Derechos de la Mujer

¿Determina la biología el destino de las mujeres? (II)



Evelyn Reed (1905 – 1979) fue una erudita marxista que durante décadas también fue líder del Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos. Cuando falleció, un extenso artículo detallando su vida apareció en la edición (en inglés) del 6 de abril de 1979 del periódico The Militant: “Evelyn Reed: luchadora marxista y feminista” (p. 26).

Evelyn Reed

Reed fue “una de las principales exponentes del análisis marxista de los orígenes de la opresión de la mujer”, explicaba el artículo. “Como practicante del materialismo histórico ella hizo una contribución sustancial al marxismo sobre este tema”.

En 1951, Reed comenzó la investigación antropológica que eventualmente culminaría en su obra pionera, Woman’s Evolution: From Matriarchal Clan to Patriarchal Family (La evolución de la mujer: del clan matriarcal a la familia patriarcal). Completó el libro más de 20 años después; Pathfinder Press lo publicó en 1975.

Antes de la publicación del libro, Reed escribió muchos artículos sobre los orígenes de la opresión de la mujer y de la perspectiva marxista sobre cómo luchar para darle fin. Ahora Panorama-Mundial vuelve a publicar uno de esos artículos: “¿Determina la biología el destino de las mujeres?”

La investigación de Reed se basó en el trabajo que Friedrich Engels, uno de los fundadores del socialismo científico, había realizado previamente con Karl Marx. En el prólogo de su artículo Reed dice, en parte:

Muchas mujeres en el movimiento de liberación, especialmente aquellas que han estudiado El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado de Engels, han llegado a comprender que las raíces de la degradación y la opresión de la mujer surgen de la sociedad de clases. Sin embargo, las mujeres siguen sin estar seguras de si su estatus como el “género secundario” o inferior se ha mantenido, o pudiera o no deberse, a su constitución biológica. La biología y la antropología son de suma importancia para entender a la mujer y su historia. Ambas están tan fuertemente sesgadas a favor del sexo masculino que ocultan, en lugar de revelar, los hechos verdaderos sobre la mujer.

Reed, explicó el bosquejo biográfico en The Militant, “sentía un odio personal en particular por las leyes contra el aborto”. En la década de 1930 ella sobrevivió dos abortos ilegales, pero no pudo tener hijos. Líder del movimiento feminista en las décadas de 1960 y 70, fue fundadora de la Coalición Nacional de Acción de las Mujeres contra el Aborto y luchó por derogar las reaccionarias leyes del aborto en Estados Unidos.

Hoy, el derecho de las mujeres a elegir el aborto está bajo el ataque más feroz desde 1973, cuando en su fallo Roe vs. Wade la Suprema Corte reconoció este derecho bajo la ley federal. El fallo de la Suprema Corte de Estados Unidos el 24 de junio de 2022 que revocó a Roe no dejó lugar a dudas. Los tres editoriales recientes de Panorama-Mundial sobre el tema — “Punto de inflexión en la lucha por el derecho de las mujeres a elegir el aborto,El aborto: derecho de la MUJER a elegir” y “¡Organízate, movilízate para defender el derecho de la mujer a elegir el aborto!” — describen los desafíos que este ataque presenta para todos los defensores de los derechos de las mujeres. En este contexto, y especialmente para las generaciones más jóvenes que defienden los derechos de la mujer y que posiblemente no conocen estas obras, los escritos de Reed siguen siendo de suma importancia.

La Huelga de las Mujeres por la Igualdad (pancarta izada) en 1970 presentó tres demandas principales: aborto gratuito sin barreras/no a la esterilización forzosa; centros de cuidado infantil gratuitos y controlados por la comunidad las 24 horas; e igualdad de oportunidades en el empleo y la educación. Los tres letreros en la parte inferior dicen, de izquierda a derecha: ‘No soy una criadora para las guerras de los hombres [ricos]’; ‘La sororidad es poderosa: Alto a la guerra’; y ‘Las mujeres de Vietnam son nuestras hermanas’. (Foto: Eugene Gordon / The New York Historical Society / Getty Images)

La obra “¿Determina la biología el destino de las mujeres?” apareció por primera vez en inglés en la edición de diciembre de 1971 de la revista International Socialist Review (Revista Internacional Socialista). El texto en inglés fue tomado del ensayo tal como aparece en el dominio público; la traducción en español y los subtítulos y enlaces a las fuentes citadas son de Panorama-Mundial. Debido a su extensión, publicamos el artículo en tres partes, la sgunda de las cuales aparece a continuación.

