Política en Estados Unidos

La nueva acusación contra Trump divide a la clase dominante (I)



(Esta es la primera de dos partes. La segunda puede encontrarse aquí.)

Por Geoff Mirelowitz y Argiris Malapanis

La acusación federal contra el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un indicio más del faccionalismo que hoy día caracteriza prácticamente todos los aspectos de la política capitalista en Estados Unidos y las crisis del sistema en que se basa.

Aunque los cargos por presuntas violaciones de la Ley de Espionaje y otros delitos serán adjudicados en un tribunal federal, es poco probable que se resuelvan allí. Como expresó una columna del New York Times del 10 de junio: “Para el fiscal la audiencia no es solo el juez y los miembros del jurado. También es el público estadounidense”.


ANÁLISIS DE NOTICIAS


Un congruente titular en la página de opinión del New York Times decía: “Entre más oposición enfrenta Trump, más popular se vuelve, y él lo sabe”. El autor, Damon Linker, escribe para el boletín Notes from the Middleground. “¿Qué tan políticamente radical podría convertirse la base del Partido Republicano en los 17 meses entre ahora y las elecciones presidenciales de 2024?”, preguntó. “Realmente no hay forma de saberlo. Nos adentramos a aguas ignotas y turbulentas”.

El ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, flanqueado por sus abogados defensores durante su comparecencia en un tribunal federal en Miami el 13 de junio.  (Elizabeth Williams/AP)

Las familias estadounidenses más ricas y poderosas, que siempre han controlado tanto al Partido Demócrata como al Republicano, están divididas y no saben qué hacer con Trump. No era su candidato preferido cuando ganó una victoria sorpresa en las elecciones de 2016. Muchos de la clase dominante se adaptaron a su victoria, especialmente cuando promulgó políticas que beneficiaron a los ricos, entre ellas el enorme recorte de impuestos en 2017. Sin embargo, sectores sustanciales de la clase dominante se sintieron incómodos con la forma en que Trump desbarató muchas de las normas tradicionales del funcionamiento político capitalista. Otros acogieron el cambio con satisfacción.

Un editorial del Wall Street Journal (WSJ) en octubre de 2020 calificó a las elecciones de noviembre que se avecinaban “El referéndum sobre Trump”.

“Al público le agradan los resultados de su política, pero su caótico gobierno puede costarle un segundo mandato”, declaró el Journal. Dejando a un lado el juicio de si Trump era popular con “el público”, los editores del Journal explicaron con precisión: “El argumento a favor de Donald Trump es el trastorno político. Eso fue lo que planteamos hace cuatro años, y la presidencia de Trump ciertamente ha cumplido con eso, para bien y para mal”. Y continuaron: “Sus políticas y su abandono de las convenciones han logrado mucho de lo que se necesitaba hacer”.

Sin embargo, una inconformidad más amplia de la clase dominante con Trump llegó a un punto crítico cuando, en un acto sin precedente, se negó a aceptar los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 que ganó su opositor, el demócrata Joe Biden. A raíz de los disturbios en el Capitolio de Estados Unidos causados por partidarios de Trump el 6 de enero de 2021, un segmento sustancial de opinión entre la clase dominante se volvió contra él.

El propio WSJ notó este cambio en un editorial del 7 de enero de 2021 que pedía a Trump que renunciara a la presidencia. Es instructivo leer ahora lo que el consejo editorial del Journal escribió en esa ocasión.

“El líder del poder ejecutivo incitó a una multitud a que marchara contra el poder legislativo”, dijo el Journal. “Esto fue un asalto al proceso constitucional de la transferencia del poder después de una elección”, continuó. “También fue un asalto a la legislatura por parte de un ejecutivo que juró defender las leyes de Estados Unidos. Esto fue más allá de simplemente negarse a admitir la derrota. En nuestra opinión, se desborda de un marco constitucional que el Sr. Trump no ha traspasado anteriormente. Es impugnable”.

Por mucho tiempo el WSJ ha sido portavoz de los sectores más conservadores de la clase dominante. Después del 6 de enero, voces más liberales criticaron a Trump en términos similares y más vehementes. En períodos anteriores de la política en Estados Unidos, un rechazo tan abrumador de una de las principales figuras políticas hubiera llevado a su desaparición del escenario.

