Continúan las audiencias del Congreso sobre el ataque por una turba derechista al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero del 2021. El debate público que estas audiencias han provocado deja un hecho en claro: el número de funcionarios republicanos, tanto electos como nominados para las próximas elecciones intermedias, que aceptan la extravagante mentira de la “elección robada” del 2020 ha crecido en los últimos 18 meses.
Tan recientemente como el mes pasado, el Partido Republicano de Texas, el segundo estado más grande, declaró en su convención que el presidente Joe Biden “no fue legítimamente electo”. Funcionarios republicanos en todo el país se hacen eco de esta falsedad.
Mientras era presidente Donald Trump urdió, sin fundamento alguno, una ristra de afirmaciones conspirativas sobre las elecciones presidenciales del 2020. Después de perder la votación las convirtió en una verdadera campaña para revertir los resultados.
La campaña de Trump para aferrarse al poder, subvirtiendo el estado de derecho capitalista establecido desde hace tanto tiempo, fracasó. De hecho, sus posibilidades de éxito siempre fueron escasas. Su intento nunca estuvo cerca de ganarse el apoyo mayoritario de la clase dominante o de un sector serio en el ejército. Pero el alcance que en ese entonces tuvo la campaña “Stop the Steal” [No a la campaña robada], y el apoyo que millones de personas siguen dándole hoy en día, entre ellos políticos a todos los niveles del gobierno de Estados Unidos, dejan entrever los serios peligros que existen tanto para las libertades civiles como para los intereses de la clase trabajadora.
La fuente de fondos para la corriente de las ‘elecciones robadas’
Una semana después del ataque al Capitolio, World-Outlook (la revista gemela en inglés de Panorama-Mundial) señaló en su artículo inaugural que “una minoría no insignificante de las clases privilegiadas” respaldó la gran mentira de Trump destinada a subvertir el voto popular e instalar un régimen antidemocrático. Unas semanas más tarde, en un artículo que volvemos a publicar a continuación, documentamos (en inglés) el alcance del apoyo financiero que varias familias gobernantes ricas aportaron para realizar ese fatídico asalto.
Ese análisis se mantiene vigente hoy en día. De hecho, noticias recientes demuestran que los propietarios y ejecutivos de algunas de las corporaciones estadounidenses más ricas continúan financiando a los políticos que aceptan el embuste de las “elecciones robadas”.
A mediados de enero de 2021, los informes en los medios de comunicación de las grandes empresas indicaron que compañías desde JP Morgan Chase hasta AT&T y Walmart se estaban distanciando del Partido Republicano y prometiendo cortar su apoyo financiero a los políticos que respaldaron públicamente la campaña de Trump para anular las elecciones de noviembre del 2020.
Ahora, apenas un año y medio después, el New York Times reveló cuán efímeras resultaron ser esas decisiones. “De las 249 compañías que prometieron no financiar a los 147 senadores y representantes que votaron contra cualquiera de los resultados [de las elecciones del 2020], menos de la mitad se han apegado a su promesa”, señaló el Times el 15 de junio del 2022.

De hecho, informó el Times, empresas y asociaciones industriales han aportado casi $32 millones a miembros de la Cámara de Representantes y del Senado que votaron por anular las elecciones, así como a comités de campaña del Congreso republicano. Según el Times, los 10 principales contribuyentes corporativos son “Koch Industries, Boeing, Home Depot, Valero Energy, Lockheed Martin, UPS, Raytheon, Marathon Petroleum, General Motors y FedEx. Todas esas compañías, con la excepción de Koch Industries y FedEx, dijeron previamente que no harían donaciones a los políticos que votaron por rechazar los resultados de las elecciones.”
Otro ejemplo es el multimillonario de la tecnología Peter Thiel, el primer inversionista externo en Facebook, quien renunció a la junta directiva de la compañía de redes sociales en mayo. Un artículo del Washington Post del 19 de junio, subtitulado “El viraje del inversionista multimillonario, de miembro de la junta directiva de Facebook a arquitecto de la nueva derecha estadounidense”, delineó la trayectoria política de Thiel. “Informes en ese momento informaron que Thiel dejó la junta de Facebook para enfocarse en la política, inclusive en una lista de candidatos al Congreso del 2022 alineados con el expresidente Donald Trump”, dijo el Post.
