‘Te abraza con todo fervor revolucionario’: Cartas 1947-1967 de Ernesto Che Guevara con prólogo de Aleida Guevara. Publicado en inglés el 10 de noviembre del 2021 por Seven Stories Press, Nueva York, NY. La fecha de publicación del libro en español será el 18 de enero del 2022.
RESEÑA
Por Geoff Mirelowitz
12 de noviembre del 2021—El Che Guevara[1] es una de las figuras revolucionarias más reconocidas e inspiradoras del siglo XX, y también uno de sus marxistas más destacados. La publicación de esta nueva colección de cartas es, por lo tanto, un feliz acontecimiento. Como explica la introducción refiriéndose a esta extensa colección de cartas del Che, “Muchas se conocen y otras, las menos, son inéditas, conservadas en su archivo personal” que se encuentra en el Centro de Estudios Che Guevara en La Habana, dirigido por su viuda Aleida March, y se publican en inglés por primera vez. La edición en español está programada para el enero del 2022.

El Che fue un corresponsal muy prolífico. Muchas de sus cartas en esta interesante colección dan fe de la cordialidad con que trataba a sus amigos, familiares y camaradas, así como de su sentido del humor. Otras revelan nuevas ideas sobre su pensamiento político, tanto durante el curso de la guerra revolucionaria en Cuba como después de la victoria en 1959.
En una de sus cartas más conocidas, su despedida de Fidel Castro en 1965—cuando el Che y otros internacionalistas cubanos se dirigían al Congo para prestar su ayuda a los luchadores por la libertad en ese país—escribió: “Aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos”. Estas esperanzas, y el profundo pensamiento del Che sobre el proceso de construcción del socialismo y sobre los nuevos hombres y mujeres que habrían de construir la nueva sociedad, son algunos de los temas más importantes discutidos en este libro. La más importante es una carta de 33 páginas que le escribió el Che a Fidel unos días antes de su partida hacia el Congo.

El libro nos permite seguir la evolución política de Ernesto Guevara desde que partió con sus amigos, a los 18 años, en el primero de sus viajes por toda América Latina. “Incidentalmente, no tuve ninguna preocupación social en mi adolescencia y no tuve ninguna participación política en las luchas políticas o estudiantiles en la Argentina”, escribió el Che en una carta en 1963. Eso cambió a medida que fue familiarizándose con las condiciones económicas, sociales y políticas del continente.
La profunda empatía del Che con los oprimidos se puso de manifiesto desde muy temprano, mientras se encontraba en el Perú en 1952 donde trabajó brevemente con pacientes que sufrían de lepra. Para entonces ya había comenzado su formación universitaria como médico. “El viento de la leprología se me ha metido con alguna intensidad”, escribió el Che a su padre, y agregó: “despedida como la que nos hicieron los enfermos de la leprosería de Lima es de las que invitan a seguir adelante”. Y continuó: “Todo el cariño depende de que fuéramos sin guardapolvo ni guantes, les diéramos la mano como a cualquier hijo de vecino… el beneficio psíquico que es para uno de estos enfermos tratados como animal salvaje, el hecho de que la gente los trate como seres normales es incalculable”.
El despertar político
El despertar político del Che aparece inicialmente en cartas escritas desde Bolivia, el mismo país donde perdería la vida 15 años después mientras trataba de ayudar a dirigir una lucha revolucionaria. Escribiendo a su madre desde Bogotá, Colombia, en julio de 1952, observó: “Este país es el que tiene más suprimidas las garantías individuales de todos los que hemos recorrido”. En una carta a su padre escrita desde La Paz en julio de 1953, dijo: “El gobierno muestra una casi total inoperancia para detener o aun encauzar las masas campesinas y mineras”, quienes presionaban al entonces gobernante Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia para obtener una mejora en sus condiciones.
Un mes después el Che estaba en el Perú, donde le escribió a su madre que se había detenido en Bolivia porque “se esperaba una revuelta de un momento a otro y teníamos la sana intención de quedarnos a verla de cerca. Para nuestro desencanto, no se produjo…”.
Desde Perú, el Che pasó por Ecuador, Nicaragua y Costa Rica antes de llegar a Guatemala a finales de 1953. Su decisión de ir a Guatemala fue intencional, porque un gobierno elegido popularmente y dirigido por Jacobo Árbenz estaba tratando de instituir reformas como la redistribución de tierras, ante la hostilidad de sectores del ejército y la poderosa United Fruit Company y sus patrocinadores en Washington. Cuando salía de Costa Rica en diciembre de 1953, le escribió a su tía Beatriz: “En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico”. Cerró su carta refiriéndose a sí mismo de la siguiente manera: “te quiere tu sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vacío y la luciente fe en el porvenir socialista”.
