austeridad—como la esperanza de libertad y democracia después del pasado soviético.

Los de orientación rusa representaron a los ucranianos occidentales como rusófobos y fascistas que amenazaban los derechos lingüísticos de los que hablan ruso. Presentaron a Rusia como la última esperanza para defenderlos de esta ola de reacción.


Hasta ahora, hemos hablado principalmente de las potencias imperialistas y la clase dominante de Ucrania. ¿Qué pasa con la lucha de los trabajadores y los oprimidos contra los oligarcas, los políticos y las potencias imperialistas? ¿Con qué obstáculos políticos y organizativos se han topado?

Bajo las condiciones del capitalismo oligárquico que he descrito, somos testigos de una creciente resistencia civil. Eso encontró expresión en el levantamiento de Euro-Maidan, especialmente después de que la policía brutalizó a los manifestantes. La gente por fin quedó colmada. La brutalidad policial desató el rencor de años de dolor y frustración con toda la corrupción, la ira por la colusión policial con las redes criminales oligarcas y su capacidad de eludir repetidamente cualquier responsabilidad por sus abusos.

Cientos de miles de personas se manifestaron en Maidan Nezalezhnosti, o “plaza de la independencia”, en marzo del 2014. (Foto: Sergei Chuzavkov/AP)

Toda esta resistencia fue reactiva; no fue guiada por una idea clara de un programa alternativo y un conjunto de demandas. Eso permitió que la derecha se apropiara de la revuelta. Estaban organizados y tenían fuerzas para lanzarlas a la lucha. Más tarde el conflicto entre el gobierno ucraniano y los separatistas amortiguó parcialmente la lucha ciudadana.

Pero en los últimos años se ha profundizado la frustración con los oligarcas y los políticos corruptos; una y otra vez expulsaron a un grupo de ellos para ver a otro grupo igualmente horrible reemplazarlos. Se trata, propiamente, de una crisis de representación. Todavía no hay una alternativa clara capaz de montar un desafío político contra los oligarcas y sus políticos. Y la izquierda es, tristemente, todavía bastante pequeña.

Al mismo tiempo se está dando una lucha popular fuera de la política electoral, particularmente entre los sindicalistas. Esto surgió al margen de los antiguos sindicatos de la URSS, que eran esencialmente sindicatos empresariales. Se han ido desarrollando nuevos sindicatos independientes dentro de industrias claves ¡incluso en algunas empresas pequeñas y medianas! Uno de esos sindicatos importantes es el de la industria ferroviaria, que es el mayor empleador del país.

Ellos han sido un elemento clave en la resistencia a la invasión de Rusia. Han llevado suministros a personas mayores bajo fuego de artillería. Los sindicatos mineros han sido particularmente importantes, luchando contra cierres de minas y defendiendo los salarios y los beneficios. Los trabajadores médicos también han comenzado a organizarse.

La gente ha aprendido que si los políticos no promulgan cambios, tienes que hacerlo tú mismo por medio de la lucha colectiva en tu lugar de trabajo. Incluso han consultado a los sindicatos y confederaciones más grandes a nivel internacional sobre cómo organizarse.

Esto realmente se ha ido ampliando en la resistencia a medida que la gente busca en los demás solidaridad y apoyo. En las últimas semanas, los trabajadores de varias empresas se han encargado de distribuir bienes para satisfacer las necesidades inmediatas de la gente en medio de la guerra, hay mucha evidencia anecdótica de eso de diferentes ciudades. Por ejemplo, los trabajadores de un almacén local de alimentos se enteraron de que había refugiados que necesitaban alimentos, o los gerentes de almacenes de materiales de construcción regalaron materiales que se usaron para las fortificaciones de la ciudad. ¡Estamos hablando de expropiar a los expropiadores!

En medio de esta guerra, la resistencia confirma la capacidad que tiene la gente de hacer cambios. Eso será importante después de la guerra cuando la cuestión principal sea la batalla sobre cómo reconstruir y en interés de quién. Realmente espero que ese espíritu de solidaridad colectiva pueda forjar un nuevo camino para Ucrania una vez que este infierno haya terminado.

Esto forjaría nuevas oportunidades para la izquierda ucraniana. Tendremos que adaptar nuestro lenguaje un poco para que nuestro programa tenga sentido para las personas que tienen asociaciones realmente negativas con el pasado estalinista. Sin embargo, la gente está buscando soluciones sociales colectivas a los profundos problemas del capitalismo ucraniano y global.

Los socialistas tenemos que fusionarnos con estas luchas por mejoras inmediatas en la vida de la gente y demostrar que tenemos ideas cruciales sobre cómo reconstruir nuestra sociedad. Si podemos hacerlo con éxito, podremos ayudar a superar la crisis de representación que ha plagado las olas de resistencia, y ofrecer una alternativa genuina a los oligarcas y la derecha.


Un acontecimiento que Putin y la izquierda campista han exagerado para sus propios fines políticos es el surgimiento de la extrema derecha en el país. ¿Cuál es la verdad sobre la extrema derecha en Ucrania? ¿Cómo se desarrolló, cuáles son sus diversas fuerzas y qué tan influyentes son en el sistema político y el ejército?