En cambio, ha ocurrido lo contrario. Trump no solo permaneció en la escena política, sino que sigue siendo la figura más poderosa del Partido Republicano. Ha iniciado una nueva campaña por la nominación presidencial de 2024 del Partido Republicano que está respaldada por una base de muchos millones de leales partidarios. Eso explica, en gran parte, el dilema que enfrenta la clase dominante.

Las agudas divisiones en la clase dominante

Un indicio de este dilema lo revelan las respuestas muy diferentes a la acusación de Trump por las principales publicaciones que hablan por aquellos que tienen la riqueza y el poder. El consejo editorial del New York Times apoyó la acusación presentada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos contra Trump en un editorial titulado: “Nunca más deben encomendárseles a Donald Trump los secretos de la nación”.

El Wall Street Journal, que había criticado a Trump después del 6 de enero de 2021, expresó una opinión muy diferente. Su editorial del 9 de junio se tituló: “Una acusación de Trump que es destructiva”. Continuó preguntando: “¿Entienden los fiscales las fuerzas que están desatando?” (el subrayado es nuestro).

A los editores del Journal — como aquellos por quienes hablan — les inquieta la inestabilidad política. “Odies o ames a Donald Trump”, escribieron, “el que sea acusado por el Departamento de Justicia del presidente Biden es un momento lleno de tensión para la democracia estadounidense. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, el poder fiscal del gobierno federal se ha utilizado contra un ex presidente que también se postula contra el presidente en funciones. Esto es mucho más grave que la anterior acusación por un fiscal sinvergüenza de Nueva York, y enturbiará las elecciones de 2024 y la política en Estados Unidos por muchos años”.

Divisiones similares en el seno de la clase dominante pueden observarse en la manera en que reaccionan los líderes republicanos del Congreso. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, se apresuró a defender a Trump. “Esto va a perturbar a esta nación porque brega con la médula de la justicia imparcial para todos, algo que no está ocurriendo hoy. Y no vamos a tolerarlo”, dijo McCarthy a la red Fox News Digital.

Sin embargo, el líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, ha guardado silencio. “Los líderes republicanos del Senado rompen con la Cámara de Representantes sobre la acusación de Trump”, informó el sitio web The Hill el 11 de junio. “Los líderes republicanos del Senado, inclusive el senador Mitch McConnell (R-Ky.), guardan silencio sobre la acusación contra el expresidente Trump por 37 cargos criminales, abandonándolo a su suerte y rompiendo con los líderes republicanos de la Cámara de Representantes que se han apresurado a defender a Trump”.

Partidarios de Donald Trump y manifestantes en Miami después de la llegada de Trump a un tribunal federal el 13 de junio para acatar cargos en su contra.  (Foto: Jabin Botsford / Washington Post)

La mayoría de los contendientes para la nominación presidencial del Partido Republicano — todos los cuales necesitan el respaldo de los partidarios de Trump para ganar — se opusieron o cuestionaron la acción del gobierno contra Trump, aunque hubo una o dos voces disidentes. Vivek Ramaswamy, uno de varios candidatos que esperan ganarse a los partidarios de Trump, se apresuró a anunciar que si fuera elegido perdonaría a Trump. El 12 de junio fue más lejos todavía, desafiando a todos los candidatos republicanos a hacer la misma promesa.

Le dio respuesta el ex gobernador de Arkansas, Asa Hutchinson, quien declaró: “Simplemente está mal que un candidato use el poder de perdón del presidente de Estados Unidos para ganarse unos votos y obtener unos aplausos … No necesitamos que nuestro comandante en jefe de este país no proteja los secretos de nuestra nación”.

El ex vicepresidente de Trump, Mike Pence, declaró su propia candidatura el 7 de junio. Refiriéndose a los eventos del 6 de enero de 2021 atacó a Trump y declaró: “Creo que cualquiera que se ponga por encima de la Constitución nunca debería ser presidente de los Estados Unidos”. Sin embargo, el 11 de junio, Pence pidió al fiscal general Merrick Garland que “dejara de esconderse tras el fiscal especial y se presentara ante el pueblo estadounidense” para explicar “esta acción sin precedentes” de acusar a Trump.

