Marxismo

Enfrentando el peligro del ‘trumpismo’

En respuesta al reciente artículo en dos partes, La tercera acusación contra Trump: ¿Qué es lo que está en juego?, el lector Mtomas3 escribió:

“Ni los abogados ni los demócratas hacen esto en interés nuestro, en absoluto. Pero en el contexto en el que nos encontramos hoy, este es, de lejos, el único instrumento disponible actualmente dado que la clase obrera es tan débil políticamente. Comparto su opinión de que, de hecho, hay una solución mejor y más viable, la de una clase obrera políticamente fuerte, más directamente consciente, unida en una lucha común contra el sexismo, el racismo, la xenofobia y el dominio capitalista. Y comprendo lo que al parecer es su intención de tratar de educar a los trabajadores sobre la diferencia entre los intereses de ellos (los gobernantes capitalistas) y los nuestros (trabajadores, mujeres y oprimidos). Creo que es miopía enfocarse en los matices de este tema y, sin embargo, no ver la necesidad más extrema de garantizar que este racista misógino criminal que odia la democracia sea aplastado junto con la corriente que representa dentro de la clase trabajadora”.

El comentario completo puede encontrarse al final de la segunda parte de ese artículo. Le animamos a leerlo en su totalidad. Si bien no compartimos las conclusiones a las que ha llegado, estamos de acuerdo en que los peligros de Trump y el trumpismo son reales. Muchos están pensando en cómo dar respuesta a los desafíos planteados por un fenómeno político que no hemos visto antes en la política estadounidense.


DISCUSIÓN CON NUESTROS LECTORES


Ya en Panorama-Mundial hemos explicado nuestra opinión de que Trump es un “bonapartista”. Hemos citado más de una vez la explicación del bonapartismo que nos comparte el erudito marxista y líder de la clase obrera George Novack en su libro Democracia y revolución:

“El bonapartismo lleva al extremo la concentración del poder en la cúpula del Estado, que ya puede observarse en las democracias imperialistas contemporáneas. Todas las decisiones políticas importantes quedan centralizadas en un solo individuo, investido con poderes de emergencia extraordinarios. Habla y actúa no como servidor del parlamento… sino por derecho propio como ‘el hombre del destino’ que ha sido llamado a rescatar a la nación en su hora de peligro mortal”.

La campaña de Trump para tratar de anular los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 constituye una muestra evidente de sus futuras intenciones. Tras el fracaso de los disturbios derechistas del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos, queda cada vez más claro que, en su gran mayoría, la clase dominante — el pequeño puñado de familias ricas que detentan el poder económico y político en Estados Unidos — no ve que una figura bonapartista sea necesaria en este momento. Eso quedó en evidencia por la condena casi universal de Trump después del 6 de enero.

Sin embargo al contrario de lo que la mayoría de los observadores esperaban después de los disturbios de ese día, Trump no quedó expulsado del escenario político. El  “trumpismo” — la creencia profundamente arraigada de millones de personas de las clases medias y sectores de la clase trabajadora que solamente Trump puede “drenar el pantano” y resolver los problemas económicos y sociales que enfrenta la nación — ha seguido cobrando fuerza. La aristocracia de banqueros y magnates de la industria que gobierna este país no está preparada para el bonapartismo. Pero la creciente desconfianza entre millones de personas en los líderes políticos tradicionales ha llevado a un bonapartista al centro del escenario político capitalista.

Donald Trump, el ex presidente de Estados Unidos, durante un mitin de campaña electoral en Waco, Texas, el 25 de marzo de 2023. El apoyo que tiene Trump está arraigado en la creencia profundamente arraigada entre millones de personas de las clases medias y sectores de la clase trabajadora de que solamente Trump puede “drenar el pantano” y resolver los problemas económicos y sociales que enfrenta la nación. (Foto: Rod Aydelotte / Tribune-Herald)

Estamos de acuerdo con Mtomas3 en que hoy en día sigue siendo baja la conciencia de clase entre los trabajadores en Estados Unidos.