Esa es una pregunta muy importante y, francamente, aterradora. Porque la verdad es que la política en Ucrania está sobre el filo de la navaja, y podría irse a la derecha, no solo a la izquierda. Si bien estoy de acuerdo con usted en que el papel y la importancia de la derecha han sido exagerados, también constituyen un factor y una amenaza reales.

Por supuesto, eso ha sido exagerado por los separatistas, Putin y sus extraños partidarios en Occidente. Han señalado a personas que usan símbolos nazis y pintan a Ucrania como un gobierno y una nación de fascistas, o al menos gobernados por ellos. Esto es completamente falso. El apoyo a los partidos de derecha ha disminuido drásticamente.

Y la verdad es que la mayoría de la gente, incluso dentro del Batallón Azov, no se dan cuenta de las asociaciones nazis de los símbolos que llevan. No conocen la historia de Stepan Bandera;[2] lo ven como alguien que luchó por la libertad de Ucrania. Pero algunos son muy conscientes de ese pasado nazi y son fascistas, especialmente en el liderazgo de algunos de los partidos de derecha y del Batallón Azov. Por eso ellos me preocupan muchísimo como amenaza.

Combatientes del Regimiento Azov en Járkov, Ucrania. La unidad de infantería fue formada en el 2014 por ultraderechistas. (Foto: Sergey Bobok/AFP)

Por eso sería un error descartar la amenaza de la derecha. Los partidos de derecha son una fuerza pequeña pero significativa, y también lo es el Batallón Azov, incluso si es sólo una pequeña parte del ejército general. El Azov es bastante fuerte. Dirige los campamentos de verano para reclutar a gente a sus filas. Y puede ganar apoyo, ya que sus fuerzas están siendo aclamadas como héroes de la guerra en la defensa de Mariupol.

Estas fuerzas de derecha representan una amenaza para el futuro de una Ucrania multiétnica. Han presionado por leyes lingüísticas horribles que discriminan contra los que hablan ruso. No sólo están equivocados, sino que también alimentan la narrativa de los separatistas rusos.

Por supuesto, Ucrania necesita descolonizarse y des-rusificarse. El ruso sigue siendo el idioma principal en su mayor parte. Y, para dejarlo bien claro, los que hablan ruso no están, en general, oprimidos. Pero los que hablan ucraniano sí lo han sido.

Por ejemplo, cuando yo fui a la escuela, me intimidaban por hablar ucraniano. Pero la solución no es imitar al colonizador en el proceso de descolonización y reprimir el idioma ruso y a los que hablan ruso. Debe haber igualdad de derechos lingüísticos, no nuevas formas de discriminación. Esa será una cuestión urgente en el proceso de reconstrucción del país.

Estoy a favor de la victoria de Ucrania en la restauración de sus fronteras y el fin de la ocupación rusa. Pero eso dará inicio a todo un proceso de reconciliación del conflicto cultural que los oligarcas y sus políticos fabricaron y usaron como instrumento político. Esto será un desafío porque la invasión de Rusia ha despertado un grado saludable de nacionalismo ucraniano, especialmente cuando el pretexto de Putin para la guerra es que el país ni siquiera es un país. Tenemos que evitar que eso se convierta en xenofobia y etnonacionalismo.

Tendremos que trascender el afán de hurgar en el pasado histórico y restaurar símbolos antiguos y problemáticos en un esfuerzo por demostrar que somos una nación. En cambio, debemos aprovechar la oportunidad histórica de reconstruir Ucrania como un país multiétnico y multirreligioso en el que todas las minorías tienen los mismos derechos a su idioma, educación y cultura.

Esa es la tarea de las organizaciones de izquierda y de la clase trabajadora, y eso implica desafiar el gobierno del oligarca, sus políticos y la derecha. La política de la solidaridad debe triunfar; de lo contrario, corremos el riesgo de confirmar la obscena mentira de Putin de que somos una nación de intolerantes y fascistas.


Eso plantea la cuestión de cuál será el resultado de la guerra. Parece que Putin se ha visto obligado a abandonar su objetivo de cambio de régimen, y ahora está tratando de arrasar la parte occidental de Ucrania y dividir el país, garantizando su control de Donbás como un puente terrestre a Crimea. ¿Qué impacto tendrá eso en Ucrania, la resistencia y la economía política del país?

Si me hubiera hecho esa pregunta hace apenas tres semanas, habría dicho que si Putin aceptara retirarse y simplemente aferrarse a estas llamadas Repúblicas, los ucranianos podrían aceptarlo. Pero ahora, después de los horrores de esta guerra, la destrucción de Járkov y Mariupol, los horrores en las afueras de Kiev y la enorme cantidad de vidas perdidas, brutalizadas y desplazadas, los ucranianos no van a ceder.

El pueblo ucraniano ha intentado todo lo posible para poner fin a esta pesadilla. Intentamos conversaciones de paz a través del proceso de Minsk. Nos aferramos a un alto al fuego incluso bajo ataque para negarle a Putin la excusa para lanzar una guerra. Nada de eso funcionó. El llamado proceso de paz terminó allanando el camino para que Putin invadiera el país en un ataque que fue completamente sin provocación. Han estado planeando esto durante años, chantajeando a la gente, mintiendo sobre los hechos y enviando a miles de agentes encubiertos que se infiltraron en el país, identificaron objetivos y plantaron señales de radio en ellos.