El senador de Carolina del Sur, Tim Scott, dijo que los cargos contra Trump eran “serios”, pero agregó: “Lo que vemos hoy en esta administración del presidente Joe Biden es un doble estándar”, afirmó. “Ese doble estándar es antiamericano e inaceptable. No puede uno proteger a los demócratas mientras ataca y caza a los republicanos”.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, ampliamente considerado como el único candidato que quizás tenga posibilidad alguna de bloquear la cruzada de Trump por alcanzar otra nominación republicana, acusó al Departamento de Justicia (DOJ) de “esgrimir la aplicación de la ley federal como un arma” mientras prometía, de ser elegido presidente, “hacer que el Departamento de Justicia rinda cuentas, eliminar su sesgo político y poner fin al uso de la ley como un arma [política] de una vez por todas”.

No están ‘abandonándolo a su suerte’

La sugerencia de que Trump ha sido abandonado a su suerte es una ilusión. Si bien es cierto que en el pasado figuras políticas en Estados Unidos hubieran temido ser objeto de una acusación federal, Trump sigue impertérrito.

Trump reanudó sus afirmaciones de que es víctima de una “cacería de brujas”. También intensificó la retórica derechista que caracteriza cada vez más sus discursos.

En declaraciones a la convención estatal republicana en Georgia el 10 de junio, Trump dijo: “Esta es la batalla final. O los comunistas ganan y destruyen a Estados Unidos, o nosotros destruimos a los comunistas”. Al informar sobre la referencia a los “comunistas” en el discurso, el New York Times dijo que Trump parecía “referirse a los demócratas”. El Times continuó: “Hizo comentarios similares sobre el ‘Estado Profundo’, usando el término peyorativo que usa para las agencias de inteligencia de Estados Unidos y, más ampliamente, para cualquier burócrata del gobierno federal que él perciba como un oponente político. Arremetió contra los ‘globalistas’, los ‘belicistas’ en el gobierno y ‘la clase política enferma que odia a nuestro país'”.

Incluso el exfiscal general de Trump, William Barr, ha desafiado las acusaciones de Trump de que hay una cacería de brujas contra él. En una entrevista del 11 de junio con Fox News, Barr afirmó que la acusación legal contra Trump es “muy condenatoria”. La afirmación de que existe una cacería de brujas, declaró, “es ridícula”.

El problema para la clase dominante, y aquellos como Barr que trabajan por ella y fungen como sus portavoces, es que decenas de millones están de acuerdo con Trump. CBS News informó el 11 de junio que una encuesta realizada por esa red y la firma de marketing YouGov reveló que un enorme 76% de los probables votantes en elecciones primarias del Partido Republicano creen que la acusación contra Trump tiene motivaciones políticas. Solo el 12% pensó que los documentos que Trump retuvo representaban un “riesgo para la seguridad nacional”. Otro 12% pensó que ambas afirmaciones eran ciertas.

La creencia de que la acusación tiene motivaciones políticas abre espacio para que más de los políticos de extrema derecha intensifiquen su retórica y continúen capturando una audiencia. Kari Lake, la fallida candidata republicana de 2022 para gobernadora de Arizona, quien, al igual que Trump, afirma que el resultado electoral fue fraudulento porque perdió, también habló en la reunión del Partido Republicano de Georgia.

Kari Lake (izquierda), excandidata republicana a gobernadora de Arizona en 2022, habla en West Palm Beach, Florida, el 12 de junio. A la derecha, la multitud reacciona a los comentarios de este personaje político de extrema derecha.  (Fotos: Thomas Simonetti / Washington Post)

“Tengo un mensaje esta noche para Merrick Garland [Fiscal General de Estados Unidos] y Jack Smith [Asesor Especial en la investigación de Trump] y Joe Biden — y los muchachos de los medios noticiosos falsos también deberían escuchar, porque ésta es para ustedes”, dijo Lake, según el New York Times. “Si quieren atrapar al presidente Trump, van a tener que atravesar por mí, y van a tener que atravesar por 75 millones de estadounidenses como yo. Y voy a decirles, la mayoría de nosotros somos miembros con carné de la NRA”. [Asociación Nacional del Rifle.]