Un giro a la derecha y la tensión en el sistema bipartidista
La piedra angular del régimen político capitalista en Estados Unidos es el sistema bipartidista. Capitalistas individuales, así como los comités de acción política asociados con las corporaciones que poseen, a menudo hacen donaciones a ambos partidos y a sus candidatos. Estos hombres y mujeres adinerados recompensan tanto a Republicanos como a Demócratas para poder seguir enriqueciéndose a expensas de la gran mayoría. Utilizan el sistema para ejercer un monopolio sobre la política electoral, y para bloquear cualquier intento de la clase obrera y sus aliados de romper con el sistema y encaminarse hacia la acción política independiente de los partidos de los ricos.
Hoy en día hay sectores del gran capital que están dispuestos a prestar apoyo financiero a los políticos que promueven, como solución legítima a la actual turbulencia social y económica, una flagrante embestida contra las normas democráticas. Esto es señal de un giro a la derecha en la política burguesa y de crecientes tensiones en el sistema bipartidista.
En el Partido Republicano los políticos de extrema derecha que abogan por la violencia extralegal o que defienden puntos de vista supremacistas blancos han ido ganando terreno.
Un ejemplo muy claro es el reciente anuncio publicitario de una campaña electoral en Missouri. Según el Kansas City Star del 20 de junio, el exgobernador Eric Greitens publicó un video en el que aparece portando una escopeta e identificándose como un Navy SEAL [el principal grupo de operaciones especiales de las fuerzas navales de Estados Unidos]. Greitens dirige a un grupo de hombres con equipo táctico y armas de fuego que salen a “cazar RINOs”, o Republicans In Name Only, una referencia a los Republicanos que no han demostrado ser suficientemente leales a Trump. Su escolta — equipada con camuflaje, cascos y la bandera de Estados Unidos — irrumpe en una casa, lanzando una bomba de humo. Greitens luego entra, y les pide a los televidentes que “se unan al equipo MAGA” — refiriéndose al eslogan de Trump “Make America Great Again” — y que obtengan sus “licencias para cazar a los RINOs”.

El anuncio publicitario fue retirado posteriormente, pero Greitens había dejado en claro su opinión. Se trata de un exgobernador que tiene una oportunidad razonable de ser elegido para el Congreso de Estados Unidos en noviembre. Es uno de los candidatos favoritos en las primarias republicanas del 2 de agosto en Missouri para el Senado de Estados Unidos.
Otro ejemplo es el comentario de la congresista de Illinois Mary E. Miller acerca de la derogación del fallo Roe vs. Wade por la Corte Suprema que revirtió el derecho al aborto. Dirigiéndose a una gran multitud en Mendon, Illinois, el 25 de junio, con Trump en la plataforma detrás de ella, Miller le dijo al expresidente: “En nombre de todos los patriotas MAGA en Estados Unidos, quiero darle las gracias por la histórica victoria de la vida blanca ayer en la Corte Suprema” [énfasis añadido].
Más tarde un portavoz afirmó que el comentario de Miller fue una “confusión de palabras”.
“Ya sea que haya sido un desliz o no”, tuiteó el columnista Ahmed Baba del periódico Independent, “la audiencia escuchó ‘vida blanca’ y no se inmutó. Aplaudieron”. Hubo otros informes, según el Washington Post, de que muchos en la multitud parecían no haberse inmutado por el comentario de Miller.
Mientras tanto la investigación sobre los sucesos del 6 de enero sigue generando información importante sobre el alcance de la campaña de Trump por anular los resultados de las elecciones.