Como escribimos anteriormente, “No existe ninguna organización obrera de masas que pueda explicar claramente los problemas políticos. La masa de la clase trabajadora no tiene un portavoz que pueda dar respuesta a la seducción de Trump, que se basa en la política del resentimiento y el chovinismo estadounidense. La demagogia de Trump, que incluye su retórica de “Estados Unidos primero”, está dirigida, entre otras cosas, a hacer blanco de chivos expiatorios para ocultar la verdadera fuente de los genuinos agravios que tienen hoy muchos trabajadores: los mecanismos del sistema capitalista. Su llamado nacionalista se contrapone directamente a la solidaridad mundial que necesitan los trabajadores”.

Hacerle frente a la realidad

Sin embargo creemos, sin importar cuál sea el estado del movimiento obrero, que un socialista revolucionario debe siempre comenzar por comprender con precisión la realidad que enfrentan los trabajadores. A menudo esto requiere resistir la presión de la opinión pública, engendrada principalmente por la clase que tiene el poder político y económico.

Hoy la mayor parte de la clase dominante quisiera que Trump se cayera del alto pedestal que ocupa en la política estadounidense. No confían en él para dirigir el país. Algunos temen que lleve el faccionalismo de la actual política capitalista a un nuevo nivel, haciendo blanco de sus contrincantes del Partido Demócrata valiéndose de la abierta hostilidad que le tienen, y agudizando así la criminalización de aquellos con quienes no está de acuerdo.

Además, mientras Trump mantenga su dominio absoluto sobre el Partido Republicano, convirtiéndolo en un instrumento del bonapartismo, la clase dominante no puede apuntalar efectivamente al sistema bipartidista, la clave para mantener su control político. Y es menos capaz todavía de inspirar confianza en su propia capacidad de gobernar el país.

El enjuiciamiento de Trump es la respuesta de los gobernantes a este problema que tienen que enfrentar. Su intención es encarcelar a Trump o al menos desacreditarlo, con la esperanza de que eso pueda disipar el movimiento que ha crecido a su alrededor.

El Congreso no aprovechó, en los días posteriores al 6 de enero de 2021, una oportunidad que se presentó para tratar de lograr que esto ocurriera. Después de que la Cámara de Representantes enjuició a Trump por traición, el Senado no logró que una super mayoría de dos tercios votara por condenarlo. (Dejando de lado si tal condena — que legalmente le hubiera impedido postularse nuevamente a la presidencia de Estados Unidos — hubiera podido acabar definitivamente con la carrera política de Trump).

Un miembro del personal del Senado de Estados Unidos cuenta la votación final tras el juicio político contra Trump el 13 de febrero de 2021. El Senado no alcanzó la requerida mayoría de dos tercios para condenarlo (o 67 de los 100 senadores) por el cargo único de “incitar a una insurrección” debido a su papel en alentar el ataque de la turba al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de ese año. (Foto: Erin Schaff / Redux)

La explicación más convincente tiene dos elementos. Uno es que muchos políticos republicanos se negaron a votar a favor del juicio político por temor a que los agraviados partidarios de Trump, que han dominado las recientes primarias republicanas, los expulsaran posteriormente de su cargo. El segundo es que no creían que el juicio político era necesario porque solo faltaban unos días para que terminara el mandato presidencial de Trump. Muchos líderes republicanos, así como muchos liberales y millones de otras personas, tenían la ilusión de que el violento asalto del 6 de enero al Capitolio de Estados Unidos, y el papel de Trump en instigarlo, habían sellado su destino político.

Al poco tiempo quedó claro que eso no iba a suceder. Cada paso que se ha dado desde entonces, desde la investigación del Congreso el 2022 y las audiencias sobre los eventos del 6 de enero hasta la avalancha de acusaciones este año, solo han puesto viento en popa al movimiento que apoya a Trump.

Mtomas3 argumenta que, dado el estado actual de la conciencia de la clase obrera, no hay otra alternativa que apoyar los esfuerzos de la clase dominante por enjuiciar y encarcelar a Trump (y en el caso de Georgia, a muchos de sus colaboradores).