Lake luego agregó, según el Times, “Y esto no es una amenaza, es un anuncio de servicio público”.

El espectro del bonapartismo

Más tarde esa noche, después de declararse inocente en su comparecencia del 13 de junio, Trump declaró a sus partidarios en un discurso en Bedminster, Nueva Jersey: “Soy el único que puede salvar a esta nación”.

Video clip en YouTube de Trump diciéndole a sus partidarios durante un discurso el 13 de junio en Bedminster, Nueva Jersey, después de su lectura de cargos: “Soy el único que puede salvar a esta nación”.

Trump ha hecho esta afirmación anteriormente, incluso cuando aceptó la nominación presidencial de 2016 en la convención republicana declarando: “Sólo yo puedo arreglarlo”. Para muchos suena grandioso y pomposo, pero tiene resonancia con muchos en las clases medias y sectores de la clase trabajadora que permanecen leales a él.

Como explicó Panorama-Mundial menos de una semana después del 6 de enero de 2021, el término preciso para el fenómeno de un cacique “salvador” que afirma elevarse por encima de las instituciones tradicionales de gobierno para “rescatar a la nación” es bonapartismo.

Hace más de 50 años George Novack, el erudito marxista y líder de la clase trabajadora, explicó el significado esencial del bonapartismo. En un ensayo titulado “Bonapartismo, dictadura militar y fascismo”, que aparece en su libro Democracia y revolución, Novack explicó:

“Todas las decisiones políticas importantes están centralizadas en un solo individuo equipado con poderes de emergencia extraordinarios. Habla y actúa no como el servidor del parlamento, como un primer ministro, sino por derecho propio como el ‘hombre del destino’ que ha sido llamado a rescatar a la nación en su hora de peligro mortal”.

De Democracia y Revolución por George Novack

Trump y muchos de sus partidarios pueden no estar familiarizados con el término, pero ven a Trump precisamente como un “hombre del destino”. También saben lo que quieren: un presidente que no sea un político tradicional, que prometa hablar en nombre de los agraviados y que se valga de poderes extraordinarios para “drenar el pantano”, para “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grandioso”.

Esta confianza en Trump se basa en la total falta de confianza o fe en las figuras políticas tradicionales de ambos partidos, que han presidido durante décadas sin resolver problemas económicos y sociales cada vez más agudos.

Un sector decisivo de la clase dominante aún no está preparado para tomar esta trayectoria. La conducta de Trump y su campaña sobre la “elección robada” persuadieron a muchos de que no es el hombre para esta faena, incluso si pensaran que esa trayectoria fuera necesaria. Pero no han podido excluirlo del escenario político. Deben lidiar con el hecho de que pudiera volver a ser el candidato presidencial del Partido Republicano — con o sin un apoyo sustancial por parte de la clase dominante — y con la perspectiva de que su reelección es probable.

Si Trump no gana en 2024, él y sus partidarios están sentando las bases para un desafío aún más serio al de los resultados electorales que montaron tras los comicios de 2020. La acusación contra Trump, llevada a los tribunales por un Departamento de Justicia supervisado por Biden y sus designados, ya está siendo citada como la prueba de que sus oponentes están dispuestos a hacer lo que sea para detener a Trump.

Por su parte, en su discurso de Bedminster, Trump dejó claro lo que sus partidarios pueden esperar si él regresa a la Casa Blanca.

“Nombraré a un verdadero fiscal especial para perseguir al presidente más corrupto en la historia de Estados Unidos de América, Joe Biden, y a toda la familia criminal Biden, nombraré a un fiscal especial, y a todos los demás involucrados en la destrucción de nuestras elecciones, nuestras fronteras y nuestro mismo país”, dijo Trump. “Están destruyendo nuestro país. Y cuando sea reelegido, y seremos reelegidos, no tenemos otra opción, o ya no vamos a tener un país. Destruiré totalmente al estado profundo, destruiremos el estado profundo”.

(Esta es la primera de dos partes. La secuela puede encontrarse aquí.)


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