En sí mismas las audiencias son otra señal de las tensiones en el sistema de dos partidos. No son de manera alguna bipartidistas. Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes se negaron a participar cuando la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, rechazó a los funcionarios que ellos postularon para participar en el panel que realiza las audiencias. Sin embargo Liz Cheney, republicana conservadora que una vez fue la líder número tres del caucus republicano de la Cámara de Representantes, y cuya familia ha servido a la clase dominante durante décadas, es copresidenta del comité. Pero en Wyoming, su estado natal, Cheney ha sido expulsada por su propio partido, y censurada por el caucus republicano de la Cámara de Representantes por las críticas que le ha hecho a Trump.
El Partido Demócrata está tratando de valerse de estas audiencias para apuntalar sus malas perspectivas en las próximas elecciones intermedias en noviembre. Sus líderes temen que la estabilidad del capitalismo pueda verse sacudida por el “caos” de las futuras luchas de masas en defensa de los derechos de las mujeres o en respuesta a la violencia policial, o por los crecientes esfuerzos por organizar sindicatos en Amazon y en otros lugares, o por el aumento de huelgas por los trabajadores. El establishment liberal está tratando una vez más de ceñir a los trabajadores jóvenes y a otros al callejón sin salida de limitarse a votar por los demócratas. Para hacerlo agitan el espantajo del regreso de Trump en el 2024.
El precipitado declive de Washington
Una de las principales razones de esta actitud virulenta entre los políticos de los dos partidos gobernantes es que Washington está perdiendo precipitadamente su posición previamente incuestionable como la principal potencia imperialista del mundo. Si bien Estados Unidos se mantiene aun en la cima, su poderío militar y económico está disminuyendo en relación con sus rivales internacionales.
Como lo demuestra la guerra en curso en Ucrania, Washington y sus aliados enfrentan una competencia muy seria de Rusia y de China, dos antiguos estados obreros donde el capitalismo ha sido restaurado y que están en camino de convertirse en potencias imperialistas.
En el frente interno, ni las administraciones republicanas ni las demócratas han propuesto soluciones a los efectos de la pandemia que lleva más de dos años, a la inflación desbocada, o a los otros males económicos y sociales que causan estragos en nuestras vidas. Ninguno de los dos partidos ha logrado postular figuras convencionales con un atractivo popular convincente.
La excepción es Trump, quien no ha dejado de insistir en la mentira de una “elección robada” sin que hasta ahora su popularidad haya disminuido significativamente.
Las fuerzas derechistas sienten viento en popa. Se sienten alentados por el fallo de la Corte Suprema que anula el derecho al aborto y están decididos a criminalizar aún más el derecho de una mujer a elegir. Los políticos de derecha como Greitens y otros que promueven a Trump — o a figuras como Trump — se sienten con más confianza al expresar puntos de vista extremos. Saben que muchos de sus patrocinadores entre los grandes empresarios ya no rechazan tanto la idea de usar artimañas o la fuerza para alterar un resultado electoral si no les gusta.
Como delineó nuestro artículo en febrero del 2021, estas familias ricas están dispuestas a “dejar a un lado la rama legislativa y la judicial del gobierno y darle todas las decisiones políticas importantes al ejecutivo, encabezado por un individuo con poderes extraordinarios”. Este “régimen bonapartista”, que es una variante del régimen dictatorial, tendría como líder a un “caudillo redentor” ungido con el mandato de “rescatar a la nación”.
En este contexto, nuestro artículo de febrero del 2021 debiera ser útil para nuestros lectores. Por eso lo volvimos a publicar en World-Outlook—aunque en dos partes debido a su longitud—y ahora también publicamos la traducción al español en Panorama-Mundial. La segunda parte aparece a continuación.
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Los multimillonarios que respaldaron el curso bonapartista de Trump
(Esta es la segunda de dos partes. La primera parte puede encontrarse aquí.)
Según registros públicos de la Comisión Federal Electoral, un informe del Instituto de Estudios Políticos, y artículos en la revista Forbes y otros medios de comunicación, 63 multimillonarios con activos combinados de casi $244 mil millones financiaron la campaña electoral de Trump al igual que su campaña postelectoral por permanecer en el cargo.