“Mi cultura médica no se agiganta, y mientras voy asimilando otra serie de conocimientos que interesan mucho más que aquéllos”, observó en una carta en abril de 1954 a su madre. “De dos cosas estoy seguro”, continuó, “la primera es que si llego a la etapa auténticamente creadora alrededor de los treinta y cinco años mi ocupación excluyente o principal al menos, será la física nuclear, la genética o una materia así́ que reúna lo más interesante de las materias conocidas, la segunda”, escribió en un lenguaje que ahora parece profético y trágico, “es que América será́ el teatro de mis aventuras con un carácter mucho más importante que lo que hubiera creído”.
El golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos en Guatemala
En Guatemala el Che participó en la resistencia al golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos que derrocó brutalmente al gobierno de Árbenz en junio de 1954. Allí comenzó a sacar conclusiones que darían forma a su vida política. “La traición sigue siendo patrimonio del ejército, y una vez más se prueba el aforismo que indica la liquidación del ejército como el verdadero principio de la democracia”, escribió a su madre en julio de 1954, y agregó: “si el aforismo no existe, lo creo yo”. Árbenz, observó entonces, “no pensó que un pueblo en armas es un poder invencible a pesar de los ejemplos de Corea e Indochina. Pudo haber dado armas al pueblo”, para oponerse al golpe, “y no quiso, y el resultado es este”.
De Guatemala, el Che fue a México. Siguió pensando en sus experiencias mientras también debatía con su madre y con otros la situación política en Argentina, donde el general Juan Perón era presidente. “El ejército solamente se queda en sus cuarteles” escribió el Che, “cuando el gobierno que sirve, sirve a sus intereses de clase, y lo único que cambiarían es cierto exterior democrático como se ve en México, donde la podredumbre más grande está encubierta por formas pseudodemocráticas de convivencia”. Más tarde escribió a Tita Infante, una de sus compañeras de estudio de medicina en Argentina, después del golpe que derrocó a Perón en septiembre de 1955: “Le escribo nuevamente angustiado por lo que pasa en la Argentina”.
Fue en México donde el Che conoció a Fidel Castro y a otros revolucionarios cubanos. “Un joven líder cubano”, escribió a sus padres en julio de 1956, “me invitó a ingresar a su movimiento, movimiento que era de liberación armada de su tierra, y yo, por supuesto, acepté”. En la misma carta continuó explicando que a mediano plazo “mi futuro está ligado a la revolución cubana. O triunfo con esta o muero allá́”.
En esa misma carta explicó que él y muchos de los cubanos organizados por Fidel habían sido arrestados por las autoridades mexicanas, por lo que estaba escribiendo desde la cárcel.

En otra carta el 15 de julio a su madre, trató de ayudarla a comprender sus decisiones. “No soy Cristo y filántropo, vieja”, escribió, usando el cariñoso término con que se dirigía a ella. Y continuó: “Soy todo lo contrario…[ ] por las cosas que creo, lucho con todas las armas a mi alcance y trato de dejar tendido al otro, en vez de dejarme clavar en una cruz o en cualquier otro lugar”.
En la misma carta mencionó la transformación en su propio pensamiento: “me acuerdo de una frase que un día me pareció́ imbécil o por lo menos extraña, referente a la identificación tan total entre todos los miembros de un cuerpo combatiente, que el concepto «yo» había desaparecido totalmente para dar lugar al concepto «nosotros». Era una moral comunista”, continuó, “y naturalmente puede parecer una exageración doctrinaria, pero realmente era (y es lindo) poder sentir esa remoción de nosotros”.
‘Pasión y audacia que poseemos como humanidad’
Esto lo llevó a una conclusión que, en retrospectiva, podemos ver que se convirtió en fundamental para el Che a medida que desarrollaba su pensamiento sobre la construcción del socialismo y el papel de la conciencia política. “Para toda obra grande se necesita pasión”, escribió, “y para la Revolución se necesita pasión y audacia en grandes dosis, cosas que tenemos como conjunto humano”. Finalmente, en lo que se lee ciertamente como profético, escribió: “
“Es cierto que después de [desfacer] entuertos en Cuba me iré́ a otro lado cualquiera y es cierto también que encerrado en el cuadro de una oficina burocrática o en una clínica de enfermedades alérgicas estaría jodido”.
Es también en México donde el Che profundizó sus estudios del marxismo. Escribiendo de nuevo a su madre en octubre de 1956, explicó: “Ahora San Carlos es primordial”, usando su término humorístico y afectuoso para Karl Marx, “es el eje, y será́ por los años que el esferoide me admita en su capa más externa”.