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(Esta es la segunda de tres partes. La sección anterior puede encontrarse en la Parte 1; la siguiente en la Parte 3.)


Por Evelyn Reed

Los que aceptan la “teoría del útero” de la inferioridad de la mujer a menudo tratan de apuntalar sus falsas conclusiones sobre las mujeres con una teoría igualmente falsa sobre la superioridad eterna del sexo masculino. Reduciendo la ciencia de la biología a ciencia ficción, lo que hacen es tomar el concepto de la familia patriarcal de nuestros tiempos y la proyectan sobre el mundo animal. Para ellos, la “familia” animal, como la familia humana, tiene un macho a la cabeza que protege a su esposa e hijos dependientes y aporta lo que necesitan, y esto es lo que lo hace superior.

El ‘hombre dominante’: ficción y realidad

Este héroe animal generalmente se llama el “macho dominante”. Según lo describen los escritores de ficción, él es la contraparte animal del esposo y el padre en la sociedad patriarcal. Los más imaginativos incluso pintan un retrato de este animal masculino como una especie de príncipe potentado, rodeado por un harén de esposas, concubinas y esclavas, controlando sus vidas y su destino. ¿Cuál es la verdad detrás de esta fantasía?

El fenómeno llamado “macho dominante” existe en la naturaleza ya que los machos animales, como se dijo anteriormente, son altamente competitivos y combativos entre sí. En el ámbito sexual, cada uno se esfuerza por ganar el primer lugar eliminando a sus rivales. El animal que gana se vuelve dominante sobre los otros machos, al menos por un tiempo, o hasta que él mismo sea desplazado por un macho más fuerte.

Pero al describir esta lucha por la dominación generalmente dejan de un lado o distorsionan la cuestión más importante. Es una lucha entre machos, cada uno luchando contra los demás. Incluso después de que el animal dominante haya eliminado a sus rivales, esto no lo hace dominante sobre la hembra o el grupo de hembras a las que tiene acceso. En cuanto a las hembras, pueden aceptar al macho ganador como su semental, pero eso es todo. Incluso si lo aceptan todo termina cuando las hembras entran en su ciclo materno, momento en el que se retiran de la órbita de todos los machos para preocuparse por dar a luz y cuidar a sus crías. Cualquiera que sea el resultado de la lucha entre los machos, las hembras siguen siendo completamente autosuficientes y mantienen a su descendencia sin la ayuda de los machos.

Al contrario de todas las historias infantiles sobre el tema, que a menudo son escritas por hombres que se consideran a sí mismos científicos, no existe nada que se asemeje a un padre de familia en el mundo animal. En algunas especies de aves y peces los machos pueden participar en el cuidado de los huevos. Esto no los convierte en familias, sino en una forma especializada de procreación. En la gran mayoría de las especies, sobre todo en los mamíferos que se encuentran directamente en la línea de la ascendencia humana, son las madres las únicas que realizan todas las funciones relacionadas con el cuidado de la descendencia. Como enfatiza Briffault, “Cada animal adulto, macho o hembra, se vale por sí mismo en lo que respecta a sus necesidades económicas”, y la única excepción es la aportación que hace la madre para sus crías.

Portada de la obra trascendental de Engels. El libro describe cómo el surgimiento de una sociedad dividida en clases dio lugar a órganos estatales represivos y estructuras familiares que protegen la propiedad de las capas gobernantes y les permiten preservar su riqueza y privilegios.

En otras palabras, la sexualidad masculina en el mundo animal no genera funciones de paternidad; por el contrario, la combatividad relacionada con la sexualidad masculina es un obstáculo para el desarrollo de funciones de ese tipo. Es solo en el mundo de los humanos que encontramos una contraparte masculina completamente desarrollada de la maternidad, a la cual llamamos paternidad. Esto ocurrió cuando los machos empezaron a emanciparse del control biológico directo — de los instintos — y comenzaron a cultivar rasgos nuevos y humanos. Fue en la vida social y a través de ella que aprendieron un nuevo tipo de comportamiento sexual y posteriormente adquirieron funciones paternas.

A veces se dice o implica que debido a que los machos son el sexo combativo, son ellos los “protectores” de sus familias animales. Esto también es una ficción. Entre algunas especies de primates, una periferia de machos gira alrededor de un núcleo central de hembras y crías y, de manera indirecta, proporciona un grupo de “centinelas” externos que hacen sonar una alarma en caso de peligro. Pero los animales machos no luchan para proteger a sus parejas y crías. Luchan en defensa de sus propias vidas.