El peligro para los derechos democráticos

Nosotros vemos las cosas de manera diferente. No nos unimos a la campaña encabezada por el Partido Demócrata que trata de fomentar el apoyo popular para el enjuiciamiento de Trump — cuyo propósito es, inevitablemente, que los trabajadores vean a los demócratas (y a los republicanos que apoyan el enjuiciamiento) como los “defensores de la democracia”. Tampoco apoyamos a los piden que se retiren los cargos contra el ex presidente.

La difícil situación que enfrentan los gobernantes de Estados Unidos hoy es muy diferente de la crisis política que tuvo lugar a principios de la década de 1970 conocida como Watergate. Esa crisis pudo resolverse cuando una delegación bipartidista del Congreso le informó al entonces presidente Richard Nixon que, de no renunciar, sería enjuiciado contundentemente. Nixon siguió el consejo y abandonó la Casa Blanca en desgracia.

Portada del New York Times que anuncia la renuncia de Richard Nixon a la Casa Blanca el 8 de agosto de 1974.

Si bien no pueden hacerse analogías directas, es interesante dar un vistazo atrás y estudiar cómo los socialistas revolucionarios respondieron a ese desafío. Ni respaldaron los esfuerzos por entablar un juicio político, ni hicieron cruzada en contra. Lo que hicieron fue armar una campaña de educación política para explicar la diferencia entre los intereses de los trabajadores y los de la clase capitalista. Explicaron que el mecanismo de un juicio político fue concebido como una herramienta a la cual los gobernantes pueden acudir en circunstancias extremas, pero no es más democrático que las otras “instituciones de la República” que fueron establecidas en la Constitución y que forman la base del dominio capitalista en Estados Unidos.

También iniciaron una campaña, logrando amasar un amplio apoyo, en defensa de los derechos democráticos y por las libertades civiles, con el fin de denunciar el espionaje y el acoso que el gobierno había organizado contra los sindicatos y los derechos civiles, así como contra los grupos nacionalistas negros, el movimiento contra la guerra de Vietnam, y las organizaciones socialistas.[1] 

Pero Trump representa un problema para la mayor parte de las familias ricas que llevan las riendas del poder en Estados Unidos.

De manera diferente, el trumpismo también plantea un peligro para los intereses políticos de los trabajadores. Se aprovecha de las divisiones que existen en la clase obrera, utilizando chivos expiatorios y otras formas de demagogia reaccionaria como respuesta al deterioro de las condiciones económicas y sociales que enfrentamos. El trumpismo acusa a un turbio y clandestino “estado profundo” y a otras teorías de conspiración de ser la causa de nuestros problemas, en lugar de responsabilizar al sistema capitalista.

La campaña que ha montado el gobierno para enjuiciar a Trump no habla de ninguno de estos temas porque la clase dominante — independientemente de sus puntos de vista sobre Trump — no tiene interés en que los trabajadores realmente entiendan el trumpismo o por qué el capitalismo es la raíz de nuestros problemas. Aceptar esta campaña de los gobernantes para tratar de resolver los problemas que Trump plantea para los ricos no sirve para esclarecer la situación política ni para fortalecer la conciencia de clase que necesitan los trabajadores.

No hay garantía alguna de que el uso de los tribunales para reprimir a Trump llegue a tener éxito. Y si llega a suceder, como hemos explicado extensamente, existe el grave riesgo de establecer precedentes legales que serán utilizados para restringir la defensa política del movimiento obrero.

Un buen ejemplo de esto son las acusaciones hechas el 28 de agosto por un gran jurado en Georgia de 61 activistas que se oponen a un centro de entrenamiento policial en Atlanta, conocido como “cop city” [ciudad policía]. El fiscal general de Georgia acusó a los activistas, que participaron en protestas para intentar detener la construcción de la instalación, bajo la Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por el Crimen Organizado (RICO) del estado, describiendo la lucha contra la  “ciudad policía” como si fuera una empresa criminal. Esa misma ley está siendo utilizada contra Trump y muchos otros por un fiscal del condado Fulton en Georgia. 