La sección del libro titulada “Cartas desde la lucha (1956-1959)” consta de 14 cartas. Una particularmente notable fue escrita el 30 de diciembre de 1957 a “Darío”, un nombre de guerra de Armando Hart, un líder de la clandestinidad urbana del Movimiento 26 de Julio. Hart más tarde se convirtió en un líder central del gobierno cubano y del Partido Comunista después de la victoria de la Revolución. Se habían expresado algunas diferencias de opinión muy fuertes, en parte debido a malentendidos exacerbados por las condiciones de la guerra revolucionaria que no permitían que Guevara y Hart hablaran en persona. (La carta de Hart al Che del 25 de diciembre de 1957 queda impresa en un apéndice del libro titulado “Anexos”, y arroja más luz sobre este intercambio).

El Che se expresó de manera clara y aguda, descartando en cierto momento una disculpa de Hart por “haberme ofendido involuntariamente…[ ] Para mí no existen las ofensas personales”. Sin embargo, al cerrar la carta, el Che adopta un tono objetivo y deja en claro la posibilidad de resolver la disputa. “lamento que esta explicación no se haya realizado personalmente entre los dos. Creo que hubiera sido mejor para todos. Te saluda con todo afecto y dispuesto a cualquier aclaración sobre el tema”.
Carta de marzo de 1965 a Fidel
El mayor número de cartas en el libro componen la sección titulada, “Cartas como dirigente político (1959-1965)”. También son entre las más estimulantes. En su prólogo, la hija del Che, Aleida, se refiere a “la carta inédita del Che a Fidel del 26 de marzo de 1965”, que ella describe correctamente como “una de las más importantes del libro”. Ella dice:
“Es un análisis verdaderamente fascinante de la situación en Cuba. Comparte sus pensamientos sobre los errores en el enfoque de la economía política, el sistema de finanzas presupuestarias, el funcionamiento interno del recién formado Partido Comunista y una serie de otros temas. Esboza sus puntos de vista sobre la importancia de la conciencia política en el desafío de crear una nueva sociedad, explicando que el nuevo ser humano surgirá en el proceso de transformación de la economía de Cuba”.
Del libro En adelante de Aleida Guevara
Esta concisa descripción resume la verdadera riqueza de las ideas expresadas por el Che en esta carta; ideas que cualquier revolucionario y marxista serio va a reconocer como merecedoras del estudio y discusión más serios. El Che no se anda con rodeos. “Los métodos del cálculo [económico] son viejos en este momento”, escribió, refiriéndose a lo que una nota al pie de los editores describió como “la metodología empleada en un sistema de gestión económica rival de inspiración soviética”, también conocido como el “Sistema de autofinanciación”. En los años posteriores a la salida del Che de Cuba y su muerte, este sistema (a veces denominado “sistema de contabilidad económica”) llegó a predominar en Cuba, lo cual resultó en profundos problemas abordados por Fidel y la dirección de la Revolución en la década de 1980 en lo que se llegó a conocer como el “Proceso de Rectificación”. [2]

“Ahora pasaré a exponerte—le escribió el Che a Fidel—con toda la brevedad y la síntesis de que sea capaz nuestras ideas sobre el Sistema Presupuestario”. Este fue el método que el Che luchó por contraponer a las prácticas que en ese entonces se modelaban en la gestión burocrática de la economía soviética y de otros países de Europa del Este, encabezadas por los líderes políticos estalinistas. En lugar de confiar en ampliar la conciencia política de los trabajadores, en la “pasión y la audacia” que años antes el Che había insistido que eran los requisitos previos para la revolución, estos regímenes se basaban en darle a cada individuo incentivos materiales para organizar la economía. “Entonces surgen los grandes mariscales con salarios de grandes mariscales, los burócratas, las dachas y las cortinitas en los automóviles de los jerarcas”, escribió el Che.
Volviendo al desafío en Cuba, el Che explicó: “tenemos una gran laguna en nuestro sistema; cómo integrar al hombre a su trabajo de tal manera que no sea necesario utilizar eso que nosotros llamamos el desestímulo material”. La completa honestidad con la que el Che enfrentó este desafío brilla cuando escribió: “Nosotros no hemos hallado respuesta todavía y creo que hay que estudiar un poco más esto. La respuesta tiene que estar íntimamente relacionada con la economía política de este período”.
Luego planteó la pregunta: “¿Cómo hacer participar a los obreros? es una interrogante que no he podido responder. Considero esto como mi obstáculo más grande o mi fracaso más grande y es una de las cosas para pensar porque en ello también está implicado el problema del Partido y del Estado, de las relaciones entre el Partido y el Estado”.