En el mundo animal cada animal se defiende, ya sea luchando o huyendo. La única excepción a esta regla es el animal hembra, que lucha por defender a su descendencia. Por lo tanto, la llamada familia animal no es más que una hembra y su camada, aprovisionada y protegida por la madre. No tiene el parecido más mínimo con la familia patriarcal en nuestra sociedad, donde el padre aprovisiona y gobierna a su esposa e hijos.

Otro argumento familiar que se supone que comprueba la superioridad natural y el dominio del sexo masculino sobre el sexo femenino se basa en el hecho de que en algunas especies (aunque de ninguna manera todas) los machos son más grandes que las hembras o tienen una musculatura más desarrollada. No cabe duda de que los atributos combativos de los machos contribuyeron a esa musculatura adicional. Como dice Henry W. Nissen de los Laboratorios Yerkes sobre los machos entre los primates: “El animal más grande obtiene la mayor parte de la comida, el macho más fuerte la mayoría de las hembras” (Scientific American, septiembre de 1960).

Pero es erróneo suponer que esta musculatura adicional representa una superioridad de los machos sobre las hembras; es sólo la superioridad de los machos más fuertes sobre los machos más débiles. En la naturaleza, son las hembras las que determinan si van a admitir a un macho o no, lo cual también es cierto para los machos más fuertes. Si lo admiten, es solamente mientras se comporte bien y siempre y cuando las hembras encuentren su presencia conveniente. Esto se ve confirmado por el hecho de que cuando una hembra se aparta, como lo hace cuando da a luz, los machos la dejan completamente sola.

Por lo tanto, es una burda tergiversación de la vida animal y del comportamiento animal describir a la hembra como una criatura indefensa y dependiente, que no puede sobrevivir sin el aprovisionamiento y la protección de un “macho dominante” que desempeña el papel de esposo y padre. La familia patriarcal es una institución exclusivamente humana que, además, nació muy tarde en la historia de la sociedad, coincidiendo con el desarrollo de la propiedad privada y las divisiones de clase. De esa manera, el mito del animal “padre de familia” va de la mano con la “teoría del útero” de la inferioridad femenina. La verdadera realidad biológica es distorsionada y falsificada para poder así ocultar las raíces sociales de la opresión de la mujer.

Pasemos ahora a examinar la forma en que se distorsiona la antropología para apuntalar una biología falsificada. Yo llamo a este argumento:

La ‘teoría de la caza’ de la inferioridad femenina

Esta teoría se basa en la primera división del trabajo entre los sexos, que generalmente se describe de la siguiente manera: los hombres eran los cazadores y guerreros, mientras que las mujeres eran las recolectoras de alimentos y hacían las tareas en torno al campamento o el hogar. El trabajo del hombre es la caza, por supuesto, y se considera como el trabajo más importante, mientras que el trabajo de la mujer se considera inferior. Debido a las discapacidades que sufrían al nacer con útero, tenían que quedarse en el campamento o la vivienda para amamantar a los niños.

La realidad era todo lo contrario. El trabajo más importante en la división primitiva del trabajo no era realizado por los cazadores masculinos, sino por las mujeres que según el cuento se quedan en casa. Comencemos con el suministro de alimentos, el primer y más básico requisito porque antes de poder hacer cualquier otra cosa la gente tiene que comer. Eran las mujeres recolectoras y no los hombres cazadores los que proporcionaban los suministros más estables y amplios. Durante el período en que la caza todavía era precaria y los hombres a menudo regresaban al campamento con las manos vacías, los alimentos recolectados por las mujeres eran los que saciaban el hambre de la comunidad. Además, eran las mujeres las que controlaban los los suministros de alimentos, no solo preparándolos para hoy sino también preservando las reservas para mañana. Las mujeres eran el pilar de la comuna primitiva.

Pero esto fue sólo el comienzo del trabajo de la mujer. No hay necesidad de detenerse aquí para abordar el voluminoso expediente del trabajo de las mujeres primitivas, que acoto en detalle en mi artículo,El mito de la inferioridad de las mujeres“. Mientras los hombres estaban ocupados en la búsqueda de animales como alimento de caza, las que realizaban las diversas formas de producción eran las mujeres, desde la fabricación del cuero, la fabricación de ollas y artesanías de todo tipo, hasta la construcción, la medicina y el desarrollo de los más antiguos tipos de ciencia.