La acusación en el caso de la “ciudad policía” dice: “En Atlanta, anarquistas antigubernamentales se dieron cuenta que existía la oportunidad de manifestarse contra la policía”. Aamra Ahmad, abogada principal del Proyecto de Seguridad Nacional de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), dijo en respuesta: “Estamos extremadamente preocupados por este uso increíblemente amplio y sin precedentes contra los manifestantes de leyes contra el terrorismo de Estado, contra el crimen organizado, y contra el lavado de dinero”.

Manifestantes protestan en junio de 2023 contra el planeado Centro de Capacitación de la Seguridad Pública en Atlanta. ‘Alto a la ciudad policía’, dice la pancarta. (Foto: Erik Lesser / EPA)

Queremos mencionar el comentario de otro lector, Barry Sheppard. En respuesta al  reciente análisis de noticias en Panorama-Mundial, escribió: “Buenos artículos. Toda la historia del movimiento obrero y de todas las luchas relacionadas demuestra claramente que los intentos de gobiernos capitalistas de oponerse a la derecha, incluso a bonapartistas como Trump o a los fascistas buscando restringir sus derechos democráticos, serán utilizados con furia en contra de los derechos democráticos de los socialistas, los sindicatos, las organizaciones negras, y demás”.

También sería un error creer que una condena contra Trump en uno o más de estos enjuiciamientos va a alterar la dinámica fraccional que hoy se extiende a toda la política capitalista. Ese conflicto, y los problemas económicos y sociales subyacentes que no pueden resolver ni los liberales demócratas, ni Trump ni los otros republicanos, dejarán la puerta abierta a otras figuras bonapartistas, e incluso a versiones más extremas de la reacción derechista.

Como explicó Novack en Democracia y revolución, “Cuando las tensiones sociales aumentan hasta el punto de ruptura, el parlamento es cada vez menos capaz de resolver las disputas en la cima del poder o actuar como un amortiguador entre el poder de la propiedad privada y la ira de las masas. La desilusión generalizada con su funcionamiento sumerge al parlamentarismo burgués, junto con sus partidos, en un período de aguda crisis”.

El libro Democracia y revolución de George Novack examina las limitaciones y los avances de diversas formas de democracia bajo la sociedad de clases, desde sus raíces en la antigua Grecia hasta su ascenso y declive bajo el capitalismo. El libro discute el surgimiento del bonapartismo, la dictadura militar y el fascismo, y cómo avanzará la democracia bajo un gobierno de obreros y agricultores.

Peligros para la estabilidad capitalista

A algunos les podría resultar fácil descartar los argumentos de los republicanos que se oponen a Trump, pero algunos cuestionan el uso de las acusaciones en su contra. Lo que les preocupa no es ni la equidad ni el respeto por los derechos democráticos. Su objetivo se limita estrictamente a preservar la estabilidad de la configuración política capitalista y mantener el sistema de los dos partidos como la herramienta bipartidista de siempre contra los intereses de la clase obrera.

Jack Goldsmith, un profesor de derecho de Harvard que fungió en los departamentos de Justicia y Defensa de la administración G.W. Bush, es una de esas figuras. En un ensayo de opinión en el New York Times, titulado El enjuiciamiento de Trump puede tener terribles consecuencias, argumentó que muchos que no son partidarios acérrimos de Trump dudan de la objetividad del Departamento de Justicia de Biden.

“Estas son algunas de las razones por las que el Departamento de Justicia, por puras que sean sus motivaciones, probablemente va a ser visto por una gran parte del país como una institución irremediablemente politizada después de este enjuiciamiento”, escribió.

“El enjuiciamiento bien puede tener consecuencias terribles más allá del departamento para nuestra política y el estado de derecho. Probablemente inspirará investigaciones revanchistas cada vez más agresivas de las acciones de presidentes en funciones por parte de futuros Congresos y por administraciones del partido opositor, en detrimento de la buena gestión gubernamental.