Los multimillonarios que respaldaron el curso bonapartista de Trump
La lista incluye a propietarios de gasoductos, inversionistas en empresas farmacéuticas y cosméticas, directores ejecutivos de empresas de comunicación y entretenimiento, banqueros y corredores de la bolsa de valores, así como propietarios de casinos, compañías de software y empresas de construcción. Este grupo es una fracción de los aproximadamente 788 multimillonarios en Estados Unidos, pero el firme apoyo que le brindaron permitió que Trump actuara de una manera sin precedentes.
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Encabezando la lista de estos multimillonarios en términos del tamaño de sus contribuciones financieras están: Kelcy Lee Warren, el gerente ejecutivo de Energy Transfer Partners, empresa de gaseoductos dedicada al transporte de gas natural y propano; Isaac Perlmutter, el jubilado gerente ejecutivo de Marvel Entertainment; Kenny Trout, fundador de Excel Communications; Robert Duggan, ex gerente ejecutivo de Pharmacyclics e inversionista en empresas de biotecnología; Sheldon Adelson, un magnate de casinos y fundador de Las Vegas Sands Corp.; Diane Hendricks, cofundadora de ABC Supply, una compañía de materiales para techos; Daniel Andrew Beal, fundador de Beal Bank; David Duffield, cofundador de PeopleSoft y Workday; John Paulson, que hizo su fortuna en fondos especulativos; Robert Wood Johnson IV, heredero de Johnson & Johnson, un monopolio estadounidense de productos farmacéuticos y equipos médicos; y Ronald Steven Lauder, heredero de Estée Lauder Inc., uno de los principales fabricantes y comercializadores de cosméticos de Estados Unidos.
Un número más reducido de estos capitalistas no solo hicieron contribuciones para tratar de reelegir a Trump y respaldaron directa o indirectamente su campaña postelectoral contra las “elecciones robadas”, pero además apoyaron públicamente sus teorías de conspiración y sus falsas afirmaciones de que había ocurrido un “fraude electoral”.
Julie Jenkins Fancelli, por ejemplo, heredera de la cadena Publix Super Markets e hija de su fundador, subvencionó la mayor parte de los 500 mil dólares que costó el mitin de Trump el 6 de enero en el parque de la Ellipse, según el Wall Street Journal.
Sólo después del 6 de enero fue que varios de los donantes ricos de Trump y de sus partidarios más prominentes en el Congreso gritaron “traición” y prometieron cortar el apoyo financiero a estos políticos republicanos, revelando sin querer el alcance del respaldo que hasta ese momento habían dado a la cruzada que se había organizado para anular el voto popular.
El 13 de enero, por ejemplo, Ken Langone, un contribuyente republicano multimillonario y cofundador de los almacenes Home Depot, dijo a CNBC que se sentía traicionado por Trump después del ataque al Congreso de Estados Unidos. Se comprometió a transferir su apoyo a los demócratas.

A mediados de enero Jeffrey Yass, un multimillonario que había respaldado en secreto a Josh Hawley, un senador estadounidense de Missouri, filtró a las cadenas noticiosas por medio de amigos corredores de la bolsa de valores que se sentía “engañado” por su protegido republicano. Hawley lideró el esfuerzo en el Congreso por anular los resultados de las elecciones de noviembre—esfuerzo que al final fue respaldado por 139 republicanos en la Cámara de Representantes y 8 en el Senado, quienes votaron por impugnar los resultados de las elecciones o en Arizona o en Pensilvania, incluso después de los disturbios del 6 de enero. A Hawley se le considera como un posible sustituto de Trump en la carrera presidencial del 2024.
La mayoría del Partido Republicano reafirma su apoyo a Trump
Como hemos señalado anteriormente, tanto el líder republicano del Senado McConnell como muchos otros pueden haber pensado que el partido ya había dejado a Trump en el pasado, pero rápidamente aprendieron lo contrario. Liz Cheney, que ocupaba el tercer escaño entre los republicanos en la Cámara de Representantes, votó a favor de destituir a Trump. Nueve de sus colegas republicanos en la Cámara de Representantes se unieron a ella. En cuestión de días, el senador estatal republicano de Wyoming, Anthony Bouchard, anunció su campaña por el escaño de Cheney en las elecciones primarias del 2022.