Pintura de una escena de caza proveniente de la edad de piedra.

Mientras que una rama del trabajo de la mujer — la labranza del suelo con el palo de cultivo — llevó a la agricultura, otra rama — la domesticación de animales salvajes — condujo a la cría de animales de ganado. Estos grandes avances no sólo sentaron las bases para la civilización, sino que liberaron a los hombres de la tarea de cazar para participar en estas formas superiores de producción y, finalmente, hacerse cargo de ellas. Por lo tanto, no fueron los hombres cazadores sino las mujeres productoras, protocientíficas, enfermeras, maestras y transmisoras del patrimonio social, cultural y técnico quienes hicieron el trabajo más importante en la primera división sexual del trabajo.

El gran error que cometen los que están cegados por la supuesta superioridad del sexo masculino es pasar por alto esta amplia producción social de las mujeres primitivas y verlas como meros sujetos hogareños al servicio de un pequeño círculo familiar. No había hogares familiares aislados, encerrados y privados en el sistema primitivo de los clanes, al igual que no había una clase propietaria dominante que pudiera reducir a las mujeres a la servidumbre familiar como su único aporte al trabajo. Los “hogares” primitivos eran el eje de una vida comunitaria y representaban las primeras fábricas, laboratorios, centros médicos, escuelas y centros sociales. Las mujeres de la comuna matriarcal, trabajando colectivamente, no se parecían en lo más mínimo a sus descendientes de hoy, cada una pasando el tiempo en un hogar diminuto.

El trabajo de hombres y mujeres en perspectiva

No quiero con esto denigrar las habilidades y técnicas que los hombres desarrollaron en la labor de la caza. Se trata simplemente de restablecer el equilibrio y poner el trabajo de los hombres en el lugar y la perspectiva que les corresponde. De hecho, no sólo se ha menospreciado el trabajo de la mujer; incluso el trabajo de caza del hombre no ha recibido una apreciación completa. El aspecto más importante de las bandas de cazadores humanos no estaba vinculado a la capacidad del hombre para usar la fuerza bruta o incluso al aumento del suministro de alimentos como tal. Fue el avance cualitativo sobre los animales que los hombres pudieron realizar al lograr trabajar juntos y colaborar.

Los manifestantes se reúnen el 24 de junio del 2022 en Denver, Colorado, tras la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de revocar el fallo Roe v. Wade. El letrero de la izquierda dice: “Una tiranía de seis ignora los precedentes”. Los dos letreros al centro tienen las palabras “Yo soy un objeto”, pero con las dos palabras en medio tachadas en rojo, de manera que realmente dicen: “Me opongo”. Los manifestantes prometieron continuar la batalla por defender los derechos de las mujeres. Los escritos de Reed son de suma importancia, especialmente para las generaciones más jóvenes de los defensores de los derechos de las mujeres que pudieran no estar familiarizadas con su trabajo.  (Foto: Michael Ciaglo / Getty Images)

A menudo se señala que la caza requiere de fuerza y habilidad si el hombre quiere dominar a los animales grandes y peligrosos, lo cual es cierto. Lo que rara vez se menciona, sin embargo, es un aspecto más importante todavía, y es que los hombres tuvieron que superar su antigua naturaleza animal, su rivalidad, separatismo e individualismo, para poder unirse en un grupo humano de cacería. Tuvieron que transformar sus relaciones animales, competitivas y combativas, en relaciones humanas muy estrechas y cooperativas.

La superioridad de la banda humana de cacería sobre cualquier manada de animales proviene del principio inquebrantable de que los hombres que cazan juntos nunca deben, bajo ninguna circunstancia, cazar o matarse unos a otros. Esta es una regulación y relación exclusivamente humana que no existe en el mundo animal. Por lo tanto, incluso cuando se trata de incrementar el suministro de alimentos de la comunidad, fue sólo cuando los hombres aprendieron a formar la banda cooperativa de cacería que este objetivo pudo lograrse.