“También puede exacerbar la criminalización de la política. El enjuiciamiento alega que Trump mintió y manipuló a personas e instituciones al tratar de doblar la ley y la política a su favor. La exageración y la manipulación de la verdad para esgrimir argumentos legales egoístas o ataques contra opositores políticos siempre han sido algo común en Washington. Estas prácticas probablemente serán desglosadas en el lenguaje de, o cuando se pida que sea constituido un gran jurado, se instituya un abogado especial, o se haga un enjuiciamiento”.

Nuestra perspectiva política es diametralmente opuesta a la de Goldsmith. Pero su predicción tiene algo de verdad.

Los trabajadores seguirán siendo bombardeados con demandas de elegir entre las maniobras y la retórica política de uno u otro de los partidos capitalistas, en lugar de buscar una manera de trazar nuestro propio camino hacia adelante para lidiar con las condiciones económicas y sociales que enfrentamos.

El mayor desafío: la independencia política

Mtomas3 escribe que ve la necesidad “de una salida mejor y más viable, una clase trabajadora políticamente fuerte y más directamente consciente”, pero cree que “es de vista corta el enfocarse en los matices de este tema”.

Aquí es donde no estamos de acuerdo. No es solo que veamos la importancia de defender los derechos democráticos como algo más que un “matiz”. También creemos que uno de los mayores desafíos que enfrenta la clase trabajadora sigue siendo comprender la necesidad de mantener la independencia política de la clase capitalista, porque nuestros intereses están contrapuestos. Este desafío fue planteado desde el inicio del movimiento obrero moderno en Estados Unidos. Explica por qué la clase obrera estadounidense nunca ha formado su propio partido político de masas y por qué muchos trabajadores todavía creen, erróneamente, que el Partido Demócrata representa a los trabajadores. (También explica por qué ciertos sectores de la clase trabajadora ahora creen, también erróneamente, que Trump los representa).

En un editorial elogiando el enjuiciamiento del fiscal especial contra Trump, el New York Times afirmó: “Esas herramientas legales son parte de un amplio ecosistema de la justicia estadounidense que es, esencialmente, un mecanismo para buscar la verdad”.

Esta idea es falsa. Ese “ecosistema de la justicia estadounidense” ha hecho un blanco de Trump y de algunos de sus aliados derechistas que representaban una amenaza real para los derechos al voto, a otras libertades democráticas e incluso para la seguridad personal de los trabajadores electorales. Pero eso no cambia el hecho de que los policías, los fiscales, y los tribunales son instrumentos del dominio político de la clase capitalista. Para los trabajadores, que a menudo son atacados y victimizados por ese sistema, no son un mecanismo para buscar la verdad.

Novack ofreció una explicación concisa de este punto en una charla en 1968. “Muy al contrario de sus afirmaciones, la clase dominante del estado capitalista y sus sirvientes son los enemigos acérrimos de la democracia”, dijo. “Temen que sea aplicada y se resisten a su expansión. Esto impone la obligación a las fuerzas del socialismo y a los portavoces de la clase obrera de ser los campeones más vigorosos y consistentes de las libertades democráticas”.

Mtomas3 ciertamente tiene razón al decir que muchos trabajadores de hoy no van a comprender o no estarán de acuerdo en que el enjuiciamiento de Trump no es más que la respuesta de los explotadores al trumpismo. Lo mismo va a ocurrir en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 cuando — si Trump está en la boleta — la mayoría de los trabajadores, que tienen buenas razones para despreciar lo que él y su movimiento representan, no verán otra alternativa que votar por Joe Biden o algún otro candidato del Partido Demócrata en caso de que Biden tropiece.

No es probable que haya alguna alternativa de la clase obrera en las elecciones de 2024 para poder recomendársela a los trabajadores. Pero eso no nos hará llamar por que voten por los demócratas. Aunque nuestro impacto político sea limitado, seguiremos explicando por qué el sistema bipartidista es una trampa para los trabajadores y parte fundamental del dominio capitalista.

Estamos de acuerdo en que la situación política que enfrentan los trabajadores en este país no tiene precedentes en ciertos aspectos importantes. Un candidato bonapartista de derecha hoy goza de apoyo sustancial y puede volver a ganar la nominación del partido republicano a la presidencia. Y no oculta los métodos que estaría dispuesto a usar.