Bouchard es solo el primero en acatar la directiva que emitió Trump a sus partidarios en el mitin del 6 de enero en DC. “Voy a usar la frase, los republicanos débiles”, dijo Trump ante la multitud. “Si no quieren pelear, tenemos que valernos de las elecciones primarias para sacar a los que no pelean. Ustedes usen las primarias. Vamos a decirles quiénes son. Yo ya puedo decirles, francamente”.
Bouchard ya ha recibido apoyo de fuera de Wyoming. Matt Gaetz, el congresista de Florida, viajó a ese estado el 28 de enero para reclamar la destitución de Cheney, “subrayando las divisiones que existen en el Partido Republicano mientras éste lidia con su identidad a raíz de la presidencia de Trump”, como señaló Fox News.

Para otros no hubo necesidad de incentivos mayores. El 23 de enero el Partido Republicano en Arizona censuró a miembros prominentes del Partido Republicano: al gobernador Doug Ducey, al senador Jeff Flake, y también a Cindy McCain, la viuda del exsenador John McCain, por osar enfrentarse a Trump. “Las prioridades de America First (Primero Estados Unidos, el lema de la campaña de Trump) siguen vivitas y coleando”, dijo la presidenta del Partido Republicano del estado, Kelli Ward, en un video. “¿Vamos a seguir siendo la Arizona de America First o vamos a volver a los días negros de antes de Donald Trump?”, preguntó.
Y la organización del partido en el estado de Arizona no es la única. El Partido Republicano en Pensilvania se encuentra entre los partidarios más tenaces de Trump en el país, y sigue reiterando las falsas acusaciones de una elección “robada”. “En lugar de reflexionar”, dijo un artículo en el New York Times del 28 de enero, “antes de las primarias del 2022, los republicanos de Pensilvania ya están compitiendo para demostrar que son los más tenaces luchadores por el Sr. Trump, quien a pesar de los reveses que su partido sufrió en la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes, todavía ejerce un fuerte control sobre los republicanos electos y los votantes de base”.
En Carolina del Sur, el congresista estadounidense Tom Rice también ha sido criticado por votar por la destitución de Trump. En una entrevista transmitida por National Public Radio, Rice reconoció que apoyó a Trump por mucho tiempo. Agregó que no estaba a favor de que los cargos de su juicio político fueran considerados nuevamente por la Cámara de Representantes, porque Trump estaba en camino de dejar el cargo. Pero obligado a emitir un voto cuando los cargos fueron llevados al pleno de la Cámara de Representantes el 13 de enero, fue uno de los 10 miembros del Partido Republicano que votaron a favor del juicio político.
“El presidente se pasó de la raya”, dijo Rice a WMBF News. “Violó la Constitución, por eso hice lo que hice”. La condena desde el seno del Partido Republicano de ese estado fue muy rápida. El 30 de enero, los republicanos de Carolina del Sur censuraron formalmente a Rice. [1]
Los indicios de que Trump está ganando la batalla dentro del Partido Republicano van mucho más allá de su fuerte apoyo en las organizaciones estatales del partido. También se extiende a los escaños más altos del partido, comenzando con los reveses que han sufrido McConnell y otros. McConnell dejó en claro a sus asociados después del ataque del 6 de enero “que veía las acciones del Sr. Trump en lo referente a los disturbios como enjuiciables, y veía un juicio en el Senado como una oportunidad para purgarlo del partido”, según el New York Times.
Tal parece que el 26 de enero, la decisión de unirse a casi todos los senadores republicanos excepto cinco en el voto por desestimar como inconstitucional el juicio político contra Trump en la Cámara de Representantes, representó para McConnell “un reconocimiento de que la masa crítica de su partido no estaba lista para apoyarlo en deshacerse del expresidente”, dijo el Times. “Lejos de repudiar al Sr. Trump, como parecía que hubieran podido hacerlo en los días posteriores al alboroto del 6 de enero en el Capitolio, los republicanos han vuelto a la postura que adoptaron cuando él estaba en el cargo: no están dispuestos a irritar a una figura que continúa teniendo una influencia descomunal en su partido”.
El líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, viajó a Mar-a-Lago para jurar su lealtad y pleitesía a Trump y “hacer las paces”, como informó Fox News, “después de que el expresidente supuestamente se ofendió por el hecho de que McCarthy dijo que él debía asumir parte de la responsabilidad por el ataque del 6 de enero al Capitolio, una postura que McCarthy revocó más tarde”.
La nueva “normalidad” de la política burguesa en Estados Unidos
Aunque la campaña de Trump por anular las elecciones del 2020 haya tenido el respaldo de muchos en su partido, no tenía una posibilidad seria de tener éxito. Declaraciones en diciembre de la mayoría de los líderes de las grandes empresas, del secretario del Ejército de Estados Unidos mas los 10 anteriores secretarios de defensa aún vivos (detallado ampliamente en nuestro artículo del 13 de enero) dejaron todo esto en claro mucho antes del 6 de enero. De haber tenido éxito, el impulso por anular las elecciones de noviembre hubiera de hecho llevado a la imposición de un régimen bonapartista. Eso hubiera sido su conclusión lógica.
Lo que vale mencionar es que, a pesar de tener muy mínimas posibilidades de triunfar, Trump siguió adelante de todos modos, y el apoyo que le brindó un sector nada desdeñable de la clase dominante de Estados Unidos sólo comenzó a desmoronarse después del asalto al Capitolio por la turba ultraderechista.
Al fin de cuentas Trump pudo lograr lo siguiente: reafirmó su popularidad entre millones de personas en la base republicana, mantuvo su posición como el líder más viable del Partido Republicano, y mantuvo vivo el mito de una elección “robada”.
Sin embargo, los eventos del 3 de noviembre al 6 de enero plantean claramente el peligro político del bonapartismo, aunque esta vez no haya sido realizado. Esto no es inusual. El peligro de imponer nuevas medidas antidemocráticas como el bonapartismo, una dictadura militar o el fascismo, a menudo se plantea mucho antes de que los gobernantes estén dispuestos a pagar el precio político de imponerlas con éxito. Pero ahora han quedado establecidos nuevos precedentes para lo que se considera “normal” en la política burguesa en Estados Unidos.
Si bien la mayoría de las principales figuras políticas se han distanciado de la campaña “Stop the Steal” de Trump que alega que las elecciones fueron amañadas, eso no puede evitar que vuelvan a plantearse acusaciones similares en elecciones futuras. Además, ahora podemos dar por descontado que esas acusaciones van a ir de la mano con maniobras a largo plazo para restringir el derecho al voto.
El Partido Demócrata y sus voceros en las altas jerarquías de los sindicatos van a valerse del creciente peligro de una derecha más extrema en el sistema político capitalista para persuadir a los trabajadores que deben respaldar al menor de los dos males, el concepto básico en que se basa el sistema bipartidista. Políticamente eso sigue siendo un callejón sin salida. El apoyo que Trump ha podido generar entre los trabajadores es, en gran parte, el resultado del fracaso del liberalismo burgués, que no puede remediar el deterioro de las condiciones económicas y sociales de la mayoría. Lo único que puede ayudarnos a salir de este aprieto es la resistencia de la clase trabajadora a los ataques de los empleadores; es el único poder que puede trazar una trayectoria independiente de los demócratas y republicanos hacia la acción política por la clase trabajadora.

(Esta fue la segunda de dos partes. La primera puede encontrarse aquí.)
NOTAS
[1] El 14 de junio del 2022 Tom Rice perdió las primarias republicanas ante su rival Russell Fry, quien fue respaldado por Trump. Esto significa que cinco de los 10 republicanos que votaron por destituir a Trump no van a regresar al Congreso el año que viene. Es probable que ese número aumente a medida que transcurra el ciclo de elecciones primarias del 2022 [P-M – 7 de julio del 2022].
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