¿Cómo se produjo un cambio tan impresionante? Toda la evidencia apunta a la sociedad colectivista creada por las madres del clan, que asimilaron a los hombres como hermanos del clan. Como escribe sobre este punto Robert Briffault:

En las sociedades humanas siempre existen medios para establecer entendimientos y garantías, y hay lazos de compañerismo y hermandad que están ausentes y son imposibles entre los animales. Por lo tanto, la humanidad primitiva, debido a su carácter social, no está bajo la misma necesidad de asegurar la satisfacción de sus instintos sexuales puramente por la lucha competitiva… Los animales destrozan a sus asociados más cercanos e incluso a sus parejas sexuales en la lucha por la comida; el miembro del grupo social más rudo y primitivo se morirá de hambre antes de negarse a compartir su comida con sus compañeros … Así que, del mismo modo, en ninguna sociedad humana, por primitiva que sea, se da una lucha descontrolada por poseer a las hembras. (Las Madres, Vol. II)

El comunismo primitivo

Para reunir a los hombres como cooperadores, cuando antes estaban separados y habían sido hostiles entre sí como animales, era menester una sociedad comunista que pudiera satisfacer las necesidades de todos sus miembros en igualdad de condiciones. En esa sociedad, en las condiciones de vida dadas en esa etapa de su desarrollo socioeconómico, tanto los hombres como las mujeres hacían la parte del trabajo que les correspondía de acuerdo con la división del trabajo que los propios pueblos primitivos consideraban más práctica.

Es necesario sacar a relucir el verdadero valor del trabajo realizado por las mujeres, ya que muchos escritores lo han degradado mientras glorifican la labor del hombre en la caza. El arqueólogo Grahame Clark, por ejemplo, menoscaba a las mujeres porque “como sus antepasados simios” son simplemente recolectoras de alimentos, mientras que se refiere a “la resplandeciente figura del Hombre Cazador, prototipo del Hombre Guerrero” como el género importante y superior (Del salvajismo a la civilización). Este es un sesgo masculino.

Elman R. Service, el antropólogo de Michigan, tiene una opinión similar del asunto, aunque más moderada. Él piensa que los machos eran los cazadores no sólo porque “probablemente eran más fuertes, más rápidos y más combativos, sino sobre todo porque las hembras se encuentran tan frecuentemente discapacitadas por el embarazo y el cuidado de la descendencia” (Organización Social Primitiva).

Podemos aceptar la deducción de que las características combativas de los machos los hacían adaptables a la caza. Pero debemos rechazar la conclusión de que las hembras eran incapaces de cazar porque estaban biológicamente discapacitadas por sus úteros. Basta con observar el comportamiento de los carnívoros, los animales cazadores, para ver lo falso de este argumento, ya que las hembras son cazadoras tan rápidas y hábiles como los machos. No hay discapacidad de útero que le imponga inferioridad en la cacería a las leonas y las tigresas.

Sin duda, la especie humana no surgió de los carnívoros cazadores, sino de los primates recolectores de alimentos. Pero si las mujeres quieren desafiar la “teoría de la caza” que justifica la inferioridad femenina no tienen por qué verse obligadas a desentrañar todo el complejo de razones por las cuales las mujeres no eran las cazadoras en la primera división del trabajo. Es suficiente mostrar la cantidad muy superior del trabajo y de los tipos de trabajo realizados por las mujeres en comparación con la ocupación principal de los hombres, los cazadores. La exclusión de una ocupación, por las razones que sean, sólo significa que las mujeres no la incluyeron en su multiplicidad de actividades laborales.

Entonces, a fin de cuentas, la “teoría de la caza” de la inferioridad femenina es tan absurda e insostenible como la “teoría del útero” de la cual se deriva. La primera es una distorsión de la antropología como la otra de la biología. Sin embargo, estas teorías proporcionan la plataforma pseudocientífica que sostiene la propaganda de que las mujeres siempre han sido el segundo género, o el sexo inferior.

Desde el surgimiento del movimiento de liberación de las mujeres algunas escritoras, e incluso antropólogas, se han visto tan influenciadas por estos argumentos sin base científica que han sacado una conclusión muy pesimista. Las mujeres, dicen, han sido el género oprimido no simplemente bajo la sociedad patriarcal, sino a lo largo de toda la historia humana. Según este punto de vista, si las mujeres no son subyugadas por sus maridos y padres como lo son en las naciones patriarcales, entonces estaban bajo el yugo de sus hermanos o tíos en las comunidades primitivas. Esto podría llamarse la “teoría avuncular” de la opresión femenina. ¿Cuál es la verdad del asunto?


(Esta fue la segunda de tres partes.  La sección anterior se puede encontrar en la Parte 1; la siguiente en la Parte 3.)


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