‘Un partido de cuadros que son seres pensantes’
El Che esbozó entonces su concepción de lo que debe ser un partido comunista. “El Partido y cada miembro del Partido, debe ser vanguardia y, para ello, deben de presentar la imagen más cercana a lo que debe ser un comunista. Su nivel de vida… nunca debe de exceder, ni como cuadros profesionales, ni como cuadros dentro de la producción, al que tengan sus iguales. La moral de un comunista es su galardón más preciado, su verdadera arma, por ello, hay que cuidarla, incluso, en los aspectos más íntimos de su vida… pero es natural, que ni ladrones, ni oportunistas, ni fariseos[3]…, puedan figurar en el Partido, cualesquiera que hayan sido sus méritos anteriores”.
El Che continuó: “Todo esto buscando la manera de actuar de tal manera que siempre se tenga presente la lucha contra la tendencia a burocratizar el Partido, es decir, a convertirlo en un instrumento más de control estadístico del Gobierno, o en órgano de ejecución, o en órgano parlamentario, con muchos personajes a sueldo y muchas correderas en jeep, reuniones, etc., etc.”.
Uno de los argumentos clave del Che se refiere a la importancia de una cultura de educación, estudio y debate de principios entre los comunistas. [Debemos] “Proceder a la educación de los cuadros del Partido con un sentido más amplio de la filosofía, incluso un humanismo marxista más avanzado. No definiciones en torno a las discrepancias”, enfatizó, “pero sí participación en estudios […] de documentos de los debates, intento de análisis de las causas que se conocen actualmente. [Hagamos] del cuadro del Partido un elemento pensante, no solo de las realidades de nuestro país sino de la teoría marxista que no es un adorno sino que es una extraordinaria guía para la acción”.

El libro termina con varias cartas de despedida, “que no puedo leer sin llorar”, dice Aleida Guevara en su prólogo. Cuando estaba a punto de cumplir seis años, el Che escribió a sus hijos desde Bolivia. “Les escribo desde muy lejos y muy aprisa, de modo que no les voy a poder contar mis nuevas aventuras”, dijo el Che, “Ahora quería decirles que los quiero mucho y los recuerdo siempre, junto con mamá, aunque a los más chiquitos casi los conozco por fotografías porque eran muy pequeñines cuando me fui. Pronto yo me voy a sacar una foto para que me conozcan como estoy ahora, un poco más viejo y feo”.
Como dijo Aleida Guevara en su prólogo: “En sus cartas a familiares y amigos… [El Che] se revela con franqueza, espontáneamente. Así que leer las cartas de mi padre es una forma fascinante de conocerlo realmente”. Esto es absolutamente cierto y la razón por la que este libro es un regalo para sus lectores.
NOTAS
[1] Ernesto Che Guevara nació en Argentina el 14 de junio de 1928. Se graduó de la escuela de medicina en 1953. Después de su graduación, pero antes de obtener su título de medicina, viajó por toda América Latina. En 1955 conoció a Fidel Castro y se unió al esfuerzo por derrocar la dictadura de Batista en Cuba. Originalmente médico de la tropa, se convirtió en comandante del Ejército Rebelde.
Tras la victoria de la Revolución Cubana, se convirtió en un líder central del nuevo gobierno de trabajadores y agricultores. Ocupó varios cargos, entre ellos el de presidente del Banco Nacional y Ministro de Industria. En muchas ocasiones también representó a Cuba en foros internacionales. Guevara renunció a sus cargos en 1965 y viajó, con otros cubanos, primero al Congo y luego a Bolivia, para respaldar las luchas de liberación en esos países. Fue herido en batalla, capturado por el ejército boliviano el 8 de octubre de 1967, y ejecutado al día siguiente.
[2] La dirección revolucionaria de Cuba inició el proceso de rectificación a mediados de la década de 1980 en respuesta a la creciente evidencia de desmoralización política y desmovilización de los trabajadores cubanos. Este fue el resultado del curso político que se implementó muchos años antes, basado en una política económica y una política copiadas en gran medida de la Unión Soviética y los países de Europa del Este. Para más información, véanse dos discursos de 1986 de Fidel Castro, “Problemas importantes para todo el pensamiento revolucionario internacional” y “Renovación o muerte”, ambos disponibles en la revista New International no. 6, publicada por la editorial Pathfinder Press.
[3] El Che se refiere a los miembros de una antigua secta judía, distinguida por la estricta observancia de la ley tradicional y escrita, y que reclamaban una santidad superior en la interpretación de la ley, pero que en realidad no cumplían con las creencias que profesaban. Una segunda definición del diccionario es “una persona santurrona; un hipócrita”.
Categories: Cuba/Solidaridad con Cuba