Mientras se ausentó del debate televisado del 23 de agosto entre otros contendientes republicanos para la nominación presidencial, Trump le concedió una entrevista al comentarista de derecha Tucker Carlson. Como dijo un titular del Washington Post, “Trump sugiere en la entrevista de Carlson que Estados Unidos podría ver más violencia política”.

Carlson le preguntó sobre la posibilidad de más violencia. Trump respondió: “No lo sé. Lo que puedo decir es esto: hay un nivel de pasión que nunca he visto. Hay un nivel de odio que nunca he visto. Y esa es probablemente una mala combinación”.

Trump luego describió el ataque de la turba derechista el 6 de enero — con todos sus símbolos reaccionarios y racistas como la bandera de la confederación del sur y la horca de madera con soga que construyeron cerca del Capitolio — como un modelo para el futuro. “El 6 de enero fue un día muy interesante porque no lo presentan correctamente”, dijo. “La gente en esa multitud dijo que fue el día más hermoso que jamás hayan vivido. Había amor y unidad. Nunca he visto tal espíritu, tanta pasión y tanto amor. Y tampoco he visto, simultáneamente y de las mismas personas, tanto odio por lo que le han hecho a nuestro país”.

Partidarios de Trump construyeron horcas de madera durante el mitin del 6 de enero de 2021 en Washington, DC, donde el ex presidente de Estados Unidos impulsó su campaña “Stop the Steal” [Alto al robo (de las elecciones)] e incitó el ataque al Congreso de Estados Unidos. (Foto: Shay Horse/Nurphoto)

El gobierno no derrotará al trumpismo

No importa lo saludable que pueda ser la repugnancia que la clase trabajadora siente contra Trump, es una mera ilusión pensar que los peligros que plantea el trumpismo pueden ser enfrentados de manera exitosa por los intentos del gobierno de enjuiciarlo y encarcelarlo.

Repetimos lo que escribimos anteriormente:

Lo único que sería capaz de contrarrestar la demagogia derechista de Trump, y su constante disposición de desafiar toda norma establecida de la democracia burguesa que no se adapte a sus propósitos, es una respuesta política. Ésta podría incluir realizar campañas electorales independientes, usar los medios de comunicación, entablar discusiones en el trabajo, y valerse de otros medios para explicar que un multimillonario que actúa como autócrata no representa los intereses del pueblo trabajador, como tampoco lo hacen sus opositores liberales o conservadores. Sería necesario movilizar al pueblo trabajador y a sus aliados en torno a un programa de acción para exigir la defensa de nuestros medios de vida y nuestros derechos democráticos. Sólo una organización de la clase obrera que se mantenga independiente de los empleadores y de sus instituciones de poder sería capaz de dirigir cabalmente una campaña de este tipo.

De La tercera acusación contra Trump: ¿Qué es lo que está en juego?

Esa es la verdad política hoy en día, incluso si no ha llegado a comprenderse muy ampliamente, porque las condiciones aún no han llevado al desarrollo de una capa de trabajadores con conciencia de clase que pueda ejecutar esa política a escala masiva.

No ofrecemos defensa alguna de Trump o del “trumpismo”. Rechazamos la afirmación de Trump de que él es la víctima de una “cacería de brujas”. Condenamos sus esfuerzos por anular el voto popular de 2020. Denunciamos la descarada mentira de que hubo una elección “robada”. Compartimos la advertencia de los peligros que el trumpismo representa para las libertades democráticas.

Al mismo tiempo, no apoyamos las medidas que el gobierno está tomando para frenar a Trump, porque se trata de una “solución” impuesta por la clase dominante, repleta de peligros para los derechos democráticos. Eso no es lo que necesitamos los trabajadores.

— Los editores de Panorama-Mundial


NOTAS

[1] Para obtener más información consulte Lo que está detrás de la “solución” a Watergate por el juicio político de los gobernantes y Cómo respondieron los socialistas revolucionarios a las oportunidades de Watergate, el tercero y cuarto artículo de una serie de cuatro partes publicada en inglés en el periodico Militant en 1974.



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