Ahora tenemos miles de muertos, millones de desplazados y cientos de millones de dólares en infraestructura destruida. Después de todo esto, pocos aceptarán entregar regiones enteras del país a los invasores. Los ucranianos nos estamos dando cuenta de que si no ganamos esta guerra, no habrá Ucrania. Si hay partes ocupadas del país, habrá una insurgencia contra las fuerzas rusas que planearán otra guerra. No habrá paz.

Putin no reconoce el derecho de Ucrania a existir de forma independiente y, por lo tanto, tenemos que contraatacar. No aceptaremos la división del país como en Corea del Norte y Corea del Sur. Eso significa una larga lucha, pero la gente la llevará a cabo.

Hay mucho al aire en este momento. El resultado depende de si somos capaces de conseguir las armas para defendernos y reclamar nuestro país, si somos capaces de mantenernos firmes con nuestras reivindicaciones en estas llamadas negociaciones, y si el régimen ruso se desmorona. Pero no nos vamos a conformar con nada menos que la reunificación y la independencia de Ucrania.

Ucranianos protestan el 5 de marzo del 2022 en Melitopol, una ciudad del sur de Ucrania bajo la ocupación de las fuerzas rusas. “¡Vete a casa!”, le coreaban en ruso a las tropas de ocupación. (Foto: Tatiana Kumok / Storyful)

Hay un debate importante en la izquierda internacional sobre qué posición tomar en la guerra y qué demandas plantear. ¿Qué argumenta que deberíamos hacer?

Una vez más, la izquierda internacional debe ponerse el gorro descolonizador cuando piensa en Ucrania. Estamos luchando contra Rusia, nuestro opresor imperial histórico. Hemos sido dominados y colonizados política, económica, cultural y lingüísticamente durante mucho tiempo.

Creo que hay algunas personas que todavía tienen la visión nublada por una oposición unidimensional y singular al imperialismo estadounidense. Pero Estados Unidos no es el agresor en esta situación; es Rusia. Por supuesto, la OTAN es un factor, pero no el determinante. ¿Debería existir la OTAN? Claro que no. Debería haberse disuelto hace mucho tiempo. Todos estamos de acuerdo en eso.

Enfoquémonos en el tema principal: el imperialismo ruso y la lucha de liberación ucraniana. Putin ha dejado muy claro durante años que no reconoce a Ucrania como una entidad separada, afirmando en su reciente declaración que el país fue creado por los bolcheviques. Quiere recuperar Ucrania, someterla al dominio ruso, y eso es lo que ha estado persiguiendo militarmente desde el 2014, llevando a cabo una partición completamente ilegal, fabricada y violenta del país.

La izquierda internacional debe ser solidaria con Ucrania como nación oprimida y con nuestra lucha por la autodeterminación. Eso incluye nuestro derecho a conseguir armas para nuestros combatientes y voluntarios para ganar nuestra libertad.

Pero la izquierda no debe apoyar los llamados a cerrar los cielos, esencialmente una demanda de crear una zona de exclusión aérea impuesta por la OTAN. Eso significaría una guerra aérea entre los combatientes estadounidenses y europeos y los rusos, arriesgándose a una guerra más amplia entre las potencias nucleares. Sólo basta con mirar lo que las intervenciones de Estados Unidos han hecho en otras partes del mundo como Irak y Afganistán.

A los combatientes estadounidenses y de la OTAN no les importaría el daño que su guerra aérea causaría en Ucrania. Nos ordenarían evacuar las ciudades para que puedan llevar a cabo un asalto militar a gran escala contra las fuerzas rusas, destruyendo aún más nuestro país e inevitablemente matando a más ucranianos en el proceso.

En el periodo de posguerra necesitaremos algún tipo de fuerza para mantener la paz, tal vez fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Pero eso es difícil, ya que la ONU es una organización fundamentalmente antidemocrática con poderes que incluyen a Rusia en el Consejo de Seguridad que puede vetar tal fuerza. Necesitaremos algunas fuerzas internacionales sujetas a algún tipo de supervisión para evitar más conflictos. Será necesario construir un nuevo orden de seguridad internacional, con la suspensión automática de los agresores, sin vetos, sin miembros permanentes de un consejo de seguridad, con verdaderas garantías mutuas para que en el futuro el sufrimiento pueda prevenirse en un mundo desmilitarizado.


NOTAS

[1] Para obtener más información, consulte “Por qué Lenin y los bolcheviques respaldaron la independencia de Ucrania, publicado por Panorama-Mundial el 7 de abril del 2022, y “Lenin sobre el internacionalismo y la lucha contra la opresión nacional“, publicado por Panorama-Mundial el 1 de abril del 2022.

[2] Stepan Bandera (1909-1959) fue un ultra-nacionalista ucraniano que colaboró con los Nazis durante la invasión de la Unión Soviética por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.


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